Desde luego, no va a suceder, pero eso quisiera un sector importante de los televidentes, en los días que faltan para la elección presidencial. Un cuarto debate libre de formalismos.
Un cara a cara sin la burocrática supervisión del INE, ni conductores, ni preguntas previamente seleccionadas y (por supuesto) sin MÁYNEZ. Ese adversario colero que solo consumía tiempo precioso sin aportar mucho a una decisión final que (¿quién lo duda?) es cosa de dos.
Se diría que candidatas, partidos y organizadores le quedaron a deber al país una competencia más sustantiva de ideas, diagnósticos y proyectos. Particularmente en el terreno práctico (el qué y el cómo) más que en morralla ideológica.
Y hay (en efecto) espectadores con hambre pues lo que vimos en esos encuentros difícilmente merecería el nombre de debate. Fueron tres monólogos con un bajo nivel de intercambio. Ni ejercicio comparativo, ni exposición de contraste, demasiados insultos.
Máxime en un asunto tan delicado como es el de la seguridad. Ahí necesitábamos ver dibujada con todo detalle la diferencia entre proyectos de corto, mediano y largo alcance, frente a la ola criminal que estremece hoy a México.
HAMBRUNA DE DATOS
Y pasó en otros temas. Los programas sociales de cada cual se parecen, pero las candidatas tenían tanta prisa en descalificarse que nos faltó tiempo para conocer los datos y distinguir con claridad entre sus respectivas propuestas.
En ese sentido, tampoco fue diálogo. En las dos (los tres) vimos una actitud muy similar. No se escuchan y solo registran la voz del adversario con el nivel de atención básico que permita rebatirlo o contraponer un ataque equivalente en un renglón cercano.
En términos ideales, estos ejercicios de diálogo democrático debieran servir para encontrar (y hasta subrayar) coincidencias. Pero México se encuentra tan polarizado que darle un gramo de razón a un argumento del adversario podría ser visto como un síntoma de debilidad.
No hubo tiempo para ello aunque, en esencia, estén hablando del mismo país, disputando el mismo cargo y en el mismo tiempo. Difieren en mucho (y lo gritaron) nos habría gustado saber en qué coincidían.
Caso ilustrativo, el de la necesaria reforma al Poder Judicial, de la que todos hablan, pero no empatan sus respectivos proyectos, solo descalifican los de sus contrarios.
TENAZ ARTILLERA
De acuerdo a lo esperado, la opositora XÓCHITL GÁLVEZ redobló sus ataques, multiplicó sus quejas, hizo lo humanamente posible por llegar mejor armada y pertrechada de argumentos al tercer debate con la oficialista CLAUDIA SHEINBAUM.
Contó esta vez con una ayuda providencial. La presencia del movimiento de lucha ciudadana denominado “marea rosa” en el Zócalo capitalino el mismo domingo, horas antes del encuentro televisivo.
Como antes hicieron en defensa del INE o del Poder Judicial, este poderoso pero poco estructurado oleaje de inconformes llenó de nuevo la gran plancha frente a Palacio Nacional.
Anunciada de antemano la asistencia de XÓCHITL a dicha jornada de protesta, además fue la oradora principal, se dejó abrazar por ellos para colocarse a la cabeza y convertirse en su abanderada no-oficial, candidata al fin.
Con ese vuelo llegó por la noche a la cita de los Estudios Churubusco, donde lo esperaba una CLAUDIA SHEINBAUM equipada con una armadura todavía más gruesa y lustrosa que en las dos ocasiones anteriores.
El espectáculo de GÁLVEZ, disparando imputaciones una y otra vez contra la muralla enemiga, se observa muy distinto en ambas trincheras y todavía más distante desde una perspectiva neutral.
Cada golpe lanzado por XÓCHITL (con buena, regular o mala puntería) es asumido por sus seguidores como una ratificación de su superioridad moral y un vaticinio creciente de su triunfo.
Para los morenos, en cambio, las acometidas de GÁLVEZ (afortunadas o no) siempre serán fallidas, erráticas, producto de la desesperación, síntoma de agotamiento y augurio de su fracaso. Por ello es difícil encontrar referentes objetivos entre quienes elaboran sus diagnósticos apegados a militancias.
LA ESFINGE GUINDA
Valorar el esfuerzo de cada una hace imprescindible precisar la ubicación de cada cual en la competencia y entender, por ende, los imperativos que las marcan. Para XÓCHITL es acometer, para CLAUDIA conservar, sobrevivir a las embestidas con un mínimo de daño.
Por ello la palabra “ganar” tiene significados diferentes. El bombardeo inclemente de acusaciones contra la causa obradorista podría hacer pensar que la señora GÁLVEZ ganó, triunfó, barrió de calle. Una lectura simple diría: “fue la que más pegó”.
La cuestión de fondo es… ¿atinó?… o, mejor aún, ¿sacudió con sus obuses, descolocó, logró impactar a la impasible SHEINBAUM, enfundada en su coraza de GIOCONDA feliz?…
Y ya entrados en gastos, la verdadera prueba del ácido en esta suerte de competencias: ¿logró la metralla del PRIAN mover el marcador en el rubro preciso de las preferencias electorales?
De no ser así, el entusiasmo de los “xochitlovers” podría irse fácilmente del gozo al pozo. Mire usted, el éxito de una estrategia ofensiva como la que montó la candidata opositora se mide por resultados.
Es decir, en las encuestas finales que pronto vendrán. Aunque algo mucho mejor, en el comportamiento del voto el próximo 2 de junio. Dicho está, al baile vamos.
POR CARLOS LÓPEZ ARRIAGA
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