Para nadie es una sorpresa, la moda es un lenguaje, un manjar a veces picante, a veces muy dulce, ligeramente amargo, un sabor que es difícil distinguir si lo amas o lo odias, servido siempre de manera fría, peligroso, contundente, apabullante… todos lo comen, lo disfrutan, lo aman.
Casi siempre se atragantan y piden el resto para llevar.
‘Coquette’ es así, maximiza la utilización de “elementos femeninos” y ¿se convierte en un estandarte de rebeldía?
Este discurso ha inundado todas las corrientes digitales y entornos físicos, aunque la estética no es nueva, ha acaparado cualquier vertiente. Esta oleada ha sido tan intrusiva que más que hablar de un estilo, bien podemos referirnos al tema como un mensaje que se lee entre líneas dejando varias interpretaciones servidas en la mesa.
Podemos definirlo como la última mega tendencia de moda que se caracteriza por llevar elementos asociados a lo femenino en grandes cantidades sin perder rasgos delicados, tiernos, dulces e infantiles. Moños, faldas cortas, calcetines con olanes, tacones bajos, colores pasteles y perlas, son parte decisiva del ‘coquette’.
Se ha descrito a esta tendencia como “el nuevo punk” una manera alterna de llevar todo aquello que, por no ser criticadas, avergonzadas o ridiculizadas, las mujeres dejaron de usar en su época de transición de pubertad a la adolescencia.
Una venganza que dicta que las mujeres ahora usan lo que les venga en gana, aun así, estos elementos no reflejen de manera aparente parte de la vida adulta o de la imagen de una “mujer de negocios”.
Este mensaje rebelde viene apoyado un par de meses atrás con la fiebre rosa de la película Barbie, evocando nuevamente el discurso que resonó en las infancias de ser lo que queramos ser, vernos siempre geniales y ¿por qué no? Corresponder a los estereotipos clásicos socioculturales globales.
En algunos países asiáticos, esta estética es muy añeja y popular, las estrellas de K-pop cumplen con sus estándares al pie de la letra, siempre femeninas, delicadas, lindas y tiernas.
Para hablar de esta tendencia, tendríamos que comprender que hay agentes de poder detrás que promueven este mensaje con el objetivo de masificarlo, la moda figura como este personaje que brinda aprobación, si las grandes industrias del “bien vestir” autorizan este mensaje, ¡entonces hay que llevarlo! No queremos no estar a la moda.
Hay un punto casi imperceptible en el sabor dulce, que deja de ser dulce, más bien se siente salado, picante o amargo. ‘Coquette’ cumple también con estas características.
No todos los platillos satisfacen cualquier paladar, dentro de esta lectura entre líneas que ofrece dicha tendencia, se encuentra un peligroso discurso que atenta, violenta y promueve estereotipos patriarcales con los cuales se ha luchado por erradicar y dejar de vincular el aspecto de las mujeres con ellos. ¿Se trata entonces, de un retroceso en la carrera interminable por dejar de corresponder a estereotipos “femeninos”? ¿Será que llegaremos a la meta?
En retrospectiva, las mujeres han corrido el mismo maratón muchas veces, solo han cambiado de pista, hasta hace no mucho se compró la idea de cómo luce una mujer exitosa de negocios. Los esmoquins femeninos y trajes sastres fueron elementos apropiados por mujeres, algo muy parecido a lo ocurrido en los 30´s cuando se revolucionaba “el bien vestir” al dejar a un lado los vestidos e incluir en sus armarios un par de jeans.
La moda con su poder catalizador decreta el mensaje, las mujeres resignifican cualquier elemento, la industria juzga y la sociedad es cómplice.
POR KAREN SALAS ARÁN