En el primer acto, a la media cuadra sale de una casa un desconocido tambaleando. Pienso que es un vestigio de la Noche Buena; hace rato pasó el camión recolector de basura sino se lo hubiera llevado. Como él otros salen de la celebración y no durmieron, continúa la borrachera en el patio, se escucha la alegata peleando los terrenos intestados de la abuela que todavía vive.
Durante la madrugada perros y gatos liberaron a sus mejores guerreros para hacerse de los vestigios de carne , de los tamales y de los platos. Quedaron empatados y bien panzones luego de la pelea de vencer o morir entre los cohetones.
Los vecinos ensayaron todo el día los villancicos y a la mera hora, por la emoción del momento, en plena posada, los olvidaron para inventar al niño en el pesebre donde estaban los regalos más preciados: la vida, la alegría, la familia y las palabras llenas de dicha junto a un pino que volvía a prender a apagar las luces del año pasado.
Ayer desde temprano se llenaron las tiendas del centro que hicieron su agosto, pero como todo comerciante dirán que les fue más o menos. Las señoras y algunos señores aportarían una copia del gorro «santaclosiano», pidiendo posada en el nombre del cielo, la panza es propia, la risa es posiblemente falsa, los regalos fueron comprados con una parte del aguinaldo o a crédito en Coppel para empezar a pagar en enero. Todo será subido al Tik tok, para hacerlo viral en la sala de del vecindario.
Sólo quedarán tamales inventados para sostener el mes de la cuesta de enero, entonces llegan las tías que te besaban de chiquillo y hacen el café negro y sin luces recuerdan al que se fue.
No tarda mucho en salir de las casas el fuerte olor de los tamales recalentados. Un señor sale en su motocicleta a buscar lo inhallable, «todo está cerrado vieja. No importa compra dos kilos de tortillas y tres litros de menudo y no vuelvas sin nada» . Él sabe que no es broma, pero anoche bailaron de a cartoncito de cerveza. Para acabarla la moto no quiere encender y todo lo que sigue.
Amanecimos crudos, nadie se ha muerto de eso, creo. Otros amanecieron abajo de la cama para sentirse frescos, no hay donde meterse con el vómito en el pescuezo. Sin memoria, otros te la recuerdan. No recuerdan haber dicho nada al calor de las copas.
Una parte del día retorna a su habitual existencialismo, el sol entra y sale de las nubes con la mayor parte de la gente de vacaciones y el día libre. Se escuchan las primeras regaderas donde hay personas bañándose para ir a Paseo Méndez ahora que el tiempo es cierto. La moto ya encendió y el vato la dejó prendida para salír sin decir a dónde.
La calle comienza a recuperar la vida, hay casas vacías de aquellos a quienes tocó compartir la noche buena con la suegra. Ahí andaba el de la moto, creo, que el más famoso fue el de la cheve que trabaja en una cervecería, iba y venía. Los baños ocupados, en una falla de la Matrix, de pronto se desocupaban. Hoy queda el eco de anoche, la polvareda del patio, los gritos, los eufemismo del tío lolo, ya en la víspera del año nuevo.
El primo que llegó del otro cachete- con gabacha y todo- sale a ver si aún sigue allí afuera la mamalona para ir a dar la vuelta a la colonia Moderna. Está en corto dice el Google map, es media hora desde la López Portillo. La más chiquilla que únicamente habla inglés quiso preguntar no sé qué- yo no masco el inglés- cuando llegaron los primos amanecidos con una cheve light en las manos y los corridos tumbados. Ya en rastras, el día se acaba como si nada.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA