CIUDAD VICTORIA, TAM.- Entre 1861 y 1865 tuvo lugar una guerra civil en los Estados Unidos. Dos zonas del país, el Norte y la Unión lucharon en contra y en favor de la esclavitud, pero sobre todo a propósito de sus puntos de vista diferentes sobre las leyes federales, aspectos de la economía y la manera en que debía afrontarse el futuro del país.
La élite política y económica del Norte estaba a favor de un tipo de expansión económica que debería poner fin al así llamado estilo de vida sureño, esto es: el esclavismo. En 1860 la elección de Lincoln y de los republicanos, amenazaba con restringir los derechos adquiridos por los propietarios de esclavos en los estados del Sur. La esclavitud se traducía en riqueza para las regiones meridionales del país, pero para la opinión pública nacional era una cuestión de naturaleza moral. De este modo, en el momento en que Lincoln fue elegido Presidente, once estados del sur se disgregaron de la Unión con el fin de mantener el sistema económico reinante.
La Secesión del Sur era de todo punto ilegal, pero era también un primer paso para la creación de unos Estados Confederados de América que no fue reconocido como una nación nueva por la Unión.
Si bien Lincoln mantenía la esperanza de que se pusiera pronto fin a la secesión sin un conflicto, lo cierto es que ahora había dos naciones en guerra. En la primavera de 1861, el Ejército de la Unión fracasó en el intento de mantener la propiedad de la base federal de Fort Sumter lo que provocó los primeros disparos de la Guerra Civil. Las naciones no reconocerían la legalidad de los Estados Confederados de América sino la legitimidad del gobierno de los Estados Unidos.
LA FRONTERA DE TAMAULIPAS Y EL CONFLICTO
A principios de enero de 1863 corrían noticias muy alarmantes en la frontera de México, pues sospechaban que los secesionistas del Sur de los Estados ex Unidos, tenían algún proyecto infame contra la integridad del territorio del norte de la república.
Se decía que las bases que habían de servir para el desarrollo de ese proyecto eran tan mal inventadas, que desde luego revelaban torpeza y mala intención.
El fuego fue avivado por la prensa de Brownsville, pues “La Bandera Americana” publicaría el 2 de enero dos artículos titulados “La guerra a nuestras puertas: Invasión de Texas por bandidos mexicanos” y “Guerra de Tamaulipas contra Texas”; en ellos referían que el 9 de diciembre de 1862 una partida de mexicanos, organizada en Guerrero de Tamaulipas y acaudillada por un tal Muñoz, había invadido Texas y robado cuarenta caballos y cincuenta reses; que las autoridades confederadas pidieron inmediatamente al gobernador de Tamaulipas la aprensión y castigo de los ladrones.
Aunque el gobierno de Tamaulipas los aprendió, los texanos alegarían que se les había permitido fugarse posteriormente y que los bienes robados jamás fueron devueltos. Pero el evento mencionado no había sido el único, se tienen noticias que el 14 de diciembre, yendo un tren de carros del fuerte Brown para el cuartel de Rendggold, a cuyas fuerzas se les llevaba raciones y ropa, una partida de mexicanos, cuyo número se calculaba en ciento cincuenta hombres, los rodeo en el rancho de La Soledad abriendo fuego contra la escolta.
En el entrenamiento perecieron todos los soldados y los carreteros, menos uno, el cual logró escaparse y llegar al cuartel de Rendggold. Se supo que todos los efectos y provisiones robadas, los carros y las mulas, fueron llevados a la margen del rio a fin de cruzarlos a Tamaulipas.
En ese mismo día, una partida de mexicanos invadió el condado de Zapata, atacó a la compañía del capitán Benavides, espantado la mayor parte de los caballos pertenecientes a dicha tropa. Subsecuentemente otra partida de doscientos hombres cruzó el rio e hizo prisionero a don Isidro Vela, juez primero del referido condado, a quien ahorcaron de un árbol, dejando un papel escrito sobre el cadáver en el que amenazaban con la pena de muerte a cualquier persona que osara remover dicho cuerpo con el fin de enterrarle.
La persecución por parte de los soldados Confederados no se hizo esperar, por lo que el coronel Buchel mandó a varias compañías de caballería a recorrer la línea fronteriza: la del capitán Bordeu encontró en el rancho de La Soledad, Texas, varios de los efectos robados, los cuales estaban escondidos en casas mexicanas. Una vez tomados prisioneros a los dueños y recuperado el botín, se dio la orden de incendiar las propiedades.
Las autoridades texanas aseguraban que existía una organización de 300 a 500 mexicanos que tenían por objeto saquear su frontera y que los criminales estaban llevando a cabo sus planes con la aprobación de las autoridades de Tamaulipas.
Así mismo, sospechaban que la partida que salió de la villa de Guerrero enarboló la bandera de la Unión (EUA) y tenía por objeto revolucionar en Texas. “Los bandoleros han invadido la Confederación, pretendiendo apoderarse del gobierno y las propiedades, aunque más particularmente de las ultimas […] se nos asegura que la turbamulta que comente estas depredaciones, ha declarado su intención de organizar un gobierno en esta sección del país. Sus cuarteles generales están en Mier y Guerrero.”
Los súbditos de Jefferson Davis decían tener pruebas a la mano sobre la complicidad de la nación vecina en estos agravios. Así mismo aseguraban que las autoridades tamaulipecas también eran responsables y que era menester que se les exigiera una pronta reparación.
Al tener conocimiento del caso, las autoridades mexicanas no hicieron ningún comentario al respecto, en obsequió a la “neutralidad” tomada en torno a la Guerra Civil que se vivía en Estados Unidos. Pero esa neutralidad le fue criticada a don Santiago Vidaurri, cacique de Nuevo León que tenía injerencia en Tamaulipas por órdenes de Juárez, pues la tensión que se vivía no era por los problemas entre sureños y yankies, sino contra la república mexicana, a la cual se amenazaba con las calamidades de una guerra. Don Simón de la Garza y Melo, quien siguió muy de cerca estos acontecimientos, llegó a decir que esa extraña neutralidad y silencio de Vidaurri al respecto, era una especie de confirmación a lo contado por la prensa texana.
¿Pudiera ser que el cacique neoleonés y hombre fuerte en la región, se hicieran de la vista gorda o que incluso fomentara estas acciones? Eso nunca se sabrá. Lo que sí se sabe es que en ese tiempo era muy frecuente que diversas gavillas de ambos lados del Bravo se dedicaran ese tipo de deli- tos del fuero común. Lo que, si era un hecho, era que la mayoría de los habitantes de Tamaulipas, ante la inminente invasión francesa, no podían usar las pocas armas con que se contaba en una empresa tan descabellada de declararle la guerra a otro país, ni mucho menos era la intención del gobernador Albino López, cuyo gobierno estaba establecido en Matamoros, fomentar y proteger a esos invasores de Texas; mucho menos si era para que esa entidad volviera a ser parte de la Unión Americana.
Al final no se pudo comprobar la colaboración del gobierno de Tamaulipas en estas acciones, y no tuvieron más remedio que inclinarse por la versión de que los ataques eran fomentados por los texanos-mexicanos partidarios de Washington; quienes a toda costa querían destruir los destacamentos del ejército separatista, durante de la sangrienta guerra que se vivía en el país del norte.
El 3 de noviembre de 1863 la ciudad de Brownsville fue incendiada por los Confederados, pues el ejército de la Unión desembarcó por el Brazo de Santiago. La ciudad fue incendiada y las autoridades de esa ciudad pidieron el auxilio de las tropas mexicanas de Matamoros, invitándolas a cruzar, a lo que se negaron, pues querían evitar un conflicto internacional.
LA BAGDAD DE AMÉRICA
Durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865), la Armada de la Unión bloqueó los puertos Confederados, por lo que el puerto de Bagdad, Tamaulipas, cobró mucha importancia pues los sureños exportaban sus productos por ahí, especialmente el algodón, pues la neutralidad de México en la conflagración aseguraba el libre acceso al mar a través de los puertos mexicanos.
La mercancía se intercambiaba mediante un ferry a través del Río Bravo que comunicaba a Matamoros con Brownsville. El ferry transportaba el algodón confederado de Texas, Arkansas y Luisiana hasta Matamoros.
De allí era enviado a Puerto Bagdad, donde se negociaba su destino final vía La Habana hacia Europa. De acuerdo con el historiador tamaulipeco Octavio Herrera Pérez, por aquellos años la población debía contar con más de cuatro mil habitantes, a los cuales se sumaban numerosos estadounidenses y otros extranjeros que vivían del pujante negocio mercantil del puerto, además de algunos ladrones, vivales y fugitivos que se cruzaban por las cantinas y burdeles que abundaban en la zona.
POR MARVIN OSIRIS HUERTA MÁRQUEZ