Más allá del despliegue narcisista convertido en circo que ofrece en sus redes sociales Ricardo Salinas Pliego (RSP), el tercer empresario más rico de México, hay varios temas respecto a este hombre y su relación con el gobierno de la 4T que resultan un misterio.
Primero, la extraña condescendencia que caracteriza la actitud de Andrés Manuel López Obrador respecto a este grupo. Lo estamos viendo en el pleito entre el mandamás de TV Azteca y Citlalli Hernández, segunda en la jerarquía de Morena e incondicional del obradorismo.
Y si bien es cierto que ninguno de los dos polemistas ha ahorrado epítetos, los del empresario rayan en la ignominia por mal gusto y bajeza. López Obrador ha pasado de largo como si se tratase de un pleito entre particulares.
En realidad, surgió por un tuit de Salinas en contra de Citlalli, cuando esta defendió un anunció del presidente sobre la contratación de médicos cubanos para suplir la falta de especialistas. “Si se siente cubana… se debería ir a vivir a Cuba”, intervino Salinas Pliego sin venir al caso.
Ella respondió con fuego y él con excremento. De allí no han salido. A mediados de mayo, José Ramón López Beltrán, el hijo del presidente, los conminó a hacer las pases y afirmó que conoce bien a los dos y “son increíbles sus luchas y circunstancias desde sus trincheras”.
Nada dijo sobre el calificativo de marrana, que el empresario le ha endilgado a la militante obradorista, hasta que se lo reclamaron airadamente en redes sociales. Supongo que habrá algún fundamento jurídico para que un Instituto Electoral sancione el contenido de las redes sociales de un particular.
Pero desde luego parecería extraño, así sea un hombre tan poderoso. Y no deja de ser paradójico que haya sido el INE, pluma de vomitar de AMLO, quien haya salido en defensa de la funcionaria de Morena. Algo que le está dando más municiones al dueño de Grupo Azteca.
El caso es que el silencio presidencial en esta materia es la última cuenta de un largo rosario de guiños en favor del empresario. Hace tres años, en este espacio, publiqué el texto titulado ¿qué le debe AMLO a Salinas Pliego?, para abordar la peculiar relación que los vincula.
Alguien podría argumentar que no es más que una estrategia deliberada para llevar la fiesta en paz con un grupo económico y de comunicación tan poderoso.
Pero me parece que va más allá de eso. Recordemos que, al arranque de su gobierno, el presidente decidió entregar a SEP a Esteban Moctezuma, ejecutivo durante 16 años del grupo del Ajusco y director de la fundación filantrópica de RSP.
Moctezuma no había participado en la campaña, no era simpatizante de Morena, carecía de experiencias vinculadas al magisterio o a la pedagogía.
Y, por lo demás, había candidatos con experiencia, miembros del primer círculo, aliados más cercanos. Dejar a un ejecutivo de RSL como gestor de la educación de un gobierno progresista y convertirlo en jefe jerárquico de más de un millón de maestros fue una decisión cuestionable por decir lo menos.
¿Esperar tantos años para que llegara al poder una opción de izquierda y entregar la gestión de la educación a un grupo empresarial como este?
Posteriormente, cuando RSL comenzó a querellarse con el SAT frente a los intentos de hacerlo pagar impuestos, AMLO decidió transmitir una señal de “incomodidad” nombrando a Moctezuma embajador en Washington, en lugar de poner fin a esta graciosa concesión. Otra vez, a pesar de que había otros nombres con más contactos y mayor experiencia para llevar la relación con Estados Unidos. Tolerancia y mesura presidenciales difíciles de entender en los casos en los que grupo Azteca, liderados por los tuits de su dueño, han atacado explícitamente a la 4T.
Cuando la pandemia, RSL se negó a suspender actividades en sus comercios y condujo una campaña de críticas en contra de Hugo López Gatell.
En la mañanera, un desconocido y tibio mandatario ofreció disculpas a Javier Alatorre, por diferir frente a las duras opiniones del conductor del Ajusco.
Algo similar ha sucedido con la estridente consigna del mismo grupo, que acusa de inculcar el marxismo con los libros de texto gratuitos; si bien el presidente ha ridiculizado tal calumnia, apenas ha rozado al grupo Azteca líder en esa campaña.
Igual de inexplicable es que Banco Azteca hubiera recibido sin licitación de por medio la responsabilidad de distribuir la entrega de subsidios de varios programas sociales; un negocio jugoso no solo por las comisiones sino por la posibilidad de que una parte de tales subsidios fueran gastados en las tiendas Elektra adjuntas a las sucursales del banco. Lejos de mostrarse agradecido por tales beneficios, cuando los bancos del Bienestar recién construidos comenzaron a hacerse cargo de la tarea de dispersar los recursos públicos, RSL arreció en sus críticas por lo que él llama la mentalidad “gobernícola” de la 4T.
Una vez más, silencio en las mañaneras. Insisto, difícil de entender la buena predisposición de López Obrador, que por mucho menos que eso ha sido implacable en contra de sus críticos. Hace tres años me preguntaba, igual que hoy: ¿Desconocemos algo que convierte a este personaje en amigo o aliado del presidente? ¿Algo sabe el empresario del presidente que los demás no sabemos?
Y, por último, no puedo dejar de expresar perplejidad por la obsesión de un hombre dedicado a presumir su riqueza más que a disfrutarla, a juzgar por el tiempo que invierte en tales propósitos.
De un tiempo a esta parte parecería encontrar una extraña fascinación en exhibir sus trofeos (yate, puros, ranchos, etcétera) y su manera de vivir, no a sus colegas o a su clase social como hace cualquier rico, sino a los millones que no tienen acceso a nada que se le parezca. Por razones que remiten a la psicología, supongo, encuentra placer en restregar bienes y placeres en la cara de los que no lo tienen y en otorgar dinero a los obsequiosos que lo elogian o se humillan en sus cuentas personales.
Alguna vez creí que exploraba un camino similar al de Berlusconi o al de Trump, que hicieron una inesperada carrera política explotando una imagen de éxito personal, pero quizá estos actos de vanidad solo sean eso, actos de vanidad.