TAMAULIPAS, MÉXICO.- Loyda solía tener siempre las mejores calificaciones de su grupo. Desde pequeña la primogénita de la familia fue reconocida por su inteligencia y buen comportamiento en su educación básica.
“El momento mas bonito de mi niñez fue cuando participé para ser la abanderada de la primaria y gané” cuenta ella sonriendo nostálgicamente.
Sin embargo cuando ingresó a la secundaria las cosas empezaron a cambiar. Ya no era una estudiante ‘de nueves y dieces’ pues empezó a experimentar cambios en sus hábitos diarios. Siempre tenía mucho sueño. Al principio pensó que el cambio de turno vespertino a matutino le había trastornado un poco su ritmo de vida. Pero pasó dos años estudiando por las mañanas y nunca dejó de estar soñolienta.
Hasta los catorce años, Loyda siempre fue ‘llenita’, como ella se describe, pero justo unos meses antes de celebrar su quinceañera, empezó a bajar de peso de manera acelerada.
“Mis papás creían que era porque estaba muy nerviosa por la fiesta, me llevaron al médico y todo parecía estar bien, me hicieron análisis y todo estaba normal, pero para el dia de la quinceañera pesaba yo diez kilos menos y me tuvieron que arreglar el vestido porque me quedaba muy holgado” relata.
Cuando estudio una licenciatura, justo en el último año, empezó a experimentar leves ataques de pánico. “es que eres muy nerviosa,
me decían mis compañeras de carrera” platica al Caminante. Loyda conoció a José Isabel y se casaron muy jóvenes, pero a pesar de
eso sus primeros años de matrimonio fueron muy agraciados y dulces. Tuvieron dos hijos: Chabelita, y Carlos. Fue a los pocos días de haber dado a luz a su segundo bebé que empezó lo verdaderamente difícil.
Al principio, era cosas sin importancia como por ejemplo creer escuchar que tocaban la puerta o el timbre del teléfono, sin que hubiera
sucedido. Luego, Loyda empezó a oír que alguien la llamaba por su nombre, después ver sombras que se reflejaban atrás de ella cuando
estaba frente al espejo. De inicio pensó que podría ser algo sobre natural, pero lo que sucedió un dia la puso en alerta.
Esa mañana escuchó que tocaron la puerta y al abrirla, una mujer de algunos cuarenta años se presentó, diciéndole que buscaba una
dirección, estuvo atendiéndola un par de minutos, se despidieron y ella volvió a entrar a su casa. Apenas había cerrado la puerta cuando
su esposo entró y le preguntó que qué hacía parada en la puerta sola.
“yo le dije que no estaba sola, que estaba dándole ‘señas’ a una señora para hallar una dirección y el me respondió que desde la esquina, cuando el venía en el carro vio que yo estaba hablando sola. A partir de ese día todo empeoró, empecé a tener cambios drásticos de humor, mas alucinaciones, tristeza y ansiedad, me daba miedo salir a la calle y por las noches ya no dormía. Fui a consulta con un psicólogo y después de dos citas me pidió que acudiera con un psiquiatra. Yo lo tome muy mal, repetía a cada rato que no estaba loca, que las personas que supuestamente yo veía eran reales. Discutía por todo y perdía el temperamento muy fácil, por ejemplo si no me respondían rápidamente estallaba contra mi esposo y mis hijos, incluso empecé a pegarles. O por ejemplo miraba una película y si el final era triste me pasaba días enteros llorando” relata sin poder contener las lágrimas. Loyda pasaba de una ira incontrolable a tener pensamientos suicidas, pues escuchaba voces que le decían que se matara, “que ésta vida ya no tenía caso vivirla”.
“Incluso durante un año y medio no tuve relaciones con mi esposo porque yo lo rechazaba, sentía que lo odiaba, yo no se como aguantó tanto, eran pleitos a diario, o noches enteras, discusiones, gritos, abusos. Muy dentro de mí sabía que yo era el problema, pero me daba vergüenza reconocer que algo dentro de mi, no solo a nivel psicológico, sino que mi cabeza estaba enferma. Afortunadamente acudí a recibir ayuda psiquiátrica a tiempo, y aunque aún estoy en la etapa de ajuste de medicación, mi vida ha mejorado, las discusiones han casi desaparecido, me reconcilié con mi esposo y vivo mas tranquila, y parece increíble que todo ese infierno pueda desaparecer solo con la dosis correcta, yo aún no he llegado a ese punto pero cada vez estoy mas cerca de recibir la medicación exacta para sentirme al 100%” concluye Loyda su relato al Caminante. Esperemos que así como ella, todas las personas con un padecimiento psiquiátrico hallen la dosis exacta.
POR. JORGE ZAMORA
EXPRESO-LA RAZÓN