CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- En la esquina del 16 y el bulevar Adolfo López Mateos, un pequeño camión se alza como un faro de esperanza y tradición navideña. Las «Piñatas del Camioncito», como los vecinos cariñosamente las llaman, no solo son un símbolo de las fiestas en Ciudad Victoria, sino el reflejo de una familia que convirtió la adversidad en un motivo para soñar.
Hace siete años, la famiia Torres enfrentaron uno de los momentos más difíciles de sus vidas. Un fraude dejó a la familia sin recursos ni rumbo. “No teníamos nada, ni siquiera para comer. Fue entonces cuando mi suegro nos dijo: ‘¿y si vendemos piñatas?’”, recuerda con los ojos llenos de emoción.
Ese noviembre, sin experiencia y con solo 50 piñatas a cuestas, llegaron a Ciudad Victoria en una vieja camioneta. “Venimos a la buena de Dios”, dice la madre de famiia. Lo que no imaginaban era que ese humilde comienzo marcaría el inicio de una historia de éxito y amor familiar.
La fábrica de sueños en el Ejido La Libertad
Hoy, el negocio no solo ha crecido en ventas, sino también en corazón. Desde el Ejido La Libertad, donde vive la familia Torres, se elabora cada una de las piñatas con esmero y dedicación. Siete familias trabajan juntas para dar vida a estos coloridos símbolos de la Navidad.
“Cada piñata tiene su historia. Empezamos en julio con la bola de periódico, luego armamos los conos y en octubre comenzamos a decorarlas. Todo está hecho con globo para que sean seguras para los niños”, explican , mientras sostiene una piñata de estrella con siete picos, símbolo de la lucha entre el bien y el mal en las tradiciones mexicanas.
Además de las piñatas tradicionales, ofrecen figuras de Santa Claus, el Grinch y galletas de jengibre, adaptándose a los gustos de las nuevas generaciones. Los precios, que van desde $150 hasta $700, reflejan la calidad y el detalle de cada pieza.
La Navidad sobre ruedas
El camioncito, que ahora es un ícono en la ciudad, llega puntual cada 1 de diciembre. Desde las 8:00 de la mañana hasta las 7:00 de la tarde, la familia Torres atiende con una sonrisa, incluso bajo la lluvia. “Hay gente que nos dice: ‘Ya nos íbamos, pero nos acordamos que ustedes están aquí’. Eso nos llena el corazón. Saber que nuestras piñatas son parte de sus celebraciones es algo muy especial”, comparte Michel con orgullo.
Más que un negocio, un legado familiar
El emprendimiento no solo ha sido un sustento para la familia Torres, sino para toda una comunidad. “Damos empleo a siete familias del ejido, y eso nos motiva a seguir adelante. Es un trabajo duro, pero lleno de amor. Cada piñata que vendemos es un pedacito de nosotros que llega a sus hogares”, dice Javier emocionado.
Este rincón, frente a Soriana Verde, se ha convertido en una parada obligada para quienes buscan una Navidad llena de color y tradición. “Somos una familia que trabaja unida. Queremos que nuestras piñatas lleven alegría, que cuando un niño las vea se le iluminen los ojos. Eso es lo más bonito”, concluye Michel, mientras acomoda las últimas piñatas del día.
Las «Piñatas del Camioncito» son un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la unión y el esfuerzo pueden transformar las dificultades en historias llenas de luz y esperanza.
Por Raúl López García