CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Hace diez años, una joven de Ciudad Victoria vivió una experiencia aterradora cuando viajaba con su hermano en un autobús de Transpais rumbo a su hogar.
Su madre había sido hospitalizada en el IMSS de Madero, y la carretera que conecta Tampico con Ciudad Victoria era el único camino de regreso.
La noche era fría y oscura, y una densa neblina cubría los campos de sorgo a ambos lados de la carretera.
En medio de aquella penumbra, ocurrió algo que nunca olvidarían.
Sentada en el asiento del pasillo, la joven observaba cómo el cielo se cubría de nubes grises, un manto espeso que amenazaba tormenta.
Un presentimiento inquietante la hizo voltear hacia el campo.
A lo lejos, un árbol solitario se alzaba entre el sorgo, y allí, en el cielo, algo inmenso se movía.
De pronto, una sombra se cernió sobre la carretera, una figura que parecía emerger del horizonte, como si perteneciera a otro tiempo.
Primero, distinguió un ala de tamaño descomunal, similar a la de un murciélago, pero transparente, como si sus venas brillaran por dentro.
La estructura membranosa era casi hipnótica, y la joven no podía apartar la mirada.
Intentaba racionalizar lo que veía, pero la criatura desafiaba toda lógica; parecía un ser antinatural, un Pteranodon suspendido entre las nubes, volando a baja altura, donde podían distinguirse cada pliegue y movimiento de su ala.
Su hermano, sentado junto a la ventana, la miró pálido y sin aliento, y murmuró: “¿Viste eso?” Ambos compartieron un silencio helado.
La criatura era tan grande que cubría parte del cielo, y su forma tenía algo de humano, como si insinuara una conciencia, una inteligencia antigua. La joven miró a su alrededor, esperando que alguien más confirmara la visión, pero los pasajeros dormían o estaban distraídos, ignorantes de la presencia que los observaba desde el aire.
Años después, esa visión permanecía grabada en sus mentes, sin explicación posible.
Hasta que una noche, una vecina de la colonia Libertad les contó una historia escalofriante.
Dijo que, desde el segundo piso de su casa, un estruendo la hizo asomarse por la ventana.
Ahí, a pocos metros, vio un ave enorme, casi del tamaño de una persona, con una apariencia similar a la de un dinosaurio.
La mujer cerró la ventana de golpe, sintiendo que aquella criatura la miraba con intención.
En las colonias cercanas a la sierra han comenzado a correr rumores sobre un “hombre pájaro”, una figura humana con alas descomunales, una presencia que surge en las noches como un presagio.
Algunos afirman haber visto a esta criatura merodeando en silencio, sobrevolando los límites de la ciudad, deslizándose entre la sierra y las casas, dejando una sombra oscura y una marca imborrable en la mente de quienes la contemplan.
La joven y su hermano están convencidos de que aquello no fue un sueño ni una ilusión.
Aquella noche en la carretera, la criatura les mostró algo aterrador y antinatural, un recordatorio de que, entre las nubes y la penumbra, existen seres que no pertenecen a este mundo, entidades que vigilan desde lo alto en un silencio eterno y espeluznante.
Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON