El miércoles 27 de noviembre una milicia islámica rebelde inició un fulminante ataque que en solo dos días conquistó Aleppo, la segunda ciudad más importante de Siria, y ante la endeble o nula resistencia del ejército sirio en 10 días más tomó Damasco, la capital. De este modo terminaron 24 años de gobierno de Bashar al-Assad que, a su vez, había heredado a su padre que gobernó al país de 1971 al 2000.
Los insurgentes liberaron sin más trámite a todos los presos de las cárceles bajo su control y con ello se rebelaron historias de horror y crueldad inauditas; torturas, desapariciones, multitud de presos sin juicio. Así que empecemos por decir que el gobierno autocrático de los Assad es indefendible y la mayor parte de la población siria, dentro y fuera del país celebra su caída con muestras de júbilo. Solo que en esta región del mundo las crueldades de una parte no justifican las de sus contrarios.
El líder de los rebeldes triunfantes, Al-Jolani, es el responsable de numerosas masacres con carros bomba y atacantes suicidas. Sus objetivos han sido los miembros de corrientes religiosas distintas a la suya. Por ejemplo, contra una escuela primaria en la que murieron 47 niños y 7 adultos. Estados Unidos ofrece una recompensa de 10 millones de dólares por información que conduzca a su captura. Tanto la ONU como numerosos otros países lo tienen en su lista de los peores terroristas al igual que a su organización, un derivado de la anterior Al-Qaeda.
La milicia rebelde, HTS por las iniciales de su nombre en árabe, fue la punta de lanza de un ataque con tres grandes patrocinadores, Turquía, Israel y Estados Unidos. No se trató de un grupito improvisado, sino de una milicia bien entrenada y fuertemente armada, incluso con tanques y drones modernos. Pero para entender su triunfo relámpago hay que entender el progresivo debilitamiento del gobierno sirio en una larga guerra civil, con partes de su territorio bajo control externo y las duras presiones del exterior.
A partir de 2011 Siria sufre fuertes sanciones económicas y restricciones comerciales impuestas por los Estados Unidos, Canadá, Australia, la Unión Europea y otros debido a la represión de un movimiento rebelde interno, su apoyo a Hesbolla en Líbano y a milicias antinorteamericanas en Irak que, recordemos fue invadido por Estados Unidos en 2003.
Tanto la invasión a Irak como el plan de cambio de régimen en Siria fueron decididamente impulsados por Israel que durante años ha atacado objetivos sirios, así como a asesinado personajes destacados gubernamentales, militares y científicos. Para muestra está la destrucción del consulado de Irán en Damasco en abril de 2024.
Las sanciones internacionales a Siria, y en particular las norteamericanas, incluyeron el congelamiento de fondos externos, la exclusión del sistema de transacciones financieras internacionales, la negativa para el uso de dólares en su comercio exterior, así como prohibiciones para la adquisición de todo tipo de mercancías, incluyendo medicinas y otros básicos. Esto ocasionó fuertes sufrimientos a la población y ahora el triunfo rebelde les hace esperar una mejora de su situación.
Una anécdota ilustra esta situación. Al tomar Aleppo la población celebró que los rebeldes prontamente pusieron en funcionamiento generadores que les dieron más de las dos horas de electricidad al día con que contaban antes.
El debilitamiento, cercano a la derrota de Hezbolá en Líbano por el ataque israelita le restó un importante apoyo al gobierno sirio. El caso es que el ejército sirio básicamente se rindió sin luchar y abandonando sus armas y equipos; según diversos analistas parte de la estrategia rebelde fue sobornar autoridades y dirigentes militares.
Paradójicamente el rápido triunfo rebelde y la derrota total del gobierno sirio no establecen un periodo de paz.
Israel ha lanzado más de 500 ataques a instalaciones militares sirias y presume de haber destruido completamente la anterior fuerza naval y aérea de Siria; sus campos de aviación, instalaciones antiaéreas, fabricas militares, depósitos de armas. Además, el ejercito israelita ha avanzado dentro de territorio sirio tomando lo que eran sus líneas de defensa. Estados Unidos también ha lanzado docenas de ataques a instalaciones y depósitos militares.
Por otra parte, en la zona norte de Siria ocurren enfrentamientos entre el ejercito turco y fuerzas kurdas apoyadas por los Estados Unidos. Estados Unidos tiene bases militares en el Kurdistán sirio, una zona rica en petróleo que estaba fuera del control del gobierno sirio y en la que Conoco, una empresa norteamericana, tiene instalaciones.
La caída del gobierno de Assad tiene fuertes repercusiones internacionales. Rusia no estuvo en condiciones de apoyar fuertemente a su aliada Siria y ahora está en riesgo de perder su única base naval en el mediterráneo ubicada en Tartus, un puerto sirio. Turquía hace planes para deportar a Siria a cerca de tres millones de refugiados.
El gran triunfador, a un costo relativamente bajo, es Israel. La gran perdedora es Palestina. Israel ha aumentado los ataques contra la población civil palestina, en particular el sistema de salud y la distribución de bienes esenciales para la supervivencia de la población. Crecen dentro de Israel las presiones y planes para avanzar en el genocidio o expulsión de la población palestina de Cisjordania, Gaza y del propio Israel.
La administración Biden ha enviado a sus más importantes diplomáticos a la zona. El 12 de diciembre el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken se entrevistó con el presidente turco Erdogan, después de visitar Jordania.
Entretanto el Consejero de seguridad norteamericano Jake Sullivan está en pláticas con Netanyahu en Israel. Los temas obvios son apaciguar el conflicto entre kurdos y turcos y establecer acuerdos sobre el futuro de Siria y Palestina. Estados Unidos dice que apoyará la transición hacia un gobierno incluyente y democrático. Otras experiencias internacionales señalan que es un rumbo poco probable.
El caos en Siria y el desorden que ha creado en toda la región es una gran papa caliente que creará enormes problemas en el futuro. Es difícil que la administración Biden pueda resolver algo definitivo. De momento Trump declara Siria no le incumbe; tendrá que ilustrarse pronto y pensar que hará porque dejado en manos de los actores regionales lo que ha ocurrido puede ser el mero inicio de una enorme catástrofe.