Se cree que las vacaciones son un invento de los ejipcios como una forma de descansar durante las celebración a los dioses. No era hueva, ya han de haber andado bien cansados los vatos por subir piedras de cientos de toneladas para hacer las pirámides. Como hoy, las vacaciones una vez al año duraban dos semanas.
En la época contemporánea los franceses las instauraron legalmente en 1936, no hace mucho tiempo, hagas o no hagas nada.
En la religión Católica, según la biblia escrita a lo largo de mil años, compilada en el concilio de Roma en el 382, después de Cristo, en el Génesis apunta que Dios hizo la chamba creando los cielos, la tierra y al hombre en seis días y descansó el séptimo día. Que a la postre se transfirió al mundo en un día no laboral, como lo es el domingo.
Para el mundo árabe los días libres son de no hacer absolutamente nada, muere un líder y duran un mes casi inmóviles en señal de duelo; acá esos días se aprovechan para chapolear el terreno, hacer lo que plazca, pintar la casa, tirar barra, echar un colado, lavar las garras, echarse unas chelas, leer, visitar a los parientes, salir al campo, al río, a la playa o hacer el viaje de sus vidas a las europas como dice la tía.
Nadie se quiere quedar sin el sueño de la selfie con la torre Eiffel, nomás por bajar el estrés. Pero a veces- ya ve usted cómo son los sueños de traicioneros- no más alcanza para arremolinarse en el arroyo “Los troncones” y hay de aquellos echándose clavados en las pozas del hoy caudaloso río San Marcos, haciendo las delicias de la raza de La Moderna, la Linda Vista y sus alrededores.
Los planes se hacen con tiempo y a largo plazo si se trata de un viaje al otro continente, habrá quienes sean los últimos en enterarse de que habrá vacaciones, con que no sean para siempre, aprovechan para ir al otro cachete, ya no a donde hay tiburones, con que te dejen pasar al Mall de McAllen estás de gane.
Las vacaciones que más se recuerdan son las únicas que se tuvieron en Bustamante, o en cualquier otra parte, aquella vez que te subiste a un jumento y ya en el suelo dijiste: “chin para qué vine”. Luego de dos doctorados no es correcto que te ocurra esto.
Antes habrá que dejar la camioneta en el punto en que cuando menos arranque; amarrar al perro con un mecate aparte, irá porque es como de la familia, sin él, tal vez no haya quien ladre a Don Quijote. Habrá que comprar el pan Bimbo, recargar saldo del irreconocible Ifon del año, guardar lo de valor en la bolsa de Louis Vuitton, y por lo que más quieran, la cerveza que irá a un lado de esos seres privilegiados, semejantes a los dioses que las resguardarán cueste lo que cueste y caiga quien caiga al bote.
Sabia recomendación es no desgastarse, pues todavía no se inventan las vacaciones para descansar de las vacaciones como desean muchos. Aguante, quería correr como un chiquillo, un venadillo en el monte, olvidar que el año pasado se chingó la rodilla, ponerse hasta atrás en la caja de la troca, aparecer como si nada al siguiente día en el jale. Así no era la cosa.
Durante esos días queda estrictamente prohibido hablar de trabajo. Donde hay dos o más, existe la posibilidad de ponerse de acuerdo y agarrar camino para ir a la pesca, comprar curricanes, nombre allá están más baratos, subir las hieleras que se compran para el caso y con doble tracción para meterse a la arena.
Aquí en la ciudad hay albercas de grapa, las que cobran son baratas. Además están cerca las Albercas, el salto del tigre, las cascadas de Juan Capitán, la Peñita, el río Corona, el Purificación, la presa Vicente Guerrero, o compre una hamaca como este servidor y haga un viaje de placer al infinito con Gulliver, al fin del mundo, al fondo del mar, a la isla encantada, a la misma vida, como la suya y la mía, a través de la lectura.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA