Como en todo conflicto bélico, el de la Primera Guerra Mundial fue espantoso. Sin embargo, en medio de las atrocidades, entre ellas la muerte 24 millones de personas, ocurrió un suceso insólito de paz.
El 24 de diciembre de 1914, la víspera de la navidad, los combatientes franceses, alemanes y británicos que participaban en las batallas del Frente Occidental olvidaron que eran enemigos y combatientes.
En el transcurso del día cruzaron disparos aislados de fusil y proyectiles de artillería, pero a medida que las horas pasaron y llegaba la Noche Buena, cesaron totalmente las hostilidades, a pesar de que los mandos superiores de los ejércitos aliados y los de las potencias del Eje habían prevenido que se mantuvieran alerta ante un eventual ataque sorpresa de las fuerzas antagónicas.
Pero ocurrió lo contrario. A la media noche los alemanes encendieron en las trincheras de combate árboles de navidad adornados con luces de colores, mientras que los británicos, agazapados a unas decenas de metros en sus escondrijos, no daban crédito a lo que sucedía, inicialmente pensaron que se trataba de un ataque inminente, pero, como sus jefes y estrategas, también se equivocaron.
La sorpresa aumentó cuando, en medio de la oscuridad y de la temperatura bajo cero que reinaba en el campo de batalla, las tropas germanas cantaban Noche de Paz, los ingleses salieron entonces con cautela de las zanjas, temían que se tratara de una artimaña, pero al comprobar que los teutones estaban desarmados, aplaudieron y comenzaron igualmente a entonar villancicos navideños. Emocionados por la tregua informal, unos y otros salieron de los escondrijos y en medio de la tierra de nadie, como se llamaba a franja o espacio que separaba a las líneas enemigas, se saludaron de mano, se desearon Feliz Navidad y platicaron como viejos amigos.
Durante las horas que duró el cese de los combates, los oficiales de los dos ejércitos mostraron fotografías de las familias, intercambiaron regalos, barriles de cerveza, tabaco, botones de los uniformes de recuerdo, cigarrillos, whisky y hasta chocolate.
Incluso, aprovecharon la ocasión y se ayudaron mutuamente a enterrar a los muertos que habían perdido la vida en los enfrentamientos previos. El Capitán Stockwell de los Royal Welsh Fusiliers comentó que a las ocho de la mañana del 25 de diciembre sacó una bandera que decía “Feliz Navidad” y, en respuesta, su homólogo alemán ondeó una camisa con la palabra “Gracias”, mensajes tras los cuales saltaron de sus parapetos para convivir como las familias los hacían en casa, lejos de los frentes de batalla. La camaradería fue tal que hasta improvisaron un partido de futbol, partido que, de acuerdo con las cartas enviadas por los oficiales a sus seres queridos, los alemanes ganaron 3 goles a 2. Los militares trataron de que la tregua pasara inadvertida, sabían que convivir con el enemigo constituía un delito grave que se castigaba con cárcel e incluso con la muerte.
Lamentablemente, los corresponsales de guerra de los periódicos que cubrían la conflagración tomaron fotografías del incidente y este se dio a conocer al mundo, evidencia que los expuso a serios castigos, debido a que, mientras que para ellos la tregua era un momento paz, para la justicia castrense se trataba un grave acto de traición a la Patria.
La tregua, tristemente, duró solo unas horas. Así como con tres tiros al aire dio inicio la interrupción de los ataques con otros tres tiros se reanudaron.
El suceso, sin embargo, puso de relieve que, aunque los jefes políticos y los mandos militares querían la guerra, los soldados habrían dado cualquier cosa para vivir en paz. Para celebrar el acontecimiento, el 17 de diciembre de 2014, a cien años de ocurrida la pausa navideña, se levantó un monumento en el mismo sitio en el que había tenido lugar el histórico encuentro futbolístico.
El presidente de la Unión de Federacio0nes Europeas de Futbol (UEFA), Michel Platiní, invitó a los jefes de Estado y de Gobierno de Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido e Irlanda, a rendir tributo a los caídos un siglo atrás, recordaron, en medio de la guerra, que antes que combatientes eran seres humanos, como un ejemplo para los jóvenes del siglo XXI.
En el conflicto armado, que se inició el 28 de julio de 1914 y concluyó el 11 de noviembre de 1918, participaron 70 países, solo una veintena permanecieron neutrales, combatieron unos setenta millones de soldados, diez millones de los cuales murieron en acción, otros veinte millones resultaron heridos, 14 millones de civiles perdieron la vida, hubo seis millones de refugiados en Europa y la refriega costó alrededor de 180 mil millones de dólares. Hoy, en una época convulsa y carente de valores humanos es bueno tenerlo presente.