Para el PAN, que se mantiene como segunda fuerza política del estado, el escenario en el corto plazo es complicado porque deberá sortear no solo la disminución de su fuerza en el Congreso sino también en los gobiernos locales.
Lo que dominará la conversación será la inevitable, esperada y fuerte lucha del PAN tradicional contra los residuos cabecistas.
Tras la pérdida de la gubernatura hace casi dos años, el PAN continuó un proceso que ya venía viviendo de manera natura, caracterizado por la erosión de su imagen a causa del desgaste por el ejercicio del gobierno encabezado por Francisco García Cabeza de Vaca.
Luego de eso, la elección federal de hace poco más de un mes vino a ser un golpe fuerte no para el panismo, sino para la corriente cabecista que controla al partido a través de Rosario González Flores y antes por medio de Luis René “Cachorro” Cantú, el peor dirigente estatal en el último cuarto de siglo del PAN en Tamaulipas.
Sin embargo, pese a los pésimos resultados del blanquiazul, la tampiqueña Rosario González llegará al Congreso como diputada plurinominal junto con otros de sus compañeros como Vicente Verástegui Ostos e Ismael García Cabeza de Vaca.
Los tres y quienes se acumulen como parte de la bancada responderán no a los intereses del PAN, sino del cabecismo residual.
Los tres serán representantes del grupo de Francisco, el exgobernador que no solo acabó con el PRI sino que le hizo mucho daño al blanquiazul, al grado de que hoy en día solo existe el del sur y en condiciones un tanto maltrechas.
En ese contexto, el PAN tamaulipeco enfrenta un escenario complicado en el que resalta la necesidad de iniciar un proceso de renovación de la dirigencia y la sustitución de cuadros identificados plenamente con el cabecismo, para dar paso a una generación de panistas que responden a los valores tradicionales, los que fueron avasallados durante el sexenio anterior y quienes, pese a derrotas coyunturales como la ocurrida en Tampico, permanecen.
Porque sí, la derrota del PAN en la elección por la Alcaldía de Tampico fue coyuntural y no debe interpretarse como una pérdida en sí, sino un relevo propio de las circunstancias actuales.
Era inevitable que la inercia propiciara eso, pero quien conoce la historia y la dinámica política del puerto, sabe que es parte del ciclo que hará volver al blanquiazul al poder en unos pocos años.
Pero ese es otro tema y por lo pronto, en el contexto estatal el PAN debe resolver el problema de la renovación de la dirigencia, debe asumir el reto de permitir cambios en los órganos de dirección y de lograr que el panismo tradicional, el que logró consolidar al partido en el sur y el norte; el que prevalece más allá del ímpetu avasallador y arrogante del cabecismo, debe resurgir.
El nuevo escenario para el PAN no se presenta fácil y tendrá que enfrentarlo con una idea clara de que deben cambiar las cosas.
Para empezar, el panismo que sobrevivió a la catástrofe electoral del mes pasado en Tamaulipas tiene que empezar a buscar ganar más espacios, a desplazar a los cabecistas que siguen controlando el comité directivo estatal y el Consejo Estatal para comenzar un proceso de renovación profunda.
Esto significa que Rosario González Flores o a quien haya dejado encargada del partido tendrá que dejar la dirigencia estatal para ceder el paso a la renovación. Los incondicionales de Francisco harán hasta lo imposible por impedirlo.
Si el panismo tradicional, el panismo al que Francisco, Ismael y la cofradía cabecista desplazaron durante el sexenio anterior quieren, deben tomar nuevas posiciones en los órganos de dirección del partido.
Desde ahora deben comenzar a marcar una diferencia entre el panismo y el cabecismo, este último representativo solamente de los intereses de Francisco y de su hermano Ismael, así como de otros cuantos incondicionales.
El cabecismo se empoderó y se ensoberbeció. Se olvidó de la lucha de los panistas que por años buscaron una alternancia en el gobierno estatal y se convirtieron en una confradía que debido a su arrogancia cometió error tras error, hasta perder la elección por la gubernatura.
En su burbuja de soberbia, arrogancia y testarudez, Francisco e Ismael sostuvieron e impusieron en cargos partidistas y públicos a individuos que en su quehacer se convirtieron en lastres para el gobierno como el mencionado “Cachorro” Cantú y Gerardo Peña Flores, por mencionar solamente a dos.
Al partido lo convirtieron en una simple oficina de partes en donde se recibían las instrucciones de Ismael, convertido en todopoderoso presidente estatal de facto, con los consecuentes efectos negativos.
Sobran los testimonios en donde se da cuenta de que el todavía senador y brazo derecho de Francisco alentaba confrontaciones contra connotados panistas a través de testaferros como en su tiempo fueron Jorge Rivera Schotte y Gabriel Guerra Turrubiates, por ejemplo. Todo era golpear a panistas con quienes Ismael no congeniaba.
Con esos antecedentes, no es de extrañar que el PAN tamaulipeco se encuentre en una posición complicada, enfrentando un escenario que se le presenta difícil pero no imposible de resolver.
El panismo tradicional, ese que fue desplazado por el cabecismo, tiene ahora la oportunidad de resurgir, de tomar posiciones, de impulsar cambios y de desterrar los residuos de la cofradía incondicional de Francisco e Ismael de los órganos de poder del partido.
¿Quién puede hacerlo? El panismo tradicional, el que no se plegó a las embestidas legales, políticas y marrulleras de Francisco, Ismael y hasta de César “Truco” Verástegui voltean a ver a cada rincón del estado tratando de encontrar quién pueda hacer esto.
Y aunque faltan meses para que los nuevos diputados cabecistas asuman sus cargos obtenidos por la vía plurinominal en el Congreso, los brotes de inquietud entre entre el panismo tradicional siguen creciendo y seguramente antes de finalizar el año veremos ya los primeros cambios conseguidos a través de la presión.
Si bien los movimientos tienen que generarse desde abajo y en Tamaulipas, el panismo ajeno al cabecismo no puede sustraerse al proceso de renovación que necesariamente debe verse en el país en los siguientes meses, con la renovación de la dirigencia y de los factores de poder en el partido a nivel nacional.
Algo sí es seguro: Puede darse como un hecho de que los siguientes tres años marcarán el fin de la era cabecista y de la posibilidad del comienzo del resurgimiento para el panismo tamaulipeco.
Porque del regreso al poder yo creo que hablamos de más tiempo, pero ese es otro tema.
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