TAMAULIPAS, MÉXICO.- “Pocas revoluciones son iniciadas por los oprimidos”, indican los autores Thomas Skidmore y Peter Smith en su libro “Modern Latin América”. La Revolución Mexicana comenzó así, como una respuesta a las desigualdades políticas y económicas de la época, pero también como protesta contra el régimen porfiriano que callaba cualquier intento de rebelión que atentara a su mandado.
Comúnmente las rebeliones comienzan con fragmentos dentro de la élite dominante, personas jóvenes principalmente. No obstante, en la Revolución Mexicana no fue así, este ejército fue encabezado por campesinos, ciudadanos descontentos y en menor proporción personalidades de la élite. Tamaulipas fue un territorio sumamente activo en esta disputa, la frontera norte con municipios como Camargo, Nuevo Ladero y Matamoros se encuentran inscritos entre los documentos de la época. Tampico, Cd. Victoria, Jiménez, Altamira, Tula y Bustamante también fueron tierras de disputa y nacimiento de grandes personajes decisivos en la lucha de la Revolución Mexicana.
Cuna de nobles varones.
Ignacio Martínez es uno de los hombres más destacados durante la Revolución Mexicana en Tamaulipas. Oriundo de San Carlos, fue un doctor y militar que mostró abiertamente su descontento por el retorno de Porfirio Díaz al poder. Público en diversos periódicos de la región los defectos del porfiriato, lo que le valdría estar en la mira del contrincante. El 3 de febrero de 1891 le dispararon por la espalda al ser tomado por sorpresa.
Ante el asesino del “buscapiés” vendría el nacimiento de otro personaje célebre, Catarino Erasmo Garza.
Nacido en Matamoros en 1859, sería uno de los discípulos más destacados de Ignacio Martínez, al igual que su antecesor, decide usar a la prensa como un medio infalible en la propagación del mensaje anti porfiriano. Promulgó el plan revolucionario anti reelección de Díaz.
“El último de los periodistas independientes, el más humilde de todos, abandona hoy su pluma para empuñar la espada en defensa de los derechos del pueblo mexicano. Abajo los tiranos. Viva el pueblo mexicano”
Debido a la intensa movilización de las tropas de Díaz que intentaban continuamente capturarlo y asesinarlo, el periodista Erasmo Garza huye del país en 1892. En Florida se reunió con personalidades como José Martí, quién luchaba por la independencia de Cuba ante la corona española. Posteriormente se uniría a liberales colombianos para combatir a los conservadores del gobierno. Esa sería su última batalla, el revolución fue repatriado reciente durante el sexenio del presidente López Obrador, donde se le rindió homenaje.
Alberto Carrera Torres también enlista una gran cantidad de hazañas. Nace en Bustamante en 1887, se une al Partido Liberal Mexicano y posteriormente funda su propio grupo armado bautizado como “Ejército Liberador de Tamaulipas”, fue aprendido en Tula, donde termina saliendo avante y logra tomar este municipio. Fue un líder reconocido por defender los derechos de los campesinos y la repartición de tierras. Siempre mostró su oposición respecto a regímenes autoritarios como el de Porfirio Díaz.
Tras vencer el gobierno de Díaz, continuaría en Tamaulipas la representación por ideales contrarios a los que instauró el porfiriato. Luis Caballero nació en Jiménez, llegó a ser Gobernador de Tamaulipas, período durante el cual simpatizo con el gobierno de Francisco I. Madero, desconoció al general Huerta y posteriormente participaría activamente en el gobierno de Venustiano Carranza.
Soldadas, infiltradas, amantes y justicieras.
Cómo en cualquier lucha social sin importar la época, las mujeres fueron una pieza central en la batalla de la Revolución Mexicana. Una de sus funciones principales era tratar de persuadir a sus esposos, hijos, amantes o cualquier familiar para que desistiera de combatir o apoyar las ideas de Porfirio Díaz. En el caso de Juana Torres (madre de Alberto Carrera Torres), su trabajo fue divulgar los ideales revolucionarios de la época. Apoyando el trabajo de su hijo y esposo, por lo que se convirtió en activista revolucionaria.
Úrsula Tapia sería una de las no muchas (pero tampoco pocas) mujeres que estuvieron al frente en la línea de combate, fue soldada y de acuerdo con el historiador Arzola, era agerrida, y valiente.
“Vi algunos fusilamientos, pocos, eran más los ahorcados para ahorrar balas. A mí eso no me gustaba, eso duele, sobre todo con los valientes, con los enteros. Con los cobardes, con los llorones, ni tristeza da… (Arzola, 1991).
Isadora Ovalle sería parte de la médula del cuerpo de rescate. Su labor no era menor, como mensajera, llevar la información hasta el objetivo era una tarea de precisión y cuidado. También proveyó de municiones, alimentos y refugio para los combatientes escondidos entre la sierra tamaulipeca.
Leonor Villegas, Felipa Saldaña, Manuel González, Servando y Antonio Canales, Juan B. Castelló, César López de Lara y Emilio Portes Gil son algunos de los nombres que sumados a los tantas personas que quedaron anónimos en la historia, dieron pelea por la consagración de una nación más justa y con mejores condiciones de vida.
POR. KAREN SALAS
EXPRESO-LA RAZÓN