En el memorial reciente del ‘colectivo’ tamaulipeco el aspiracionismo político se ha reducido a lograr un puesto en el senado de la República como un romanticismo de nuestra frágil, aporreada, vapuleada y muy joven democracia.
La historia épica de la alternancia política se dio con Francisco Javier García Cabeza de Vaca como un ejemplo de una figura emergente que derrumbó las viejas estructuras del pasado y de llevar la vida política de Tamaulipas a otro nivel.
Si y no.
Si porque la llegada de Cabeza de Vaca desmoronó la viejas estructuras del pasado, y no porque ya habían colapsado desde hace un buen tiempo.
Cuando en Tamaulipas se dio su alternancia tardía a nivel nacional el PRI ya tenía dos sexenios fuera del poder e incluso, regresó.
La primera caída del jurásico priista había provocado ya una fragmentación entre los grupos políticos tamaulipecos locales-regionales con las viejas estructuras nacionales que por años ejercieron una influencia que por muchos años sólo cambiaban de estafeta.
La intromisión del panismo de Fox por ejemplo cambió poco a poco el panorama como se dio en las aduanas, principalmente en las tamaulipecas.
Pero en los dos sexenios panistas coincidieron con dos gubernaturas fuertes en el aspecto políticos, pero frágiles en lo institucional.
Tomas Yarrington y Eugenio Hernández concentraron el poder sin precedentes en el primer caso por exceso de capacidad y en el segundo caso de carisma.
La omnipotencia de ambos gobernantes, sus dominio del territorio estatal constantemente friccionaban con los intereses de la nueva administración Federal. Y acrecentó los excesos de ambos bandos, principalmente en el plano delincuencial.
Los negocios sucios iniciados en la agonía priista por sus gremios y grupos de choque trascendieron gracias al neoliberalismo de simple contrabando a una delincuencia organizada bien estructurada y de alcances internacionales.
Y sobre todo, al parteaguas que representó la Guerra contra el Narcotráfico del ex presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.
El golpe de timón que se dio desde la Federación al final de cuentas fue un intento de romper con el poder de los gobernadores todopoderosos y recuperar la gobernabilidad secuestrada por las viejas estructuras del priismo jurásico, ahora transformadas o adheridas a la delincuencia organizada.
El despliegue militar y la ola de sangre derramada en el país (y en el estado) ya son historia.
En Tamaulipas provocó por ejemplo la caída de un priismo octagenario y la llegada del cabecismo.
Pero también se implantó un nuevo modelo de hacer (y de ver) la política en el estado.
En el caso del ex gobernador Cabeza de Vaca el senado le sirvió en pleno conflicto de gobernabilidad en el estado para y mediante el aparato Federal operar políticamente sin contratiempos y sin la presión del hampa en una coyuntura en la que sólo el Estado Mexicano podía intervenir.
Al final de cuentas cualquiera sea la versión de la historia en la etapa más violenta del estado su intervención fue directa y prácticamente sometió a la autoridad estatal a seguir sus reglas del juego.
La legitimidad que le dio la alternancia a Francisco Javier y su capacidad de maniobra en hacer cosas buenas y otras sumamente cuestionables dejó el campo minado para una posible resurrección priista, pero no contaban con la astucia de AMLO.
La entrada de Morena al poder Federal derrumbó todo el aparato creado durante el calderonato y del cual no resultó muy bien librado el priismo peñanietista, aún cuando sumaron fuerzas al final.
Bajo esa coyuntura, la única solución para el recién iniciado morenismo tamaulipeco fue el de irse con la ola obradorista y esperar el resultado, como sucedió con el doctor Américo Villarreal Anaya, el estandarte de la lucha morenista y obradorista de la mano del entonces candidato y después presidente.
Y pese a los intentos fallidos de operar con dios y con el diablo, Cabeza de Vaca y su grupo no lograron ganar el senado y el doctor le dio junto a otros morenistas la primera incursión de Morena en la escena tamaulipeca.
Pero un puesto como el senado, en la recién asentada realidad política mexicana resultaba un área de oportunidad para el reacomodo, disputa y después asentamiento de las fuerzas políticas del país.
Desde el senado, Villarreal Anaya pudo abanderar la causa obradorista desde la fuerza del senado sin el riesgo de ser una víctima de la maquinaria cabecista, en ese entonces en su máximo esplendor.
El resto es historia y la 4T ya se encuentra en su máximo esplendor pese a su reciente llegada.
Y legitima la importancia de un puesto en el senado por su peso político y por la red de intereses a las que se pueden acceder para consolidar cualquier ambición en el futurismo político tamaulipeco.
Una cara de la moneda que se aprecia a simple vista, pero la otra cara de la moneda no lo es tanto.
Las candidaturas emanadas desde el senado al final muestran la vulnerabilidad que se ha dado al interior de la vida institucional en el estado. Por la caída de sus grupos políticos todopoderosos, por los daños provocados por la guerra entre grupos delincuenciales y el debilitamiento que provocó en las instituciones del estado.
Y la poca fuerza y divisionismo que prevalece en los grupos políticos regionales que no van más allá de sus horizontes.
Por una pasada administración estatal dedicada a la persecución y al nulo cabildeo y conciliación.
Pero también al oportunismo que se ha dado desde la Federación a expensas de la fuerza de AMLO, y ahora de la presidenta Claudia Sheimbaum.
Para los senadores Olga Sosa, Maki Ortiz, José Ramón Gómez Leal e incluso Imelda San Miguel la realidad les revela grandes retos y áreas de oportunidad en la construcción de sus planes a futuro.
Como la oportunidad de usar la llave maestra que les permita abrir todas las puertas que requieren, pero también la urgencia de construir una plataforma política al interior del estado lo suficientemente sólida que les permita un mayor margen de maniobra en el ejercicio del poder de la joven democracia tamaulipeca.
O lo contrario. Que la fragmentación del estado en feudos de poder que representen un área de oportunidad de franquicia, como sucedió con uno de los grupos delictivos más violentos del país que llevó a Tamaulipas a su etapa más terroríficas.
En el argot nerd bucle es un concepto de la ciencia ficción que se define como una acción repetitiva que se da en una parte delimitada de la línea del tiempo.
Similar a la etapa política que vive el estado y el principal reto de la 4T tamaulipeca para permanecer en el poder con o sin la influencia Federal.
POR PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ