Si no tengo trabajo, lo busco y si no lo encuentro, lo construyo. Así es como en la informalidad miles de mujeres han materializado el sueño de una vida más próspera. El ser “neni” (como cualquier otro emprendimiento) involucra compromisos y desafíos complejos que están fuera de la esfera de un trabajo formal o habitual, no existen horarios establecidos ni rotación de turnos, quien limpia, entrega o lava, es la misma que empaqueta, compra y sube contenido. A diferencia de los empleos tradicionales, los fines de semana son a menudo los días de mayor actividad para estas microempresas que sostienen familias, acrecientan la economía de su comunidad y emplean a más personas.
En respuesta a la precariedad, mujeres han visto la ropa “de segunda” como un negocio que les permite crecer de manera personal y asegurar un ingreso. Lo que algunos han visto como plata, para otros ha resultado ser el oro, pero no todo lo que brilla es bueno y este negocio plantea un nuevo organismo de ventas a la vez que amenaza a quienes se desempeñan dentro de este fenómeno. Uno de los principales retos es la seguridad, este trabajo exige compartir datos personales de las vendedoras tales como número telefónico, datos bancarios, rutas donde comúnmente entregan sus pedidos y señas particulares de cómo visten. En México podemos recordar el caso de Danna Sugey Salgado Dávalos, quien luego de salir de su domicilio para realizar una entrega jamás regresó a su hogar con vida, dejando en orfandad a un bebé de dos años.
En la zona sur del estado hemos podido observar la gran oleada de “nenis” congregadas en lugares públicos como la Plaza de armas, Altama o ya ni hablar del estacionamiento del Metro que se convierte en una microciudad donde las que gobiernan son ellas. Un sistema que lleva en su médula la creación de comunidades en el entorno virtual y de manera física, este emprendimiento no podría proliferar sin la red de apoyo y distribución que se teje alrededor. Esposos, padres, hermanos e hijos son los que comúnmente suelen colaborar en el negocio de las nenis y de las “recolectoras” otro punto fundamental en esta célula de compra y venta de ropa de segunda.
“Las recolectoras” también suele ser un negocio de mujeres que básicamente son las encargadas de llevar tu pedido a casi cualquier rincón de la ciudad y fuera de esta, cuentan con un radio de acción bastante amplio, abarcando incluso comunidades rurales con el objetivo de que nadie se quede sin la mejor ropita de temporada.
La recompensa económica de este esfuerzo no es equiparable a la recompensa personal, ser dueña de tu propio negocio es algo que difícilmente se logra. Ni ser la mujer más preparada, con la mejor presentación y una calidez humana inigualable, te asegura que alcances los puestos que estás lista a desempeñar. Las mujeres se han cansado de esperar…esa oportunidad laboral, la manutención justa de su familia, que las condiciones laborales cumplan con los aspectos integrales de nuestra vida y en contraparte han elegido ser ellas mismas las que deciden las bases de su negocio, de qué manera desarrollarlo y como ejecutarlo.
Para conseguir lo que deseamos es necesario sacrificar más (las condiciones históricas así lo establecen), pero si el negocio es propio y la recompensa te la llevas tú, entonces vale la pena.
Más allá de su contribución o no al medio ambiente, la pelea en contra del fast fashion, la emancipación del papel emprendedor de la mujer o su declaración de impuestos hacia el SAT, desempeñarse como “neni” resignifica elementos laborales importantes como la reestructura de esquemas de trabajo, la ruptura de sistemas añejos y replantea nuevas técnicas de relaciones entre consumidores y sus productos.
POR KAREN SALAS ARÁN