El pasado 20 de enero, Donald Trump asumió, por segunda ocasión, la presidencia de los Estados Unidos, consolidándose como el presidente número 47. Este hecho marca no solo el regreso de un líder polarizante, sino también el inicio de una etapa de profundas implicaciones globales. Su discurso inaugural prometió una «era dorada» para el país, apelando a una «revolución económica y social» y reafirmando su visión nacionalista que busca reconectar con quienes se sienten desplazados en un mundo globalizado.
Más allá de las palabras y de la figura de Trump, la presidencia de Estados Unidos simboliza el poder político, económico y militar más influyente del planeta. Su peso trasciende al individuo que ocupa el cargo, convirtiéndolo en una figura capaz de moldear el destino de naciones enteras.
Un elemento clave de la ceremonia inaugural fue la asistencia de figuras como Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg. Más que una coincidencia, su presencia subraya la alianza entre política y tecnología. Estas personalidades no solo lideran empresas; controlan sectores estratégicos como la inteligencia artificial, la comunicación global y la economía digital, áreas que serán determinantes para la competitividad de Estados Unidos.
Para México y el resto del mundo, entender esta conexión será clave para anticipar los efectos de un liderazgo que pone la tecnología al servicio del poder.
En este contexto, es fundamental que los mandatarios fijen posturas más allá de los discursos públicos o las narrativas mediáticas. El liderazgo debe estar guiado por los objetivos estratégicos de la nación que representan, priorizando los intereses nacionales sobre cualquier dinámica de declaraciones o confrontaciones públicas. La claridad en la visión estratégica y la capacidad de actuar en consecuencia son esenciales para garantizar que cada decisión fortalezca los objetivos nacionales. Lo que te aleja de esta meta es un error, y es crucial evitar que egos o discursos desvíen el enfoque de lo verdaderamente importante.
Para México, el regreso de Trump presenta retos inmediatos. Las políticas migratorias más estrictas y la amenaza de nuevos aranceles generan incertidumbre en sectores comerciales y sociales. Sin embargo, este panorama también abre una oportunidad para diversificar relaciones económicas, fortalecer alianzas internacionales y posicionar al país como un socio estratégico en temas como la transición energética y la cooperación en seguridad.
Desde la comunicación política, este nuevo contexto exige una narrativa clara y estratégica. México no puede limitarse a reaccionar ante las declaraciones de Trump; debe proyectar estabilidad, dignidad y una visión de cooperación global. La capacidad de construir mensajes efectivos no solo fortalece la posición del país, sino que redefine las relaciones en un entorno global cada vez más competitivo.
El regreso de Donald Trump nos recuerda que el verdadero peso de su mandato no radica en su personalidad, sino en el poder que conlleva la presidencia de Estados Unidos. Como dijo el filósofo británico Lord Acton, «El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente». Este es un momento para que México actúe con firmeza, estrategia y visión, demostrando que el poder, aunque formidable, no es insuperable.
Eric Valdez Gómez Consultor en Comunicación Política (Compol) Experiencia en Campañas Políticas en México y el Extranjero Enfoque en Comunicación, Medios y Marketing Digital Conéctate conmigo:
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