Las organizaciones sindicales surgieron en el mundo como contrapeso a los abusos patronales; la clase obrera se organizó y asumió la defensa de sus derechos, influenciados por las corrientes socialistas que aparecieron en países como Francia y después Alemania.
En otro entramado sobre los orígenes de los movimientos sindicales, el temor a la “amenaza comunista” orilló a los patrones y a los gobiernos del mundo a utilizarlos para frenar el avance del proletariado en todo el orbe.
Estados Unidos y Reino Unido fueron el principal ejemplo de los países que los utilizaron a modo, con liderazgo gangsteriles. En gran medida así se cimentaron las asociaciones delincuenciales que hoy conocemos como mafias.
En el México posrevolucionario, ambas corrientes detonaron junto con las organizaciones obreras que aglutinó el entonces Partido de la Revolución Mexicana, que más tarde se convirtió en el Partido Nacional Revolucionario y devino en el hegemónico y omnipotente Partido Revolucionario Institucional, hoy agonizante.
Los liderazgos sindicales fueron utilizados durante décadas por el dinosaurio para controlar al proletariado y a su vez mantener a raya a un sector patronal que en la primera etapa del priismo conspiraba en su contra con recelo ante el temor de que evolucionara hacia una izquierda radical que hiciera tambalear al “establishment”.
Pero al final, el priismo se sirvió con bandeja de plata de ellos para sustentar su estructura paternalista que le permitió controlar los liderazgos de masas mediante una relación clientelar que le servían también como instrumento en la operación electoral para perpetuarse en el poder en cada rincón del país.
Los liderazgos ‘charros’ surgieron en todos los ámbitos y alimentaron al dinosaurio con el claro ejemplo de la figura más reconocida del modelo: la CTM de Fidel Velázquez.
Pero los gremios sindicales sirvieron también en otras circunstancias del país para defender el modelo de partido que duró por más de 70 años y que perduró, pese a su agonía, durante los 12 años de gobiernos panistas.
La figura de la maestra Elba Esther Gordillo como lideresa del SNTE, apalancó al foxismo y al calderonato pese a sus conexión directa con la cúpula priista.
Lo mismo apoyó proyectos hiperregionales (como sucedió con el priismo tamaulipeco) que enfrentó a figuras priistas de peso como lo fue en su momento el ex gobernador de Tabasco y ex candidato presidencial Roberto Madrazo Pintado.
Los liderazgos ‘charros’ de figuras como Elba Esther, pese a sus fricciones con poderosos priistas, logró mantener un Status Quo a favor del prianismo, como bautizó a esta alianza partidista Andrés Manuel López Obrador.
El trabajo y la importancia del magisterio para mantener el sistema a flote se apreció en las llamadas que realizaron priistas a Elba Esther Gordillo para legitimar el triunfo de Felipe Calderón en 2006, pese a los cuestionamientos de fraude electoral.
Pero a su vez la reinvención y resurgimiento del dinosaurio en su versión 2.0 pusieron en jaque al gordillismo por la postura que mantuvo a favor del calderonato y que le costó a Elba Esther su libertad en cuanto llegaron Enrique Peña Nieto y sus asociados al poder.
Esa decisión planchó desde entonces el camino para que las izquierdas obradoristas reagrupadas en el híbrido de Morena lograran por fin llegar a la presidencia del país, sin liderazgos ‘charros’ que les hicieran mella.
En Tamaulipas el magisterio se desmoronó tras la primera dirigencia del Profesor Arnulfo Rodríguez, por la atropellada gestión de Rafael Méndez, ensimismado en frivolidades y con un débil liderazgo, mientras el priismo tamaulipeco se resquebrajaba y con su errática política le abría las puertas al panismo cabecista.
Paralelamente el otrora todopoderoso Sindicato de Burócratas dirigido por la eterna Blanca Valles perdía fuerza y caía en picada como un impacto natural del fracaso priista.
Durante seis años de cabecismo su protagonismo y aún con su ausencia de escrúpulos, tuvo apabullados a dos sindicatos de los más poderosos del estado. Ni el magisterio ni los burócratas pensaron siquiera enfrentar a un Cabeza de Vaca obsesionado por el poder y dispuesto perseguir a quien se le interpusiera en el camino.
Con la apertura democrática que se dio con la llegada de la 4T, los liderazgos ‘charros’ tamaulipecos tuvieron un área de oportunidad para reagruparse mientras el nuevo gobierno se ocupaba de reconstruir la gobernabilidad, en crisis por las embestidas legales del cabecismo y por la polarización política que se generó durante la transición política, enturbiada por la ofensiva de Cabeza de Vaca contra el nuevo gobernador,.
Aunado al oportunismo, el descontento de un magisterio lastimado durante todo un sexenio alimentó una bomba de tiempo que detonó por dos cuestiones:
Por el natural agotamiento físico del profe Arnulfo Rodríguez, ya casi en los 80 años, y por la raja política que quieren sacar los líderes magisteriales cercanos al profe para vender caro su amor y sacar ventaja de un vacío de poder que ya no existe y que la 4T ha controlado por la naturaleza propia del morenismo y por la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El gobierno del doctor Américo Villarreal se encuentra en un momento crucial.
Tendrá que decidir si cede espacios de poder a líderes chantajistas, o resuelve como debe ser, con la mano izquierda, un conflicto que le puede permitir depurar de una vez por todas los cacicazgos que estorban al desarrollo de Tamaulipas,
Hay que mantener por encima de cualquier interés personal o de grupo al sector educativo, un área fundamental para todos los tamaulipecos.
POR ALFONSO GARCÍA
@pedroalfonso88