De pronto somos una tarde bella, una esfera. Cielo de luces y sombras. Con la sombra tu silueta es la pieza única que ilumina. Acusas de recibo esta carta. El cielo tiene sus lienzos de blancas túnicas. Hay calles con un poco de nosotros. Soy tu todo que camina. Hay canciones en los escalones, trepo cada reloj de arena, cada andamio de la isla.
Desde que te has levantado no he parado de llover ni de mirarte, ahora oscurece, la calle se ha metido a mi traje de fantasma y a tu bata de dormir. Eso, con una cama suelta flotando por la casa, un barco en la niebla, una ebria tripulación, un escapulario que cuelga del cuello, un cuarto de frijol negro en ia hoya hirviendo.
Si te quiero es por soberanía, por libre albedrío. Te quiero como el tren va por la vía y circulo por las paredes garabateadas por las caricias y los golpes de la vida. Te quiero por mis rincones, por las enredaderas de mis manos, por mis esteros de suelo amarillo.
El aire que pasó por mi, ahora mueve tu cabello. Es revoloteo de tempestades. Te he visto sin querer, como quien ve por primera vez, ahora sonríes es un jugo de duraznos, voy perdiendo en esto de voltear a verte a cada rato.
Puedo célebre y tranquilamente recitar a Whitman: «Aquí, en la masculina y femenina tierra, con los herederos y herederas del mundo y la combustión de elementos, con la espiritualidad que todo descifra o con lo abiertamente confesado, con lo que siempre tiende a lo mismo, con el final de las formas visibles, con lo que me satisface y que después de una larga espera por fin prosigue, sí, aquí viene mi amante, el alma»
Ensayo otras fórmulas para andar por el mundo, recojo hojas caídas dos veces, mi lucha es el tiempo detenido en tus ojos, la mueca que descansa suavemente en mis labios en lo que te pienso. Describo el viento que produce un abanico de mano muy temprano el asunto es ocuparse de estos asuntos. Un ser arrastró una silla para sentarse, pensé en ti, no puedo conversar con nadie. Ensayo que llegas sonriente con una botella de aguardiente, algo que talle el gaznate, más no es cierto, no te topo.
He quedado aquí, con mi nombre de pila. Aquí atrapado en el cuerpo, quedo lejos de las nutritivas comidas y largas sonrisas, lejos de los amplios techos y las nuevas camisas. Lejos de paradisíacos lugares contigo para conversar con grandes y viejos amigos.
Quedo adentro de casa donde logro escuchar junto a mi al silencio que he amado, acaso escrito mientras leo, escrito por otros. Solo, con las manos con las que lavo mis platos, que no sé guardar en los bolsillos, con las que compré el boleto de tocarte y con mi agónica ropa que observo atentamente en la cesta, muy junto a ti me hago ovillo y comoquiera amanezco.
No pido nada para ambos, no tengo hambre en este restaurante imaginario. No pediré nada al mundo que se desgarra por ser feliz con mucho a cambio de lo poco. Aún conservo unos pesos, acaso los últimos para ir a la tienda a comprar lo necesario sin lujos. Encuentro muy cerca lo que quiero y lo que no.
Los sueños son ahora extraños sin ti, no te sueño, y hasta podría confirmar que no te extraño pero sí. Hago el movimiento necesario para pulsar el clima. Todavía siento frío y me reconforta saber que todavía existo, que estoy escribiendo esto.
Es todo y es mucho. Pronto se extinguirá el silencio de las casas del barrio y comenzará el misterio de las ausencias. Alguien, no sabría quién, preguntará por mi, por mi nombre de pila. Si me lo preguntan a mi: diré que soy Walt Whitman escribiendo el poema «Saludo al mundo» y otros poemas. Aún cuando en la realidad lo mio son simples ocurrencias.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara