En las recientes semanas las embestidas entre fuerzas políticas locales aumentaron de tono y la maquila articulada de publicaciones relacionadas a las redes de intereses de la 4T son similares a los golpeteos políticos que se han dado desde el panismo nacional durante años, aunque tuvieron su origen previo a la elección presidencial de 2006.
La destrucción completa del priismo dejó a la oposición mexicana en el ostracismo, pero no a la ultraderecha mexicana.
Es evidente su crisis al no contar con una fuerza política lo suficientemente fuerte como lo llegó a ser el PAN, pero los grupos empresariales aún diezmados por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador conservan su poderío económico y sus estructuras políticas podrían iniciar un proceso de mutación que podría impulsar o ya impulsa con facilidad el ex gobernador del estado Francisco Javier García Cabeza de Vaca.
Una de las principales cribas del calderonismo desde su origen (salvo por el converso Manuel Espino) es la adopción de la ultraderecha como la base política de sus grupos políticos y el ex gobernador no se considera ajeno por su gentilicio texano y su pragmatismo que bien demostró desde el poder.
Aunque se pueden considerar pertenecientes al mismo grupo político – ideológico, la concepción de ultraderecha de origen es distinta aunque las dos preocupantes.
El ex presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa mantenía como legado familiar el fanatismo cristero propio de un estado clave en la guerra como lo fue Michoacán. Entre los grupos de ultraderecha con los que también tenía cercanía era con el sinarquismo, el Opus Dei, el Yunque y los Legionarios de Cristo.
Calderón además simpatizaba con el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe que al igual fue una de las figuras clave y cuestionadas en la guerra en contra del narcotráfico que duró por años en su país. Y fue su inspiración para llevar a cabo el combate frontal a la delincuencia organizada para tomar por completo el control de la vida institucional del país e iniciar unas de las persecuciones políticas jamás vistas en la historia reciente de México.
Su formación católica le dio un mayor apego con las ultraderechas latinoamericanas y europeas y guardaba sus reservas con la estadounidense que por décadas ha realizado trabajo de campo en lo que se puede considerar como la segunda gran evangelización del país.
Y son esos mismos grupos los que mantienen cercanía con el ex gobernador tamaulipeco y su principal fuente de alimento ideológico.
La tradición romana de la ultraderecha calderonista mantiene un elitismo desde tiempos remotos que se apega por completo al catolicismo y las alianzas entre grupos protestantes estadounidense les ha permitido crear una plataforma que les permite una mayor entrada, aceptación y asimilación de la comunidad.
Y su ‘espíritu americano’ las nutre de un pragmatismo que al final termina por regirse de acuerdo a las leyes del Mercado.
En cuanto a su concepto de autoritarismo, en la praxis la ultraderecha calderonistas recurren al golpismo mediante el aparato de justicia y las Fuerzas Armadas, mientras Cabeza de Vaca e influido por el modelo de García Luna opta por un aparato policiaco y al igual que el calderonismo con la sobreinterpretación de la Ley.
Y al final esos son los límites que por convicción o incapacidad frenaron al ex presidente. Felipe Calderón ‘haiga sigo como haiga sido’ se mantuvo en apego a sus convicciones y el ex gobernador sólo lo ha demostrado en su partidismo.
Las acciones póstumas a la elección por la gubernatura, la toma del Congreso y la persecución política con intenciones de frenar la voluntad popular es alarmante para el estado, pero también para el país debido a los tiempos convulsos que alimentan al populismo de ultraderecha.
Y esa es al final otra gran diferencia entre Felipe Calderón y Cabeza de Vaca. La visión tradicionalista del orden calderonistas es en apego a la instituciones y bajo sus reglas y el de Cabeza de Vaca muy coincidente con el populismo de ultraderecha es con la interpretación a modo de la Ley.
El ascenso de figuras como Javier Milei, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Georgina Meloni y Nayib Bukele despertaría en la ultraderecha mexicana de impulsar figuras de ese tipo como ya lo hacen con personajes como Ricardo Salinas Pliego, Eduardo Verástegui y el ex gobernador tamaulipeco.
El ex presidente Andrés Manuel López Obrador supo formar alianza con los grupos religiosos y mantuvo la inclusión en su discurso, pero los intereses de esos grupos trascienden las fronteras mexicanas y se rigen como ya fue mencionado por la leyes del mercado.
La 4T aún mantiene un dominio gracias a la fortaleza que mantiene el obradorismo aunque son evidentes sus fisuras y sus evidentes señalamientos de corrupción.
Y si bien, la política de masas se ha orientado por las mayorías, quedan muchos pendientes en educación, salud y derechos civiles que deben de entrar en la agenda y no seguir en la congeladora.
Y la desconcentración del poder primordialmente de las estructuras patriarcales que al final son alimento puro para las ultraderechas.
La elección judicial si permite una apertura a figuras emergentes emanadas de la ciudadanía también propiciarían la creación de nuevos cuadros políticos con una visión muy distinta al conservadurismo, además de romper con una estructura que se formó desde el calderonismo.
Y el fortalecimiento de una oposición que mantenga el equilibrio político que para bien o para mal mantuvo el PRI y conserve espacios de poder que impidan a la ultraderecha recuperar el poder.
Que puede ser mediante el PAN o por una figura emergente como el grupo de poder del ex gobernador que lleven al país a un punto sin retorno.
POR PEDRO ALFONSO GARCÍA
@pedroalfonso88