CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- 08 de agosto del 2024, Correcaminos después de muchos meses de ausencia, volvió al glorioso Marte R. Gómez, escenario de muchas alegrías, anécdotas buenas, otras no tanto, pero que siempre es el lugar en el que la ilusión para la afición naranja crece, esa afición que no abandona en las malas ni en las peores.
Se llegó la hora… el reloj marcaba las 18:00 cuando empezaba a desfilar la afición en el estacionamiento de la Unidad Deportiva Adolfo Ruiz Cortines, con sus playeras de Correcaminos, se veían playeras del 2011, inevitable no pensar y recordar aquel equipo en el que con unos cuantos victorias como Felipe Ríos y Roberto Meza, lograron la hazaña de ser campeones.
Había más gente de lo normal… las filas en la taquilla empezaban a crearse, parecía desde minutos antes, que sería una buena asistencia, ¿por qué? pronto se iba a confirmar el porque.
Ya dentro del Estadio, el equipo salió a calentar. Daniel Ipata, uno de los mejores preparadores físicos daba órdenes, gritaba, en el fondo estaban los jugadores que no iban a ser titulares.
De inicio iban tres jugadores tamaulipecos: Rubén Castellanos, Gerardo Moreno e Iván Pineda, en la banca estaban Alexis Villarreal, Julio Pérez, Miguel Zapata y Alan Aguilar.
Éste último mencionado, no sabía qué minutos más tarde iba a vivir un día inolvidable. Por lo pronto tenía que apoyar al equipo desde el banquillo.
Ya era su segundo juego que salía a banca, pero era el primero en casa, en su rostro se notaba las felicidad de el ‘Gatusso’, como le conocían desde niño en Copa UAT.
Por momentos sólo observaba, alado de José Martínez, portero suplente… Alan movía un poco su pie en señal de ansiedad tal vez, aplaudía, ‘¡Vamos, vamos!’ salía de boca en ocasiones; en los goles no dudó en gritarlo como si él los hubiera hecho, primero el de Gio Hernández, después el de Daniel Cisneros.
La alegría en su rostro se notaba al igual que en la de sus compañeros… ahora tocó el llamado a calentar, en la línea de banda empezó a hacer los ejercicios, Daniel Ipata daba explicación a Miguel Zapata, -un viejo amigo de Alan- que era el primero en la fila, posteriormente todos repetían el ejercicio.
Alan recibió gritos desde las gradas al igual que Julio, Miguel y Alexis, los otros jugadores capitalinos; “Salúdenme”, “Hey Alan”, y ahí la respuesta el porqué había un poco más de afición de lo normal, pues la expectación de mirar a los victorenses en el equipo naranja era mucha.
Alan platicaba un poco con Julio, quien tiene un poco más de experiencia y ya debutó en primera división, analizaban el juego, “mira todo el espacio”, “es rápido”, son algunas de las cosas que se alcanzaban a escuchar entre sus pláticas.
Llegó el medio tiempo y los suplentes continuaron en ejercicios precompetitivos. Posteriormente inició el segundo tiempo y cayó un gol de Fabian Salas; La Paz descontó pero Tede se encargó de calmar de nuevo las aguas.
Hasta este punto, ya se habían realizado cuatro cambios en dos ventanas. Sólo quedaba un cartucho y ese era Alan Aguilar.
Arturo Chávez recibió la indicación de Paco Cortez vía llamada, ya que el entrenador no podía estar en la banca por una suspensión, el profesor Arturo se acercó a Ipata, y le dijo claro, “mándame a Alan”, de inmediato Ipata volteó y gritó, “¡Alan!”, Aguilar corrió mientras se persinaba, “rómpete la madre, dale”, fueron las palabras del argentino preparador físico de Correcaminos.
El público notó que Aguilar había sido llamado y empezó a aplaudir, el murmullo de expectación creció. Mientras Alan recibía las últimas indicaciones de Arturo Chávez y Paco Cortez a distancia, en la grada de plateas estaba su familia, su padre Roberto, su madre y su hermana, así como otros amigos, su padre rompió en llanto, la familia entera se desbordó de felicidad.
Llegó la hora… el árbitro dio la seña tras un tiro de esquina que desperdició La Paz. Salió Daniel Cisneros y entró Alan, dio un sprint y dio indicaciones a Armando Chávez, su compañero en la media de contención.
Era el minuto 77 y tuvo poco más de 15 minutos en la cancha ya con el agregado, dio seis pases certeros y robó un balón.
Fue un buen juego de Alan que recibió la confianza de Cortez y sumó un debut más; 5-1 fue el marcador final.
Terminó el partido y Alan empezó a recibir felicitación de algunos jugadores, ya cuando se acercaba a la entrada de vestidores fue entrevistado por la prensa, “es un sueño, es algo indescriptible”, dijo con ojos llorosos, pero ya no aguantó las lagrimas cuando abrazó a su padre, “¡lo logramos pá, lo logramos!”, “él logró es tuyo, tú lo hiciste, solo soy tu papá”, le contestó Roberto Aguilar Grimaldo, ambos en llanto.
Alan no lo podía creer y se notaba el rostro, aún en shock al igual que su familia, su madre también le gritó desde fuera, le dio un beso en el cachete y le agradeció por todo el apoyo.
Fue el último en irse a vestidores porque atendió a aficionados, se tomó unas fotografías con niñas y niños, “no me lo imaginaba todo esto”.
A las afueras del vestidor esperaron de nuevo sus padres y hermanos, se tomaron la foto del recuerdo y con un fuerte abrazo fue recibido por todos, ya más tranquilos tuvieron palabras de felicitación y de aliento a seguir buscando más logros.
“Estoy muy contento, muy feliz, no puedo expresar todo lo que siento, es su logro, pero sentimos algo de todo esto, sentimos que somos parte del proceso por ser sus padres pero también por ser quienes estamos detrás de él, la familia está feliz”, dijo Aguilar Grimaldo.
Aún y con ese carácter de reservado que tiene Alan -en ocasiones- no evitó tener ese ‘corazón de pollo’ y llorar por todo lo que vivió con ellos que son su moto: su familia. “Para nosotros nuestros hijos lo son todo y que logren sus metas, nos pone felices, seguiremos apoyándolos”.
Todos juntos se fueron rumbo a sus vehículos y listos para tener una cena familiar, con la que celebraron.
Así terminó un día inolvidable para Alan Aguilar y su familia, un día que lo buscaron, lo trabajaron por años y que hoy, quedará por siempre en sus memorias.
Aquella deuda que tenía su padre desde el 2013, un día que con Furia Azul, equipo en el que jugaba Alan y Roberto, su padre, fungía como auxiliar, perdió en semifinales de un nacional y Alan se le acercó desconsolado y Roberto le prometió, “un día mijo, vamos a llorar juntos pero de alegría y será por un fútbol”, esa deuda ya está saldada, “yo me acordé de eso cuando nos dimos el abrazo después del juego, es un día inolvidable”, finalizó Roberto Aguilar entre lágrimas.
El fútbol es sin duda para los talentos que perseveran, y Alan es el ejemplo viviente de ello. Ayer Alan durmió con una sonrisa pero hoy seguramente buscará empezar a forjar más metas y ¿por qué no? Pensar en un futuro vivir el sueño de debutar ahora en primera división, pero primero buscará junto a la legión victorense de darle más alegrías a la afición como en aquel 2011 lo hicieron victorenses como Roberto Meza, Kid Herrera o Felipe Rios.
POR DANIEL VÁZQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN