Si te asomas al fondo de la calle y haciendo un esfuerzo alcanzas a ver un punto donde la distancia converge en el centro del cuadro; centrado en lo más lejano, verás que hay otro mundo del que nada se sabe.
En ese fondo pasan los vehículos que al llegar a la esquina se detienen un poco. A penas sí se ven cuando los colores son chillantes verde, amarillo, rojo. También se ve quien venden frutas a la sombra de un árbol a la distancia de seis cuadras. Aún no viene el micro de la México.
A esa distancia habrá sin temor a equivocarme personas a quienes nunca he visto, a las que no volveré a ver ni ellos a mi. Un abrazo al ser anónimo. La ciudad tiene los rincones donde encajan las veces que pasamos por un sitio sin ver. Nos encontramos y nadie nos vio. No recordamos que eso haya pasado, me quedé en la otra cuadra donde hay un depósito.
El intercambio de miradas servirá poco para intervenir en el mundo paralelo donde viaja el compañero de banqueta. No hay memoria que guarde estos instantes. Por otra calle pasan pocos carros, hay casonas, viviendas sencillas, oficinas de abogados, y nubarrones grises con lluvia.
En tu bolsa llevas la vieja idea de subsistencia y un tomo de una enciclopedia incompleta e indecisa. La urbanidad te absorbe tiempo ahora que lo piensas y buscas dónde tirar aceite.
Viendo al mismo punto, donde se fuga el paisaje hacia el fondo, vagan sombras de unos y otros. Son historias a su paso por la ciudad, ciertas calles, un número de vivienda. Son llaves que abren otra casa. En la puerta, una mujer distinta aguarda al dibujante. Las televisiones abordan las banquetas y varios sujetos tienen una llamada.
En las paredes de la ciudadestá la biblioteca con las tragedias del barrio y un joven viene corriendo. En el barrio, cuadras antes del punto finito, vas reconociendo el terreno. Solía caminar por la calle 17 y la memoria podría establecer la historieta de Victoria a través de los transeúntes pasando a cada rato.
Los habitantes de aquel fondo de la calle piensan lo mismo que nosotros o quizás jamás lo piensen. Gente viene desde aquel sito y se repegan a los vidrios pues somos el otro punto.
De allá proceden los marcianos y arreglan sus naves espaciales. Del otro lado de la colonia Mainero. Del otro lado mucho más allá, piensan que la tierra es plana. De allá viene la raza que saca puros dieces. Hay dragones y gigantes Nefilin.
Con poco ya eres parte de la historia de otros, pero nunca tardas en escapar. Y sigues viendo el inalcanzable fondo de la calle con los colores tradicionales, las urracas, el inmenso invierno.
Les he visto de cerca pasar con prisa, como si los estuvieran esperando y fueran tarde. Estas viendo el paso intempestivo de la vida en otros cabellos, en historias y leyendas de la lejanía. En lo incierto e inalcanzable del fondo de la calle se cultivan las leyendas, la incertidumbre pone negocio y la nostalgia es un lugar junto a la ventana, unas 20 cuadras antes. Podrías llegar a pata.
Voy hasta donde la vista alcance, lo demás es utopía. Al otro lado del fondo puede que la tierra sea redonda, pero aquí derecho por donde voy corriendo ya mero llego a la esquina desde donde puedo ver el punto exacto donde todo lo que comienza termina, y se empieza a tejer otra tela.
De vez en cuando alguien me llama, perdón señor equivoqué el número, no se preocupe. Yo imagino de inmediato, con esa voz debía tener labios dulces, un pelo liso en fin. Ni siquiera he topado ese pequeño mundo que apenas se ve en el fondo de la calle, lo que pueda imaginar de ese mundo tiene un margen de error muy estupendo. Creo que ahi viene el camión recolector de basura.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA