CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Más de 2,500 hectáreas de bosque han sido consumidas por el fuego en la Sierra Madre Oriental lo cual empeorarán la crisis de agua en Victoria.
La erosión del suelo, la falta de árboles y la dificultad para recargar los mantos acuíferos, combinados con el riesgo de deslaves y escurrimientos por lluvias fuertes, agravan la situación.
Jesús García Jiménez, doctor en ciencias con especialidad en manejo de recursos naturales y maestría en biología forestal, alertó sobre el grave escenario que se aproxima.
Señaló que el daño será incalculable tanto en especies y flora perdidas como por los efectos indirectos sobre la población y sus fuentes de agua, especialmente La Peñita.
“Sin duda, si ya estábamos afectados por la simple sequía con veneros muy bajos, esto impactará en el flujo de agua.
Al pasar las lluvias, los veneros serán más ligeros y se agotarán más rápidamente”, explicó García Jiménez.
Sin plantas que retengan el agua de lluvia, la capacidad de filtración al subsuelo disminuye, afectando la formación y recuperación de los mantos freáticos.
Esto tendrá implicaciones directas en el suministro de agua para Victoria y los ecosistemas locales.
Los incendios forestales son fenómenos devastadores que no solo arrasan con extensas áreas de vegetación, sino que también generan una serie de consecuencias que van más allá de la destrucción visible.
Estos eventos tienen un impacto profundo y duradero en el medio ambiente y en la economía, afectando múltiples aspectos de los ecosistemas y las comunidades locales.
“Puede haber una crisis del agua.
Habrá una escorrentía del agua y, en un momento dado, la presa captará más agua, quizá, pero los manantiales y la misma cuenca hidrológica ya no se recargarán”, advirtió García Jiménez.
Uno de los efectos más preocupantes es la mayor vulnerabilidad de plantas y árboles ante plagas y enfermedades.
Tras un incendio, la capacidad de estas especies para crecer y regenerarse se ve gravemente afectada.
La pérdida de vigor y protección hace que sean presa fácil para insectos y patógenos, lo que compromete la recuperación del bosque.
El experto señaló que, una vez extinguido el fuego, los investigadores deberán realizar un análisis de lo que fue destruido en cuanto a especies de flora, ya que los proyectos de reforestación deben enfocarse en las especies que habitaban el lugar.
La destrucción de la cubierta vegetal deja los suelos expuestos y extremadamente susceptibles a la erosión.
Sin la protección natural que ofrecen las plantas, el suelo es arrastrado por el viento y el agua, lo que degrada la calidad del terreno y reduce su capacidad para soportar nueva vegetación.
En cuanto a los animales, además de aquellas especies que fueron sofocadas o consumidas por las llamas, el hábitat de la fauna silvestre desaparece, forzando a muchas especies a migrar o enfrentar la extinción local.
Además, se desequilibran las cadenas alimenticias, afectando a los depredadores y a las especies en todos los niveles tróficos. La destrucción de organismos como hongos, bacterias y protozoarios, esenciales para la descomposición de materia orgánica, interrumpe procesos vitales para la salud del suelo y la regeneración del ecosistema.
Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON