21 abril, 2025

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‘Soy chalán a mucha honra’

Trabajar como ayudante en talleres, o en la construcción puede ser cansado y muy mal pagado, pero a veces es la única esperanza de subsistir y alejarse de las malas compañías

CIUDAD VICTORIA, TAM.- Agustín tiene solo 14 años y ya abandonó la secundaria. Según sus propias palabras, el adolescente afirma que no le quedó de otra pues una pandilla al interior del plantel lo traía “de encargo” y la última amenaza fue que lo iban a matar, así, sin medias tintas.

Siendo el mayor de tres hermanos, se vio en la necesidad de ponerse a trabajar para ayudar a su madre que compra y vende cosas en Facebook: ropa de segunda mano, juguetes y enseres domésticos usados.

Probó aquí y allá: fue lavacoches, limpiavidrios, cargador en una bodega de frutas y verduras, y “cerillito”. En todas esas chambas el común denominador es el trabajo excesivo y poca paga, además de que hay casi nula oportunidad de mejorar. Por su juventud e inexperiencia le negaron la oportunidad en negocios y fondas.

Pero un día que caminaba por el paradero de micros del 8 bulevar se encontró a un antiguo vecino, Don Blás. El viejo de blancos bigotes y ojos cansados le propuso trabajar de medio tiempo en su taller de herrería ubicado al poniente de la ciudad.

“Agus” aceptó pues aunque solo iba a ganar mil pesos por semana, aprendería un oficio. Los primeros días todo iba de maravilla pues rápidamente captó la idea de cortar piezas metálicas y ensamblarlas mediante soldadura eléctrica. Sin embargo la segunda semana supo lo que era traer los ojos flameados por no usar la careta protectora. Pasados unos meses, llegó una chamba sencilla pero bastante cansada: fabricar protectores para ventanas, cuatrocientos para ser exactos.

“Es una completa chinga” cuenta el chalán, “pero el patrón se ganchó con una constructora de San Luis y pues estamos trabajando desde la mañanita hasta bien noche, me está pagando un poco mas (mil doscientos pesos por semana) pero ya no aguanto el dolor de espalda, además pues me tengo que traer lonche, casi siempre tortas de huevo con chorizo y frijoles, pero pues chamba es chamba”.

A Don Blás y Agus se ha unido otro chalán que se dedica exclusivamente a pintar con pistola de aire. También tiene 14 años, el “Pelón”.

El herrero y sus dos chalanes están “jalando de gilo” es decir, sin días de descanso. Pero esto no desanima a Agustín, pues a pesar de ser muy chavo, tiene claro lo que quiere ser en la vida. Aunque otros amigos del barrio también dejaron la escuela, en vez de ponerse a trabajar, decidieron dedicarse a la vagancia y en algunos casos ingresaron a la delincuencia.

Tristemente uno de ellos pereció en hechos violentos hace algunas semanas en una ciudad fronteriza. “Asi esta el pedo ahorita… no te dan trabajo y si te lo dan pagan bien poquillo, por eso muchos camaradas mejor se dedican a ratear, a “jalar cadenas” (arrancar joyería a transeúntes) o se vuelan pilas de carro, otros andan en malos pasos, pero pues yo no quiero eso, no porque sea “culey” pero pues ya se que eso solo acaba de dos maneras, en la cárcel o en el panteón” reflexiona el muchacho flaco y de cabello mal teñido con un piercing en la ceja.

Hace poco los ladrones intentaron robarse una cortadora de fierro pero para buena suerte Agustín se había quedado a dormir en el taller y a punta de tubazos alejó a los cacos, que para su sorpresa eran adolescentes que no pasaban de los 13 años.

“Estaban bien chavillos y salieron corriendo pero de todos modos me amenazaron que me iban a chingar, pero pues ni modo, yo tengo que ponerme del lado del patrón porque de aquí estoy sacando pa’ la botana… además si se llevan la cortadora pues me va a tocar a mi la chinga de cortar todo con segueta” cuenta entre risas Agustín.

El chalán de herrero le confiesa al Caminante que espera ponerse “bien pilas” para que muy pronto pueda poner su propio taller, pues como él dice “esta chamba es chida y sí sale la lana si le trabajas y no te transeas a los clientes” y aunque Agus tiene solo 14 años está decidido a salir adelante y como él dice “sin meterse en pedos”.

El flaco muchacho termina su “coca de seiscientos” se pone sus gafas transparentes y regresa a cortar un montón de fierros entre una lluvia de chispas y el ruidazo ensordecedor de la cortadora de disco. Como él, habrá en la capital cientos, tal vez miles de chalanes que persiguen un sueño, un objetivo que les ayuda a salir adelante y los aleje de la delincuencia. Demasiada pata de perro por esta semana.

POR JORGE ZAMORA

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