Aun están aquí las últimas voces antes de apagarse, pero comienzan el flujo rumbo a la calle de la noche. La metáfora vive en la montaña que envejece. Amanece en los trenes y por la tarde una bicicleta lleva luz a una casa.
Las tardes son como el viento fresco después de la lluvia. Con puntualidad llegará la oscuridad pero es la tarde nostálgica. Podemos estar un rato más, acurrucar el alma en esta orilla de la banqueta arrojando piedras pequeñas sobre una rayuela.
La tarde es como diciembre del año que pronto vuelve para estar con nosotros con dulces y colaciones. Pardeando sin sol las flores pierden el esplendor. Por la tarde se encoge el girasol y se sumerge en la sombra de la creación.
Por las tardes suele haber una academia para ver la puesta del sol en todo su apogeo. La gente del turno vespertino es aquella que trabaja por la mañana y sobre la tarde rueda en bicicleta por los bulevares.
Hasta aquí han llegado las palabras cargadas de fuego, dichas por el compañero y por el extranjero en lenguas extrañas.
Existen en el mundillo subterráneo de los impuntuales maestros, discípulos en eso de llegar tarde. Algunos lo traen en los genes y otros fueron instruidos desde la infancia.
Tienen una cita a las diez y a esa hora salen de casa. Con la trifulca del tráfico es claro que llegan tarde pero hay un aliado. El ser original quien siempre llega tarde sabe que al llegar otros llegarán después que él, llegarán cuando ya concluye el evento y están recogiendo las tarimas del presidium. No hay premio para el puntual ni para el lado contrario.
En cambio, llegas tarde y todos se te quedan mirando, al menos eso sientes. Ven si te bañaste, si todavía traes el olor al jabón chiquito, si traes lagañas o todavía vienes crudo, y desde luego, alguien para hacerse notar traerá una silla donde te sentarán como un ejemplo de lo prohibido.
Si es primera vez que llegas tarde todos sin falta recriminarán tu falta de responsabilidad, por ahí habrá quien proponga te descuenten el día. Si dices algo, por ahí mismo te andan mandando a chihuahua a un baile. Y es que para llegar tarde hay que tener estilo.
Todo mundo sabe quién o quiénes llagarán tarde y eso está previsto en el reglamento, en la misma Constitución los diputados no son apercibidos por ese insignificante detalle. En realidad los legisladores llegan tarde y ni a quien le importe, no se acaba el mundo por eso, ni la señora afuera del recinto deja de hacer tamales.
Sé de buena fuente que hay amparos, disculpas públicas y suficientes recursos jurídicos para sacarle la vuelta a un retardo, como en el kinder. Algunas señoras, muy pocas, llegan tarde al jale y la culpa es de los micros, los albañiles llegan tarde al colado y la culpa es de los tlaxcaltecas. Todo eso también es tarde y pronto llegará la noche sin detenerse.
La tarde pinta y arruga como un ovillo de papel el rostro de los más viejos, sean o no famosos. La tarde es también volver a casa bien cansado, la vieja película cuyo final nunca se supo. La tarde es el último vuelo de palomas buscando refugio en una cornisa, es un oscurecer de nostalgia, un rocicler en el mesanine, una mano sobre otra muy tímida.
Fue el aire quien nos trajo la tarde, fue el tiempo que no falta, fue el turno que ya nos tocaba, fueron los tlaxcaltecas, fue el micro que venía bien despacio.
Pronto llega la tarde e igual lo hará el nuevo día con su luz amarilla. Por lo pronto se pasea por la montaña asomándose al otro lado de la existencia. Como ves no puedes quedarte en la mañana, el viaje fue gratis quieras o no quieras, tampoco puedes llevar un pedazo de las nueve de la mañana en el bolsillo, todo es un sueño, la vida apenas existe.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA