Si la alternancia política de 2016 puede considerarse como el nacimiento de la democracia tamaulipeca, en realidad ese año fue apenas el momento en que esta salió de la incubadora.
El trayecto ha sido largo y complicado. La llegada de Cabeza de Vaca al poder marcó una de las etapas más autoritarias de la historia reciente, pulverizando cualquier avance democrático. Aunque terminó con un régimen y los mecanismos de control que en el pasado alimentaban todo un sistema, el reynosense, junto con sus hermanos, socios y aliados, repartió el poder y el presupuesto. En unos cuantos años, su fuerza cuasi totalitaria se desmoronó, afortunadamente, desde las urnas.
El exgobernador cometió el error de incluir en el presupuesto estatal —y en puestos de gobierno— a los principales blanqueadores de la corrupción. Su estrategia de seguridad aparentemente resultó efectiva, pero más allá de combatir a los delincuentes, los mantuvo ocupados en los negocios.
Mientras Francisco Javier luchaba contra los molinos de viento priistas, pasó desapercibido, al menos al inicio, el ascenso de Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación.
Incluso en sus delirios de persecución, nunca imaginó ni detectó que López Obrador, antes de la elección presidencial, había alzado la mano del doctor Américo Villarreal como el verdadero líder de su movimiento. El verdadero logro democrático en la historia del estado se dio con el triunfo de Villarreal Anaya como senador de la República.
En pleno esplendor del poder, con una lista de asesinatos cuestionables y persecuciones políticas sin sentido, el fraude electoral que inicialmente había otorgado el triunfo al PAN y a su candidato Ismael Cabeza de Vaca fue revertido. La impugnación bien documentada sobre la alteración de actas en la región cañera dio el triunfo al doctor Villarreal.
Américo Villarreal abrió la puerta para la entrada de la democracia en el estado.
Sin embargo, las derrotas electorales que sufrió el cabecismo aceleraron un discurso autoritario contra los morenistas, a quienes, desde el inicio, señaló como expriistas. Ante la desesperación, sumó al PRI en una fórmula con el PAN (el llamado PRIAN).
Desde entonces, el “americanismo” ha navegado por aguas turbulentas. A pesar de los constantes ataques del cabecismo y de los golpes de supuestos aliados, como Mario López y Adrián Oseguera —evidentemente señalados por corrupción—, entre otros grupos morenistas, Villarreal ha logrado mantener su posición.
Entre estos detractores destaca el senador José Ramón Gómez Leal, quien se ha mantenido, al menos de facto, como un puente entre el senador Adán Augusto López y Cabeza de Vaca. A pesar del capital político que acumuló con los Servidores de la Nación, su poca astucia en tribuna le ha impedido consolidar su marca en el estado.
Otro caso es el de Maki Ortiz, quien, desde su cacicazgo regional, conserva fuerza, estructura y capital. Sin embargo, su estado de salud ha frenado sus ambiciones políticas. Su hijo, Carlos Peña, inicialmente mantenía un discurso disidente, pero terminó alineándose al obsoleto libreto de sus patrocinadores del priismo peñanietista.
Con la reciente renuncia de Adriana Lozano a la Secretaría de Finanzas, el grupo político de esta última ha perdido fuerza. Su única alternativa parece ser alinearse con el gobernador Américo Villarreal, quien, desde su triunfo electoral, ejerce el control del estado con plena facultad para gobernar.
Ahora, con todo el aparato estatal a su disposición, el gobernador enfrenta la encrucijada de prevalecer en el tiempo o simplemente transitar el sexenio. Hasta el momento, el panorama sugiere que, como en otras circunstancias adversas, saldrá triunfante, lo que beneficiaría a todos los tamaulipecos.
Carmen Lilia: El ascenso
La alcaldesa de Nuevo Laredo ha crecido rápidamente en la carrera por la sucesión. En las últimas semanas, ha iniciado recorridos por todo el estado con la mira de aumentar su posicionamiento político.
Por su parte, los hermanos Cantú Rosas se han mantenido como figuras clave, dispuestos a formar alianzas para lograr la unidad entre los grupos morenistas. Estos, recientemente, se han dividido tras la alianza de facto entre los senadores José Ramón Gómez Leal y Maki Ortiz.
POR PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ