La espera navideña parecía larga, pero en diciembre la ciudad se volcaba de luces y colores en los juegos de la plaza como el encuentro solidario de los festejos por la llegada del Niño Jesús.
Las posadas previas eran un revuelo, todos nos fundíamos en la alegría de los villancicos y los corazones de Fe, nosotros, adolescentes ciudadanos que convergíamos en la iglesia y la plaza.
La plaza como campo solidario y espacio de seguridad que irradiaba a todas las direcciones. los juegos inocentes y en ocasiones nos dimos de golpes entre amigos o con chavos de otros barrios.
Pero en verdad todos nos conocíamos y la amistad desde casa hasta la escuela era un grato sabor y respeto de nuestra bella provincia. La ciudad dibujada en los aparadores con los rostros de melancolía y afectos, con la esperanza de que debajo de nuestra cama Santa Claus no tra jera el juguete deseado, el que aparecía en la cartitas como una ilusión pasajera.
Las piñatas de barrio eran fabulosas porque como buenos vecinos girábamos en torno de las familias que generosamente repartían juguetes y dulces en los barrios.
El sentido de barrio ya no existe, o al menos no con la confianza y la actitud solidaria y el respeto a los mayores.
El Padre Chayo fue una figura convocante, un sacerdote que nos acercaba a la oración, al sentimiento cálido de las familias y el firme sentimiento religioso, que en la Navidad confluía.
El querido sacerdote era todo un personaje, casi toda nuestra generación recibió las aguas de Jordana a la tutela de sus bendiciones. La ciudad era pequeña, acaso cuarenta mil habitantes repartidos en colonias en el reconcilio de las fiestas populares a la patria, a las momentos estelares de nuestra historia, pero sobre todo, las fiestas religiosas en la Loma del Santuario que bañaba de colorido y sincretismo entre las danzas de los fieles y el festejo en las barrigas hasta llegar a la imagen sagrada de la Guadalupana.
Los matachines eran una fiesta de lo pagano y lo cristiano en el sincretismo religioso de nuestra cultura. Matachines dibujados y grabados al aguafuerte por el gran pintor Ramón García Zurita.
La Iglesia de la Loma, o del Santuario, era la convocatoria anual al recogimiento espiritual, ya por La Guadalupana, ya por el festejo de las fies tas de Navidad donde tos acrecíamos la vértice de la Fe.
Reflejada en el encuentro de los barrios, en torno a la Catedral del Sagrado Corazón y la bella Iglesia del Refugio. La Navidad era una fiesta popular impresa en los corazones de toda la comunidad.
Dias de guardar y de soñar, días de declaraciones y promesas de ma trimonio. La Navidad es la convergencia de nuestra Fe como seres humanos de todas las creencias, de todos los cultos religiosos. La Navidad es un arte de vivir donde prolongamos nuestras vidas en las amistades, el amor a nuestros padres y el respeto a nuestros maestros.
La Navidad nos hace ciudadanos de los afectos y los buenos deseos. La Navidad es un arte de Dios, un punto de re flexión crecer en el amor ciudadano, un camino para la paz y la concordia ciudadana en tiempos en que la violencia ha ensuciado los caminos de la vi da. Los tiempos nuestros no son los de ahora.
Tampoco somos unos santos, pero hemos perdida la voz familiar de nuestros padres, el sentimiento fraterno de hermanos, la educación y el respeto a los mayores, a los ancianos, a nuestros maestros.
La Navidad es un Arte de Vivir, un acto de convivencia del corazón de hermanos, la conciencia de que podemos ser mejores a da luz del símbolo de nuestras vidas como un arte de vivir para ser mejores, para soñar en un mundo mejor en el nacimiento de una nueva esperanza que nos una, que nos convoque a la solidaridad. La Navidad es una Fiesta de nuestra Fe, el vínculo con la palabra divina, pero sobre todo el momento para la concordia el perdón y el amor. Vivir es un arte diría André Maurois, él arte ciudadana en que el que todos somos aristas de la vi da. Las fiestas de navidad en colaciones y cantos, lleva la caricia de los buenos recuerdos que compartimos cuando fuimos niños y que aun no deja mos de soñar. Estas leras son para todos nuestros lectores, nuestros amigos en internet y en las páginas im presas. Hagamos comunidad en nombre de estos días de amor a la vida.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO