CIUDAD VICTORIA, TAM.- Es de madrugada y la central camionera luce solitaria y lúgubre. Con un boleto en la mano, Don Moy espera la salida de su autobús hacia la frontera.
Antes de partir se comió un par de hot dogs con el ‘Pica’… “pa’ aguantar” dice el viejón. Su destino es Matamoros y lleva consigo una cantidad considerable de dinero ‘bien clavado’ en la planta de sus pies y dentro de los calcetines.
Días previos a esta salida, Don Moy ya había hablado con su contacto en Brownsville para conseguir en ‘el valle’ la preciada mercancía que le solicitan en Ciudad Victoria: una pick up Ford Ranger modelo 99 y de cuatro cilindros y motor 2.5 L.
Ya había pactado con el cliente un precio que ronda los 55 mil pesos, y pagaderos al entregar en su propio domicilio.
Pero el ‘don’ sabe que mucha de las veces el interesado suele ‘rajarse’ a mitad de la negociación e incluso ya con el vehículo frente a su casa. Pero esto no le preocupa a Don Moy pues sabe que su inversión esta garantizada, pues las ‘rangercitas’ son muy codiciadas en la localidad.
Desde hace años el hombre de 56 años se dedica a esto: contrabandear carros americanos, ‘chuecos’ o ‘chocolates’.
Está consciente de que es un delito y que en cualquier momento lo podrían ‘atorar’, pero asegura que hace esto debido a su precaria situación económica (trabaja como bodeguero en una empresa pero su salario prácticamente no le cubre sus necesidades más básicas).
Al llegar a Matamoros, como en cada ocasión, lo primero es echar un buen almuerzo callejero para después reunirse con su contacto. Sin embargo el precio que paga por un vehículo ‘recién cruzado’ desde Texas es solo una pequeña parte de la inversión, pues hay que pagar el ‘impuesto local’ por la unidad que va desde 350 a 700 dólares… solo por llevar a cabo esta transacción en la ciudad… y si no lo hiciera, se arriesga a que el viaje termine mal… muy mal.
Pero, como él dice, esto ya se toma en cuenta desde el principio. Hay particulares que se arriesgan a comprar autos americanos en los muchos lotes que hay por doquier y ‘pegar la carrera’ sin pagar el impuesto local. Algunas veces se salen con la suya… otras veces puede llegar incluso a tragedia el asunto.
Don Moy no se arriesga, prefiere pagar y salir seguro. Luego viene el primer ‘moche’ al salir de la ciudad: en el retén de la ley en los límites municipales. Ahí la cosa va desde un quinientón hasta varios miles… depende del tipo de elemento que le toque.
Si en el auto viaja acompañado de familia, a veces se las perdonan, cuestión de suerte. Luego sigue el segundo moche en los alrededores de ‘Sanfer’; la transacción es muy parecida a la anterior al abandonar la franja fronteriza.
Algunos de los ‘viajecitos’ que Don Moy ha hecho a la frontera han corrido con suerte, por ejemplo, ha llegado a hacer negociaciones sin pagar ‘impuesto local’ y en otras ha podido bajar hasta Ciudad Victoria sin ser extorsionado.
Aparte del riesgo de ser ‘apañado’ por la ley, existe otra variable: que el vehículo esté en buenas condiciones mecánicas para llegar hasta la capital.
Muchas veces la unidad se encuentra muy próxima a descomponerse y alguna vez Moy se quedó tirado en carretera con un auto que parecía estar ‘jalando al 100’. Por eso es mejor viajar en caravana y si es posible acompañados de alguien que sepa de mecánica automotriz.
Una vez que se tiene el mueble en casa, hay que detallar el vehículo. Muchos de los carros que se ofrecen como una ganga en Texas, los son porque los agarró una inundación o cayeron en algún rio. Debido a esto la tapicería puede venir muy sucia o con olor a húmedo y es necesario lavarla a conciencia. Otras veces les falta alguna mica o espejo retrovisor.
Con frecuencia la pintura también trae rayones que deben ser cubiertos con pintura e igualando el color o simplemente una buena pulida.
En ocasiones traen pila nueva, otros no, e incluso les toca la buena suerte de traer mucha herramienta y llanta de refacción ‘enterita’.
Don Moy tiene por costumbre entregar el carro o troca con todo lo que traía de origen. “Yo prefiero entregar un carro con todo lo que se pueda ¿pa’ que me quedo con triques? es mejor que el cliente se vaya satisfecho y sin broncas” dice el hombre mientras acomoda la calavera a la Ranger recién traída. Mientras platica con el Caminante, Don Moy recibe mensajes de posibles clientes. El regateo es corto: de 75, bajó precio a 70 y la camioneta ya tiene nuevo dueño. Otra venta más, otra semana más que las cosas salieron bien. Moy preparará su siguiente viaje, pidiéndole a Dios que todo salga bien. Dios dirá. Demasiada pata de perro por esta semana.
Por Jorge Zamora