13 abril, 2025

13 abril, 2025

Y a uno que no le gusta el chisme 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

No entiendo por qué la vida me pone en el sitio donde escucho conversaciones ajenas que suelen ser de nula importancia para quien suscribe, no obstante hay otras de real trascendencia. Y a uno que no le gusta el chisme. 

Escucho por ejemplo que se ha caído un avión en Birmania y quién sabe si sea cierto, fue en Kazajistán, y ni siquiera está cerca señora. Por otro lado a doña Francisca se le quemaron las lentejas y cómo no si siempre anda en el cotorreo, le contestan.

Es así también como se informa de cosas que uno no sabía, aún cuando  sucedieron hace un chingo de años, en cambio se reporta casi en vivo que a fulano de tal le ponen el cuerno, el señor nos libre, a lo mejor no es cierto.

Va uno en el transporte público y el que va mero adelante fue criado por su abuela porque su padre salió a comprar unos cigarros, volvió ya viejo y sin que nadie se diera cuenta entre los carnales lo corrieron bien gacho.

Un interlocutor, nunca diría cual, quiere ver sangre y en el morbo que le coce las entrañas cocina una posible tragedia. Se decepciona si le cuentan que todo marcha bien. Se escurren las tragedias de los demás, a uno le va con máuser. Uno de todas maneras bien sabe que el mundo da muchas vueltas. 

En Ia calle escucha uno cada cosa que mueve a las emociones más íntimas y pecaminosas, la imaginación vuela, el tiempo regresa, y quieres seguir escuchando la historia nomas de conchota pero se atraviesa una barda, la otra señora que escuchaba da vuelta en Ia esquina con todas las incógnitas.

En la calle hubo confesiones no pedidas, declaraciones de amor, claro, secretos dichos entre líneas, mentiras a medias y mentiras completas, mentirotas, terribles verdades, historias increíbles, leyendas urbanas, sabe uno quién durmió con quién, de todo me he enterado con incertidumbre de la duda. Si me hubiera quedado un poco más atrás de ellos los conversantes, la versión hubiera cambiado y resultaría lo mismo pues tampoco estoy seguro de ello. 

Algunos sujetos mienten descaradamente en su paso por la banqueta, al cabo no hay quien sea testigo de lo contrario y nunca habría manera de ponerle el polígrafo a media calle. De cada individuo sale una historia: entra por una oreja y sale otra historia distinta, y se cuenta muchas veces hasta que lo ocurrido ya no fue en Nueva York sino en Jaumave o quien sabe.

Una señora pregunta la edad a otra- de ese nivel es la indiscreción callejera- le contesta la otra que tiene 50, se ve usted más joven; yo, que voy atrás de ellas sé que siempre es igual, la vez pasada dijo que 40, nomás para confundir al enemigo, para mi que pasa de los 60. De tanto aprendí que hay suficientes recursos para evadir dicha pregunta.

Allí me enteré que ayer chocaron en la esquina, yo que todo lo sé no me di cuenta, fue a media noche, me aclaran, hay que estar pendientes en la ventana para tener que contar al día siguiente. 

Allí precisamente en la calle me enteré que iba a venir Luis Miguel y lo anduve promoviendo, luego de un tiempo me cersioré que no era cierto; ya estuvieran vendiendo boletos, me dijo un bato, si cierto, ya se hubieran agotado. Me mantuve en silencio el tiempo necesario para negarlo todo, tampoco recordaba dónde había sacado el borrego. 

Solamente en soledad se alcanza el nirvana, no vale ir hablando en solitario por la acera de enfrente, aunque hay quien lo hace. Y si vas masticando lo que oyes en la calle, obtienes más de un bulto de cemento o una arpilla de papas cargando en la espalda, con eso te entretienes, si lo escribes nadie te dará el Nobel por un chisme, la señora del barrio que siempre anda en la tienda cobrando la tanda te gana. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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