Lejos quedaron los vítores para Arnulfo, las carcajadas tras sus chascarrillos, y los aplausos para sus ocurrencias.
Por la manera en la que se gestó el movimiento magisterial que inició hace casi dos semanas, y mantiene sin clases a casi 700 mil estudiantes de Tamaulipas, era muy predecible que llegara este punto en el que, “la base”, como él llama a los maestros, le dieran la espalda.
Ayer, los mismos profesores que antes gritaban “Tenemos líder”, ahora lo acusaron de “vendido”, en el plantón que sostienen frente a las instalaciones de la Secretaría de Educación.
¿Perdió Arnulfo el control de sus agremiados en este momento coyuntural? Eso está por verse, pero ayer hubo señales de que eso puede pasar, lo que complicaría la solución definitiva del conflicto.
La medida para dimensionar la respuesta del magisterio al acuerdo firmado por su dirigencia, será el número de profesores que a partir de hoy regresen a las aulas.
Pero si la tensión no amaina y el paro se prolonga por más tiempo, queda claro que buena parte de la responsabilidad recaería sobre el dirigente sindical.
Arnulfo, que llegó a la Secretaría General de la Sección 30, dotado de plena legitimidad con una victoria irreprochable, inició su gestión a golpes de nostalgia.
Ofreció a los maestros volver a los tiempos de gloria previos a las reformas que transformaron la relación de los docentes con la autoridad, y él mismo, cayó en la obsesión de recuperar el poder que alguna vez tuvo en su anterior paso por la Sección 30.
Desde ahí, pensó, podría manejar a su antojo los recursos financieros y humanos de la educación tamaulipeca.
En ese contexto, arrojó el cerillo a la gasolina y dio rienda a un movimiento magisterial que tomó oxígeno de las legítimas demandas que desde hace muchos años acarrean los profesores.
Por eso, el pliego petitorio que pusieron sobre la mesa fue una larga lista que combinaba reclamos justos, con exigencias disparatadas como la renuncia inmediata de Lucía Aimé Castillo.
Arnulfo se sobredimensionó.
Pensó por un lado que tenía el poder suficiente para doblar no solo al gobierno del estado, sino también al federal.
Y se creyó apto para mantener el control del magisterio, luego de haber avivado el fuego.
En los dos cálculos se equivocó, y ahora va a sufrir para salir bien librado.
Ojalá a partir de hoy la totalidad de las escuelas de educación básica reabran sus puertas y reinicien sus actividades de manera normal, mientras se llevan a cabo las mesas de trabajo para que los docentes expongan sus demandas.
Eso es lo más deseable, y el mejor escenario para Arnulfo.
Pero incluso en ese caso, el dirigente que arrolló en la primera elección libre y secreta de la Sección 30, habrá sufrido un descalabro mayúsculo.
La percepción que ayer rondaba entre el magisterio es que su líder abandonó su causa. No será fácil recuperar su confianza.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES