2 junio, 2025

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El hombre común y sus parientes 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

El hombre común- y aún más el hombre común y corriente- posee lo que la gran mayoría por gracia de haber nacido poseemos desde el nacimiento: un padre, una madre, hermanos y uno que otro pariente que destacan o son comunes, pero de ellos no estamos hablando.

Desde ahí desde el nacimiento, el hombre, que le tocó nacer en cualquier parte del mundo que podría ser Antofagasta o en  República Dominicana es ya un declarado hombre común si nos lo preguntaran. Eso con el tiempo se resuelve, pero en raras ocasiones, al madurar el ser humano, se recrudece.

Nuestro sujeto es un hombre común sin mucho esfuerzo. Pocas personas le vieron pasar por la calle y quienes lo vieron nunca lo vieron correr haciendo changos ni malabares por ejemplo. 

Nadie nunca entró a su casa ni tampoco sintieron deseos de hacerlo. Aunque no se tiene datos de este personaje, estos no son tan importantes como para investigarlo. Así lo dejaron. Nadie recuerda haberlo pensado dos veces al vato. 

Si viviera en la calle nuestro sujeto de estudio no sería común y se le declararía el indigente de la calle fulana de tal y acaso tendría un registro oficial como tal que lo identificase para protegerlo de las inclemencias del tiempo, los vecinos le llevarían un taco y él pediría un varo, pero no es así. 

Es muy difícil ser un hombre común y corriente si nos lo proponemos, no se puede fingir sencillez ni seriedad o anonimato pues de nada nos serviría. Siempre, uno entre la multitud, nos reconocería por una singularidad «mira carnal, allá está el que me rompió la nariz en la escuela. Eso crearía una imagen, cierta o no, que nos iba a perseguir el resto de nuestras vidas y el mismo sujeto diría después que nadie debe acercarse a menos de cien metros a la redonda, y quien sabe. 

Introvertirse tampoco sirve de nada, salir del país y volver muy humilde incluso incrementa el conocimiento de ser alguien y haber hecho algo importante. Nuestro hombre no es importante. Si fuese importante ya lo sabríamos pues saldría en los diarios y supiéramos todo lo que se habla en el vecindario. 

Camina normal y no como pato, no es fantoche; sin aspavientos desaparece en el aire y no es un pájaro. ¡Qué padre! Hay especies de pájaros que pasan por el anonimato pues suelen ser iguales. Si tantito son diferentes, se vuelven el blanco perfecto de los humanos. 

Si nos preguntaran los rasgos de este hombre encontraríamos uno de ellos en nosotros mismos, a lo mejor el pelo negro, los labios delgados de otro, los ojos inquietos del vigilante de la tienda, los pasos cansinos de un viejo y podríamos asegurar haberlo visto antes, sin recordar el sitio. 

El hombre hace un esfuerzo a lo largo de la vida y adquiere la habilidad que le da de comer y con ello una particularidad, se esfuerza y hace un dinero y un poco de fama. Otros, en sentido contrario atraen por la holgura y simpleza en su manera de sobrevivir y llama la atención de quienes se preguntan: este señor cómo le hace para mantener a tanto muchacho. En el barrio nadie escapa. 

Sin embargo nuestra hombre común vivió ahí, fue y vino y nadie se dio cuenta, nunca se agarró a chingazos ni robó un dulce, ni se le quedó mirando a los ojos de la muchacha que todos miraban. Y aún cuando otros quisieron copiarle y pasar desapercibidos, no lo consiguieron. Para ser un hombre común hay que haber nacido así y no caber en ningún corrido. 

Habrá millones como él en el mundo y pasan a nuestro lado en este momento, llaman a la puerta, se esconden y fuman tras un poste, pasan en coche, dejan a sus hijos en la escuela, no son maestros, ni albañiles que fueran por una coca cola de tres litros, no llevan prisa, y si quieres verlos de nuevo, ya se fueron al momento, pero llega otro y otro y no sabes si es el mismo o el único y quieres preguntar y no te animas. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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