Si el sistema político mexicano fuera visto como dice el dicho norestense “desde arriba”, sería una simbiosis y a la vez una eterna lucha (y tal cual, como la lucha libre mexicana) entre rudos y técnicos.
Su naturaleza de sistema omnipotente sentó sus bases desde la colonización religiosa cuando la iglesia se dividía entre el clero secular y regular. Mientras se enviaban ordenes y se administraba desde Roma, misioneros territoriales se encargaron de lograr la tan ansiada conquista de todos los pueblos para que fuera uno sólo y rindieran tributo a la corona española.
Y a lo largo de la historia, pero claramente delimitado desde el porfiriato, el país siempre ha mantenido una naturaleza entre quienes se dedican a dar órdenes desde y quienes ejercían en realidad el poder. Entre todas sus cualidades respectivamente y atrocidades.
En el porfiriato por ejemplo, mientras existía la ‘élite’ de los científicos que intentaban llevar al país al primer mundo, los excesos del bando rudo quedaron para la posteridad reducidos a una sola frase: “mátalos en caliente”.
Superada la etapa y entrado el jurásico priista durante 70 años de sistema tricolor el equilibro prevaleció entre las prácticas charro y la política de calle (como la llevada a cabo por AMLO) y una burocracia e ‘inteligentia’ que subsistió en un ecosistema equilibrado hasta el final del desarrollo estabilizador y el ascenso del neoliberalismo implementado por los Chicago Boys.
Si bien la entrada de la tecnocracia (además necesaria en la coyuntura histórica) representó la entrada del país al Mercado Global, también fue la era más feroz de la degradación institucional que redujo el margen de maniobra del Estado y la intromisión de fuerzas ajenas a sus alcances (como la delincuencia organizada).
Que al final provocaría la crisis de inseguridad sin precedentes en la historia del país. Poco a poco el lado ‘rudo’ del Sistema Político mexicano emigró al mundo de la informalidad (y de la delincuencia) y otro mantuvo su línea de lucha como sucedió con toda la ex militancia priista de calle que nunca tuvo espacio en el intento de Estado Mexicano creado durante el panismo (específicamente con Felipe Calderón).
Aunque la era tecnócrata se desarrolló a la par de la etapa más voraz (y a nivel mundial) del neoliberalismo con todos sus estragos, su contribución bajo sus reglas del juego a la construcción del sistema democrático actual (y hasta hace poco vigente) que permitió desmoronar un grupo de poder que prevaleció en el país hasta la llegada de AMLO a la presidencia.
Andrés Manuel López Obrador por la naturaleza de su formación apostó a la estrategia que prevaleció durante la etapa más estable (y funcional) del priismo y la tropicalizó bajo los principios de su causa.
El equilibro de un bando rudo de calle, de territorio que permitió la implementación del proyecto cuatroteísta a lo largo del país, siempre sustentado por un bando técnico cuya formación inició en la era de la tecnocracia neoliberal y consolidó su importancia, incluso en el mundo académico, con los gobiernos emanados de sus filas desde el triunfo del PRD en 1997.
De esa tecnocracia surgió la presidenta del país Claudia Sheimbaum.
La formación académica de la presidenta del país es envidiada por muchos países del mundo, y reconocen también sus obstáculos.
Como el control que mantienen afines al presidente más dedicados al manejo en lo ‘oscurito’ y no al trabajo en el servicio público con una noción más compleja, que si dan resultados.
AMLO heredó un legado de su 4T que cambió la vida a millones de mexicanos y cimentó un suelo más parejo entre la población, pero son también evidentes los retrocesos que se dieron en otros aspectos como en Educación, Salud (por no decir toda la opacidad en materia de transparencia y su desmantelamiento).
La llegada de la tecnocracia cuatroteísta tiene también una formación política distinta si bien apegada a los principios de lucha democráticos, su noción de izquierda, de política y de políticas públicas se enfoca en temas menos generalizados al estado de bienestar obradorista.
Una comparación similar a la visión moderna de la posmoderna (que bien se presta para otro análisis).
La visión de política y de políticas públicas de los ‘técnicos’ cuatroteísta además profundiza y no a una lucha propagandística entre ricos y pobres, aunque el principio de combatir la desigualdad desde una visión académica es su eje central.
Los nuevos cuadros que pueden crecer o emerger del gobierno Federal tendrán frente a sus narices los muros erigidos por el bando ‘rudo’ del obradorismo que aún si peca de rudimentario su operación fue crucial para que los tentáculos morenistas llegaran a cada rincón del país (como sucedió en Tamaulipas).
Y ese es el punto de inflexión, o de quiebre que surge en la era del Segundo Piso y que podría afectar la estabilidad de un Sistema Político mexicano que pareciera (y también en Tamaulipas) que la única regla en la actualidad es que no existe ninguna.
POR PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ
@pedroalfonso88