El periodista norteamericano John Reed tituló a su testimonio del triunfo de la Revolución Rusa en 1917, “10 días que estremecieron el mundo”. Sin que haya ninguna comparación posible, parafraseo el titulo de esa obra magnífica, para referirme a los primeros 100 días del gobierno de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos de América, que sin duda han estremecido hasta el ultimo rincón del mundo.
Desde el primer minuto de su segundo periodo de gobierno, no se ha detenido hasta hoy, la firma de órdenes ejecutivas, mediante los cuales ha establecido tarifas económicas a todos los productos del mundo que aspiran a entrar al mercado norteamericano. También ha girado órdenes ejecutivas para condicionar la realización o la omisión de acciones específicas. En el caso de México declaró a Carteles del Narco como organizaciones terroristas, lo que legalmente habilitaría la posibilidad del uso de las fuerzas armadas de Estados Unidos para detenerlos en cualquier parte donde se encuentren.
Ha intervenido directamente en los conflictos armados de Rusia contra Ucrania y de Israel contra los palestinos de Gaza y Cisjordania y las organizaciones Hámmas y Hezbolá, y contra los Hutíes de Yemen, contra quienes han lanzado bombardeos para someterlos sus dictados.
A sus aliados europeos les ha dejado clara la advertencia, a través de su vicepresidente, de que hay nuevas reglas del juego y que no hay nada más que hacer que obedecerlas, so pena de retirarles su apoyo económico y político. Y para dejarlo muy claro, al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, le ha dicho que no está dispuesto a darle más ayuda económica, que debe cederle la soberanía de la región de Crimea a Rusia y terminar cuanto antes con esa guerra a la que llama absurda, todo esto, al mismo tiempo que los países de la OTAN siguen reuniendo recursos para apoyar a Ucrania en la guerra contra Rusia.
En el caso de China la confrontación abierta es tan grande que los tarifas aplicadas a sus productos han sido hasta de 145% . Los analistas de todo el mundo ponen en duda la efectividad económica de esa política impositiva y anuncian nefastas consecuencias para la economía norteamericana y para la economía de los demás países del mundo.
A través de este espacio hemos fijado una posición frente a estos hechos, a mi juicio, no se trata de confrontación económica, si no de una redistribución del poder político, económico y militar que Donald Trump está haciendo, usando las peores maneras posibles, violentando todas las formas de la diplomacia tradicional, pero dejando muy clara cuál es su posición.
El mensaje de Trump a sus aliados tradicionales es que les tiene que quedar claro qué Estados Unidos no ha cedido su liderazgo del mundo capitalista occidental, aunque el neoliberalismo haya naufragado y la economía de los países capitalistas se encuentre a la deriva entre gobiernos de izquierda moderada, pasando por los centros tradicionales y las derechas populistas, el mensaje es que Estados Unidos sigue siendo el líder del mundo occidental.
Al gobierno del Partido Comunista Chino, que hoy en día representa Xi Jinping, también le debe quedar claro que la confrontación abierta, que se puede convertir en una nueva guerra fría, es con China y sus aliados y la amenaza que representan para el mundo occidental. El coqueteo con Rusia no tiene por objeto sumarlo abiertamente a la causa norteamericana y de sus aliados, pero si neutralizar en lo posible una confrontación, porque como ha dicho el propio Putin, en Rusia ya no hay socialistas ni comunistas.
Lo que nos debe quedar muy claro a todos, es que el mundo necesita nuevos referentes, el paradigma de la democracia liberal que representaba la democracia norteamericana, fue demolido desde sus cimientos el 6 de enero de 2021 por el asalto de las milicias armadas pro Trump para impedir la elección en el Colegio Electoral de Joe Biden, como dijo Francis Fukyama refiriéndose a ese hecho, “bastó un día para que dejaran de voltear a vernos” refiriéndose a que la imagen de la democracia norteamericana fue destruida por ese asalto.
Cuatro años después, a partir del 20 de enero, el propio Donald Trump ha roto por completo con todo lo que la democracia norteamericana representaba, ordenó la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, a la que acusó de haber hecho una mala gestión de la pandemia de Covid. Ordenó la salida de los acuerdos de París para proteger el ambiente del planeta, cómo medida que abrió la posibilidad de regresar al uso de los combustibles fósiles como fuente de riqueza y prosperidad para los Estados Unidos, idea sintetizada en la frase que usó en su discurso inaugural, “drill baby drill” que se traduciría como “perfora baby perfora” para hablar de la vuelta al uso de la reserva petrolera norteamericana.
Su presencia en los conflictos armados de Ucrania, Israel, y Yemen, tiene por objeto dejar claro que no hay nadie que sustituya el liderazgo de los Estados Unidos, ni Francia, ni Alemania, ni Inglaterra, para tutelar a los líderes pro occidentales, ni Selensky, ni Netanyahu, pueden recibir asesoría, apoyo y consejo más que del Presidente de los Estados Unidos.
En este momento es más importante entender qué es lo que está sucediendo, que tomar partido. Donald Trump no es un ignorante, ni está loco, ni es tonto, es el Jefe de Estado que ha puesto a la cabeza de las instituciones a profesionales radicales de la derecha norteamericana, que coinciden con él en su idea de cómo reasumir el liderazgo del mundo y hacia dónde dirigirse.
Estados Unidos ha sido el enemigo del comunismo y las naciones que aún son gobernadas por partidos comunistas están en Asia, China y Corea concretamente, que nunca han abandonado su posición y en donde son los partidos los que gobiernan mediante el relevo de sus liderazgos, siguen siendo comunistas y cada vez son más poderosos. Trump parece estar asumiendo, bajo sus propios términos, el liderazgo único que Estados Unidos ha reclamado históricamente a lo largo el Siglo XX a través de dos guerras mundiales y una Guerra Fría.
