En los hechos, esta misma semana concluirá la labor de Jorge Espino Ascanio como Auditor Superior del Estado.
Deberá entregar los últimos informes de las cuentas públicas y empezará a hacer las maletas para desalojar el edificio que ocupan el organismo fiscalizador en la avenida principal de la capital del estado.
Estrictamente, su gestión como titular de la ASE concluye hasta el mes de febrero, cuando se cumplan siete años de que la Legislatura 63 aprobó su nombramiento con 30 votos a favor, y solo seis en contra de algunos diputados priístas.
Lo que son las cosas, esta suerte de final adelantado de Espino Ascanio, será posible gracias a que la Junta de Gobierno del Congreso del Estado tiene ahora la facultad de nombrar un auditor interino que lo remplace, lo que eliminaría en automático la posibilidad de un periodo más para el auditor.
Esto será posible gracias a una reforma aprobada la semana pasada a la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas para el Estado de Tamaulipas, que fue criticadísima por la bancada de Acción Nacional.
Se trata, sin embargo, de la misma ley que fue modificada a petición del panismo en septiembre del 2016 por la Legislatura 62 para que Espino Ascanio pudiera llegar a Tamaulipas como Auditor Superior del Estado.
Eran tiempos políticos muy extraños en la entidad: Cabeza de Vaca había derrotado al PRI en las urnas, y acaso como una muestra de buena voluntad -o un tributo en busca de paz- la mayoría priista en el Congreso aprobó varias reformas para pavimentar la llegada de cabecistas a posiciones claves en el entramado público.
Se quitó por ejemplo el requisito para que el entonces Procurador General de Justicia fuera tamaulipeco, lo que permitió el nombramiento de Irving Barrios, y en el caso de la ASE se eliminó la obligatoriedad de que su titular tuviera alguna licenciatura “dentro del área contable o financiera y haber ejercido la profesión por un término mayor de 10 años”.
Así, Jorge Espino Ascanio fue el primer Ingeniero Electricista en convertirse en Auditor Superior del Estado.
Lo que mal empezó, mal terminará.
Concluirá un periodo en el que la Auditoría fue utilizada, igual que en su momento la Unidad de Inteligencia Financiera y la Fiscalía Anticorrupción, como arma de presión política, y en los últimos meses como protección infranqueable para la administración cabecista.
(Hay que decirlo: en esas conductas no se distanció mucho de sus antecesores del régimen priista).
Quedarán para el registro los múltiples escándalos de la ASE durante la gestión de Espino, como el show protagonizado por su hijo, quien a nombre de su padre y del gobernador Cabeza de Vaca intentó comprar regidores del Ayuntamiento de Reynosa para imponerse como alcalde, en un fallido intento por derrocar a Carlos Peña.
O las denuncias de acoso sexual al interior del organismo fiscalizador, que de acuerdo a las víctimas, fueron minimizadas por su titular.
Y claro, sus negativas constantes a entregar al Congreso del Estado, la información contenida en los informes de auditoría.
Lo deseable ahora es que quien llegue a ocupar su lugar cumpla a cabalidad con el perfil que exige esa posición.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES