Toma nota de todo esto y mira hacia arriba por si recuerdas otro dato y escríbelo como un diario de lo que vaya ocurriendo. Piensa en cuando fuiste niño o niña, según el caso, trae al presente el agradable olor a tocino retorciéndose en el sartén en casa de tu madre.
Imagina los cambios que ha sufrido la calle que amplió la historia y cuando aún podías ver de aquí a la última casa. Mi imagen es ahora la de en un adolescente sentado en el pupitre de la escuela secundaria. Afuera las abejas esperan para correr en el receso rumbo al bebedero de agua, pamba con picahielo el último.
Toma nota de esta nota, saca una copia y guárdala en la bolsa de la camisa por si deseas leerla cuando te de la gana, cuando sientas nostalgia y pena ajena. Fuimos eso que estará escrito.
Eso que nos vio es el jacinto a la orilla de la cerca, el olor de la yerbabuena antes del caldo de res, con el sudor del medio día feroz, con las sílabas que digan por aquí pasamos todos un día.
Describe aquella tarde en Milán como si hubieras ido y aún cuando sabes que el hubiera no existe es lindo escribirlo. Nadie creerá como quiera, no hemos salido de Ciudad Victoria. Acaso una vez a Tampico y también escribe aquel niño que olvidó su pelota en el tranvía que pasaba por la playa.
Habla del primer beso que te dieron mientras dormías y el mejor de todos, has memoria para que no falles antes del invierno con lluvia. Como si regresaras a la bella época.
Recuérdame en la caja de la camioneta desvencijada rumbo al río más cercano en aquel verano, la mano en alto y la algarabía de jóvenes que no sabía bien a bien lo que hacían. Mira las fotos que guardé en un álbum cuando todavía no se subían a la nube.
Escribe estas piedras que esquivas, el presente de otra gente, las casas coloradas con matices fuertes, escucha lo que dicen y compra un poco de lenguaje para tomar un café y volver a leer esas palabras bonitas.
Cierra los ojos y mira el parque de Tamatán, el pequeño lago con sus barcazas y un tren silbando a la infancia. Ábrelos pues vas llegando a Victoria y sintoniza la radio de onda corta con canciones de Roberto Carlos y te alcanza más para acá de Los Parchis, y por qué no de Luis y Julián.
En la mochila has de traer el equipo de box, la equidad de palabras dichas en el aula y la tarea por última vez hecha sobre la cama de tu cuarto con letra perfecta. No olvides los llaveros de Bugs Bonnie, los tazos ganados en campaña, las calcamonias de Goku, ni los Pokemones de Pikachu.
Nuestra compañía tuvo un filtro por donde algunos se han ido, si logras recordar sus nombres escríbelos con sus apodos, su grito de guerra y los colores de la bandera que defendieron en el fuego. Luego un cerillo encendía un cigarrillo. Piensa en eso.
Piensa en los terceros, quienes adoptan la perspectiva de un interés particular, a quienes no vimos, quienes no nos vieron pasar jamás, toma en cuenta a aquellos para los cuales no existimos y abre los ojos. Están por todas partes como nosotros mismos, son las multitudes del multiverso, la mundos anónimos llenando la tribuna de los desconocidos. Piensa en los nombres que ya olvidaste, los recados que te escribieron, las películas que no recuerdas.
El porvenir fue esta calle de la pequeña ciudad con alas. Toma nota de que esta calle nos ha visto a nosotros abajo de un poste, abrazados y locos. Las manos ya gastadas siguen sosteniendo un libro y el autor es el mismo. Tú debes recordarlo.
Toma nota del resto que ha quedado después y a pesar de todo, toma nota del último sueño, de la única pesadilla que recuerdas. Ahora todo está claro y es aceptable dar un paseo por ahí sin rumbo fijo, sin presiones de ninguna especie, entre el rumor de los carros.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara