El Caminante trataba de avanzar entre los ríos de gente que inundan los alrededores del mercado Argüelles, cuando se topó con su amigo Mariano, ampliamente conocido desde muchachito en el barrio como ‘el Marro’, por su sofisticada y contundente técnica para tirar fregadazos.
Con sus 1.88 de altura y complexión de luchador de provincia, Mariano solamente tenía apariencia de rudo, pues en el interior solía ser la persona más introvertida y apacible.
Con el tiempo conoció a Irene y formaron un hogar bendecido con tres hermosos hijos.- ¡Carnalito que sorpresa! ¿cuántos años sin vernos? – exclamó Mariano.- ¡Que pasó mi Marro! ¿y ese milagro que vienes a la capirucha?- Nombre mano, tuve que venir acá pa’ conseguir el shingao videojuego, ah no, pérate, ‘consola’ que quiere mi hijo el mas chico.- ¿Y en cuanto anda el aparatito?- En una lanototota, ya ni me recuerdes, yo que le quería comprar llantas a mi carrito el Rambler que me dejó mi apá, pero bueno, el huerco me sacó muy buenas calificaciones en el cbtis y se lo merece – dijo el enorme hombre sonriendo.- ¿Nada que ver con los regalos que llegamos a recibir nosotros verdad mano? – reflexionó el Caminante.- ¡Uy no! yo recuerdo que me volví loco y hasta presumido cuando santa ‘clos’ me trajo un ring de madera con dos luchadores de plástico.
Fíjate que a mi nunca se me hizo ese sueño, pero una navidad me tocó una bicicleta nuevecita – recordó el vago reportero.- ¡Ah bueno porque tú eras riquillo! – dijo el Marro.- Nombre cual riquillo, mi papá tenía dos trabajos, en el cine y un taller de herrería, y mi madre un puesto en el rodante.- La verdad es que la navidad tenía más sentido antes, ahora ya solo es un pretexto para gastar y gastar y gastar y tomarse fotos pa’ subir a las redes.
Yo recuerdo que mi abuela nos llevaba a la Misa de Gallo y en la colonia se hacían las posadas con todo y letanías.- No sabes cómo extraño romper una piñata de aquellas con panza de olla de barro – dijo el Caminante.- ¡Uta si! y que tal los dulces que recibía mos, colaciones, chicles, cocadas, paletas de forma de gallito enchiladas, mandarinas y un puñote de cacahuates – respondió Mariano – ¿en tu casa ponían pinito de navidad?- Si, pero nada que ver con los pinos de ahora, el de nosotros era básicamente un palo de madera con hoyitos donde se le encajaban alambres trenzados con tiritas plateadas.
– En mi casa no, pero como vivíamos en el mismo solar de mi abuela y unos tíos, ella lo que ponía era un nacimiento.- ¡Ala no manches Mariano, ya me acordé del nacimiento de tu abuelita! parecía una ciudad en miniatura, se extendía hasta los tendederos a mitad del solar jajaja.- Uy si, ¡y siempre que sacaba cada ‘monito’ era como un ritual! ¡y tenía de todo! aparte de todos los animalitos del pesebre tenía una aldea completa, con carretas, casitas, un cas tillo y creo que hasta un autobús en miniatura de Autotransportes Mante andaba por ahí.-
¿Y hasta los cuantos años te duró la ‘ilusión’ de la navidad, Mariano?- La del gordito que trae regalos hasta que entré a la secundaria, pero el espíritu navideño todavía me llega, ahora es muy diferente, pero será tal vez, que uno se va haciendo vie jo y ya no armoniza con los tiempos actuales, y todo lo percibes como que superficial, y un tanto forzado, actuado.- Yo creo – dijo el Caminante – que lo difícil no es el cambio, sino la pérdida de valores que conlleva. Las posadas de hoy son más parecidas a borracheras y ya muy pocos niños se creen eso de Papá Noel, pero sí creo que aún hay muchas personas que comparten ese ánimo, esa atmósfera de buenos deseos y buena vi bra.- Yo a veces pienso que la buena vibra es solo mientras dura el aguinaldo – dijo el Marro.- Ni creas, la mayoría de los mexicanos tra bajan en el sector informal y ahí no hay aguinaldo.- Eso sí, pero pues aquí como me ves cin cuentón y con panza, a mí todavía me ilusiona la llegada de la navidad, y no tanto por los re galos, sino porque se topa uno con personas, familiares y amigos que no veía uno desde ha ce años.- Como ahorita mi querido Marro, ¿te acuerdas cuando dormiste de un trancazo al maestro de la banda de guerra?- ¡Ya sabía que me ibas a recordar esa! – exclamó entre carcajadas Mariano.
Quizás las navidades de hace 10, 20, 30 o 40 años fueron mejores, tal vez los niños rui dosos de los ochentas o dosmiles eran más ingenuos y felices. O en una de esas, todas sean falsas ideas, pero lo que si es cierto, es que la pandemia nos enseñó que hay que disfrutar el presente con los que aún están a nuestro lado. Feliz Navidad a todos los lectores del Caminante y sus insólitas aventuras andando de Pata de perro.
POR JORGE ZAMORA