En Estados Unidos se han definido los candidatos presidenciales de sus dos, prácticamente únicos, partidos políticos. Se volverán a enfrentar el demócrata Joe Biden y el republicano Donald Trump.
Biden, el actual presidente, busca su reelección a los 81 años al tiempo que presenta señales de senilidad. Trump, el candidato republicano, ya fue presidente de los Estados Unidos y, aunque no logró su reelección inmediata, regresa ahora con renovado ímpetu a la contienda presidencial.
La carrera se encuentra bastante pareja desde dos indicadores clave. Uno son los donativos a sus respectivas campañas electorales. En este marzo Biden cuenta con una bolsa de campaña de 128.7 millones de dólares y Trump con 96.1 millones de dólares. Cifras que subirán en las próximas semanas y meses. Un segundo indicador importante son las encuestas que, de momento, le dan a Trump una ligera mayoría.
El mundo, en particular Europa, se prepara para la eventualidad de que Trump consiga, por segunda ocasión, ser presidente de los Estados Unidos. Posibilidad que no se puede hacer a un lado y por la que conviene tratar de conocer y entender mejor a este candidato.
Trump nació en 1946 y se educó en colegios privados. Se graduó en economía en una prestigiada universidad. En 2015, ya en campaña electoral presidencial, su abogado amenazó a estas instituciones educativas con demandas legales si daban a conocer sus calificaciones.
Como estudiante consiguió cuatro postergaciones de su servicio militar durante
la guerra de Vietnam. Tras ser calificado como apto para el servicio militar consiguió ser reclasificado como medicamente no apto de manera permanente debido a excrecencias óseas. Más adelante, a los 69años, en el mencionado 2015, su equipo de campaña publicó una carta de su médico personal, Harold Bornstein, afirmando que Trump era “el más saludable individuo jamás elegido para presidente”. En 2018 el mismo Borstein declaró que Trump le había dictado la redacción de la carta y que tres agentes del recién elegido presidente entraron a su oficina en febrero de 2017 y se apoderaron de su expediente médico.
Además de sus calificaciones y condición médica, otro de los secretos que más protege es el origen y magnitud de su fortuna. La presume
y engrandece mucho más allá de la realidad
a nivel mediático y para obtener préstamos y favores; pero también es acusado de rebajar el precio de sus propiedades en sus declaraciones de impuestos que, por supuesto y a diferencia
de otros presidentes, las mantiene en secreto. Su fortuna en el año 2024 se calcula entre 2.6 y 7.1 miles de millones de dólares, reales o potenciales,
debido a que gran parte de ella depende de variaciones en los mercados inmobiliarios y financieros.
Trump se convirtió en millonario a los 8 años; más adelante su padre le “prestó” 60 millones de dólares que en su mayor parte no le pago y recibió otros 413 millones (calculado en dólares de 2018). Sobre esta última transferencia él y su familia fueron acusados de cometer un fraude fiscal cercano a los 550 millones de dólares al eludir el impuesto neoyorkino del 40 por ciento sobre la casi totalidad de la fortuna de su difunto padre.
Trump ha sobresalido en sus adquisiciones inmobiliarias por complejas operaciones financieras que han incluido seis declaraciones de quiebra corporativa, no personal, como un mecanismo para reestructurar y reducir deudas, liberar capital y mejorar sus negocios. De tales quiebras ha salido favorecido en lo personal y en un debate electoral presumió que eso muestra su capacidad para utilizar las leyes en su beneficio. Es decir, una cualidad. Otra es su habilidad para evadir o reducir al mínimo el pago de impuestos.
Se convirtió en una figura mediática notable. Tuvo participaciones breves en películas y promovió eventos de lucha profesional, de belleza y otros. De 2004 a 2015 dirigió y fue estrella de programas en vivo; el más famoso fue “El Aprendiz”, donde se representó como ejecutivo exitoso y dominante. En 2021 renunció a la liga de actores en vez de presentarse a un comité disciplinario por una campaña de desinformación que, según la liga, colocaba en riesgo la seguridad de los periodistas.
Toda su vida empresarial y política ha estado marcada por la opacidad y los conflictos legales. Ha afrontado o emprendido más de 4 mil litigios legales y ha sido el único presidente impugnado en dos ocasiones por el Congreso norteamericano. Su equipo permanente de abogados es tal vez la más importante rama de su organización empresarial y de su carrera política.
En 2024 Trump fue declarado culpable de fraude financiero en Nueva York y esto puede costarle cientos de millones de dólares; está apelando la decisión. También múltiples acusaciones gubernamentales: 34 por mal manejo de documentos secretos; 4 cargos de conspiración y obstrucción de la elección presidencial de 2020; 10 acusaciones por delitos electorales graves en Georgia. Sus pleitos legales son también mediáticos dado que lanza incesantes acusaciones a jueces y fiscales entre otros. Al mismo tiempo se presenta como víctima de maquinaciones políticas.
Trump no tiene ideología ni principios inflexibles. Es, por otra parte, un genio para captar los sentimientos de agravio de docenas de millones de norteamericanos que han sufrido un deterioro en su nivel de vida, salud, seguridad personal y para encauzar la furia de estos ciudadanos en contra de presuntos culpables.
Durante los próximos meses de campaña México será particularmente criticado por Trump: como parte del
ataque a los migrantes que, dice, les
llevan enfermedades, inseguridad, drogas, crimen y les roban empleos. Y por el creciente déficit comercial con México que, además, opera como puente de entrada
de mercancías china. Repite sus ideas de levantar un muro y rebalancear el comercio. Endurecerá sus ataques y habrá que tratarlo con pinzas porque si algo lo caracteriza es su enorme ego, incapaz de sufrir el menor rasguño sin una reacción desmedida.
Trump repetirá su estrategia proteccionista. Habla de un arancel de 60 por ciento a las importaciones procedentes de China y de 10 por ciento a las del resto del mundo.
Aunque es empresarialmente muy agresivo no parece serlo en el plano militar. Fue el único presidente norteamericano
en los últimos 72 años que no involucró
a su país en una nueva guerra. Aunque egocentrista y peleonero, no refleja las ideas de grandeza imperial, o de lucha contra
los supuestos malvados del planeta que guían al equipo de Biden. Su base de apoyo son los blancos agraviados y las minorías
en ascenso socioeconómico (incluyendo afroamericanos e hispanos), no los grandes corporativos de la industria militar.
Trump se presenta como el único candidato que puede evitar la cercana, dice, tercera guerra mundial. Según él tiene la capacidad de negociación para resolver los conflictos de mayor riesgo global. Tal vez presume en exceso, pero es una intención interesante que contradice la de su opositor en la contienda presidencial.
Es un candidato veleta que podría ser, paradójicamente, el candidato de la paz global si sus antenas políticas captan que la población de su país no está interesada en proseguir la guerra en Ucrania y se horroriza crecientemente por el genocidio en Palestina.