La Universidad Autónoma de Tamaulipas es el más valioso y noble patrimonio al servicio de la comunidad. Ha sido cuna de innumerables generaciones cuyo esfuerzo deriva en desarrollo y progreso, aunque en ocasiones moldeada a conveniencia de quienes aprovecharon la oportunidad de dirigirla. Todos sabemos acerca de las virtudes y debilidades de los que, por diversas circunstancias, tuvieron en sus manos el destino de la máxima casa de estudios.
Ahora mismo, entre confusión y escándalo, enfrenta la renuncia de Guillermo Mendoza Cavazos. Al respecto podríamos encontrar diversos motivos. El más próximo sería la terquedad de utilizar la institución como instrumento para encubrir intereses de opacidad manifiesta. No olvidemos que la élite directiva en retirada, provino del autoritarismo del anterior gobernador interesado en mantener el control absoluto de todo lo que significa la UAT.
El columnista considera que Mendoza Cavazos abusó del inesperado privilegio recibido por quién sabe que merecimientos, que lo llevó a sobrevalorar el papel que le tocó desempeñar. Para empezar, violentó la relación institucional con la autoridad formal, suponiendo que influencias externas podrían justificar y hasta proteger sus desaciertos que han de ser variados para obligarlo a dejar el cargo.
Apostó a la provocación y el encono poniendo en riesgo la estabilidad universitaria sin detenerse a considerar las consecuencias, alentado por sus nexos que nada tienen que ver con el Tamaulipas de la transformación y la justicia social dirigido por Américo Villarreal Anaya. Al final Mendoza quedó solo, en medio de una problemática que incluye aclarar situaciones que, al parecer, involucran también a algunos de sus ex colaboradores y a otros que prefirieron el auto exilio antes que solventar sus pecados. En este sentido se esperan renuncias en cascada que ratificarán su fallida administración.
Controlada por grupos de interés, la UAT vivió tiempos de inmovilidad donde la exagerada publicidad a eventos de poca monta, distraían recursos destinados al cumplimento de la tarea superior de investigar, incrementar los valores de índole moral y familiar, olvidando, asimismo, la creación de estudios humanistas enaltecedores de la relación fraternal en comunidad. En lugar de ello, creció la soberbia de una burocracia de cuello blanco que hizo de la autonomía el mejor de sus escudos para manejar a su antojo lo que convenía. Aunado a vergonzoso culto a la personalidad convirtiendo a los rectores en ridículos héroes de fantasiosos y costosos comics.
Por supuesto vienen épocas mejores para la UAT. Es una buena oportunidad para limpiar la basura que fue dejada en rincones y debajo de la alfombra. La institución debe ponerse al corriente del modernismo y, sobre todo, adecuarse a la nueva concepción republicana que va en rescate del México real, lejano al de la doble moral característica de quienes solo aprovechan los cargos públicos para lograr fines inconfesables.
Guillermo Mendoza Cavazos es parte de la otra historia de la UAT, aquella que fue escrita a espaldas de la sociedad como testamento de grupúsculos que se adjudicaron el derecho a repartirse el producto del esfuerzo de todos cuyo objetivo original fue ofrecer digna sobrevivencia a las generaciones que nacen y crecen.
SUCEDE QUE
“¡No que no tronabas pistolita!”, (frase de moda). Y Luisa Álvarez, feliz, feliz…Mientras tanto, duro golpe a la alianza maldita tras el anuncio de que Marcelo Ebrard pronto se incorporará a la precampaña de doña Claudia Sheinbaum. Por otra parte, dicese que “el pedacerío” abandonado en Tamaulipas por aquel que les platiqué, servirá a Xóchitl Gálvez para pura tiznada. Se trata de indigentes políticos que nomás se juntan “pa´rascarse”, darse calorcito y mordisquearse de vez en cuando para saciar su hambre de poder y dinero.
Y hasta la próxima.
POR MAX ÁVILA