En política, muchas veces se atribuye el éxito a la suerte. Frases como “En política no te metes, te meten” reflejan esta percepción de que los triunfos ocurren casi de manera accidental. Aunque los milagros ocurren, no podemos dejar todo a la suerte. Los logros sostenidos, el posicionamiento y la permanencia en cargos públicos son resultado de un proceso meticuloso: objetivos claros, estrategia sólida, ejecución continua y medición constante. En otras palabras, la política, como cualquier otra disciplina, se rige por principios que dan prioridad a la planificación, la estrategia y la constancia.
Dos figuras recientes ilustran el poder de construir circunstancias y trascender. Claudia Sheinbaum, ahora la primera presidenta de México, y Donald Trump, quien recientemente ganó la elección a la presidencia de Estados Unidos, demostraron que una carrera política efectiva se construye sin pausas. Más allá de las filias o fobias que puedan generar, ambos mantuvieron una visión de largo plazo, y su éxito no es producto de un acto afortunado. Tanto Sheinbaum como Trump nunca abandonaron la campaña; aún cuando estaban fuera del periodo electoral, se dedicaron a fortalecer su posicionamiento, trabajando constantemente para consolidar su visibilidad y mantener la relevancia.
Sheinbaum, como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, desarrolló una plataforma que conectaba con la ciudadanía y la anclaba a las bases de la “Cuarta Transformación”, asegurando que, cuando llegara el momento, tendría el respaldo social para dar el siguiente paso. Trump, por su parte, mantuvo una narrativa coherente, enfocándose en conectar con sus bases en temas económicos y de seguridad, construyendo una plataforma que resonó a lo largo de su trayectoria. Los dos ejemplos reflejan la importancia de una campaña permanente que permita trascender.
El primer objetivo de una elección es ganar, y ganar depende de objetivos numéricos. Todo aspirante a un cargo debe preguntarse cuántos votos necesita, dónde están y cómo llegar a ellos. Parte de esta estrategia es aceptar que no todos los votantes serán alcanzables y, por lo tanto, es preciso enfocar esfuerzos en quienes sí podrían sumarse. Pretender que las mayorías adopten banderas minoritarias como suyas es prácticamente imposible; el objetivo debe incluir construir una plataforma que tenga eco entre una base más amplia.
La “suerte” en política es, en realidad, el resultado de un proceso estructurado, objetivos claros y un enfoque constante en la trascendencia. Hoy en día, quienes ocupan un cargo deben entender que la política es una campaña sin fin, una carrera donde el objetivo es dejar una huella, construir un legado, y garantizar que su nombre resuene más allá del tiempo y los cargos específicos. Trascender, en el fondo, es el objetivo último de toda carrera política; los cargos son temporales, pero el legado bien construido es duradero.
Aunque algunos llegan por circunstancias ajenas, solo aquellos que forjan su trayectoria con estrategia y cálculo trascienden la caducidad de sus cargos. Como dijo William Thomson Kelvin: “Lo que no se mide, no se puede mejorar”. Y en política, la improvisación es efímera; el verdadero legado se construye con visión y constancia.
Por. Eric Valdez Gómez
Consultor en Comunicación Política (Compol)
Experiencia en Campañas Políticas en México y Extranjero
Enfoque en Comunicación, Medios y Marketing Digital
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