22 abril, 2025

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El hombre que caía gordo

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

La paradoja es que caigo gordo y estoy muy flaco y en cualquier rendija quepo, sin albur. Me escabullo entre la multitud, corro mas recio que el promedio de quienes intentan correr un domingo por la mañana, aguanto el hambre como en un concurso de sobrevivencia y cuando hay chance como de a madre, no sé si por eso caigo gordo, en todo caso por lógica debería caer flaco ¿ Cómo deberían ser los sujetos que caen flacos? No lo sé, a nadie importa eso.

Desde niño me ha quedado establecido que caigo gordo. Y creo que con razón. Soy como dicen: muy mamilas, aún cuando a veces suelo parecer lo contrario. Estoy marcado por esa primera impresión y aparte no me preocupa, lo cual aporta más a lo que parece un conflicto. 

Nadie es monedita de oro para caer bien a todos y a mi eso de caer gordo se me da por naturaleza, pues no es por mis actos, por mi perfil, por mi curricula, no por mi modo de ser, por mi estatus social, ni por mi manera de ser que incluye una manera de estar de pie o de sentarme, una pose de la cual no me entere. No soy el gran guapo ni el exagerado caballero con las damas, pero de tres que se sientan a una mesa conmigo dos empiezan a contradecirme. Quisiera no intervenir, no saber y que no me preguntaran. 

Pese a todo, ser como soy y tener quien me quiera me otorga muchas ventajas comoquiera pues aparta del camino las filosas hipocresías. Hay quienes opinan que debo ser así o asado para complacer al mundo, que a eso llaman relaciones públicas y humanas, sin embargo esas relaciones me han impactado de distinta manera. 

No obstante me identifico de cualquier modo con seres extraños como yo y que con todo son mis amigos a favor. Toda vez que la goliza despiadada en mi contra es desproporcionada. Mis tres amigos traumados por mi, saben lo que pienso y que sin menoscabo comento. Así soy y creo así moriré, ni yendo a bailar a Chalma me compongo. 

Tampoco creo ser el único, pero en lo verdadero puedo asegurar que si alguien cuenta con mi amistad, también cuenta con mi cariño y amor incondicional. Eso, supongo, me hace humano creo. 

El mundo no podría juzgar con eficiencia mis razones y menos encasillar mi comportamiento adentro del egoísmo pues eso cabe en un vaso de agua. Quienes me conocen saben que no dejo nada para mi, que doy todo lo que soy y lo que tengo sin pedir nada a cambio, y no me anda buscando la NASA por eso. 

No trato por tanto o por menos justificar mi existencia, ni los motivos de ser curioso, de asomar el rostro y peinarme por enmedio, de someterme de modo propio a este y otros experimentos de la vida con el fin de descubrir al diferente, al que va en sentido contrario a las manecillas del tiempo. Eso cae gordo. 

Camino rápido, ando en bicicleta o en la noche me verán corriendo, soy puntual, tengo un amplio repertorio de conversación y un buen diccionario, creo que por leer mucho, no diré cuánto, pues hasta yo me caería gordo. 

Me es costumbre tensar la cuerda al punto que en ocasiones revienta, tampoco siento miedo, mo extravié de niño, quizás sea eso. Moriré como soy, como todos, aún cayendo gordo así voy, así me siento bien, así soy feliz, escribo y me levanto. Logro ser feliz viendo llover o cómo crece un árbol, puedo ser feliz en lo que espero sin saber qué espero. Puedo ser feliz cayendo bien sin querer o cayendo gordo hasta el fin. 

En compensación Humberto Eco, en El Péndulo de Foucault, agrega a mi cuenta «Cada uno de nosotros de vez en cuando es un cretino, un imbécil, un estúpido o un loco. Digamos que la persona normal es la que combina razonablemente todos esos componentes o tipos ideales». Por tanto cualquiera en un momento dado puede ser lo que soy, tampoco daría cátedra de cómo caer bien, pues a veces con el ímpetu terminas cayendo mal. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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