2 junio, 2025

2 junio, 2025

El momento después de unos tacos 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

A veces me asalta la idea de que no existo, que imagino lo que veo y siento. A veces creo estar viviendo un sueño, una alucinación con un fin desconocido. De pronto pierdo de vista el objetivo de lo que hago y esa ha sido la vida, la mía y la de varios. En la banqueta hay un hombre chingándose una caguama, vi eso. 

Aveces nadie me ha visto. Si pregunto por mi olvidaron mi nombre, mi santo y seña, mi horario y mi estilo de andar por el callejón del barrio. Por ahí debió quedar no obstante el vestigio de mi última guerra, el santo sudario, la rota camisa de la última vez que me agarré a chingazos y nadie recuerda, fue cierto. 

Entre un montón de cosas no sabemos las piedras que agarramos, hay mil caminos, cada uno por su lado, ni que avanzáramos tomados de la mano. Mil voces hablan al mismo tiempo y el oído selectivo reconoce el sonido, el tono y la gravedad y respondemos con la supuesta responsabilidad de estar más o menos cuerdos. 

Con el sonido del agua nos dan ganas de ir al baño, esa sensacion extraña. Apuro el presente que de todas maneras no se tarda en ser pasado, camino recio y es igual si cuento los pasos, repetí un número y no se vale. Existo para esto de hablar conmigo, si alzo la voz nadie daría cuenta en la calle solitaria, el celular me hace un paro y me deja en visto. 

Los objetos, la naturaleza, con nosotros tiene un fin y un propósito desconocido. Me creo mucho y soy tan sólo un pensamiento de otros. Me presento como si existiese, soy fulanito, estoy tratando de existir, respiro y tengo hambre, y a los 20 minutos no es cierto, fui ese momento antes de unos tacos. 

A veces soy cronopio de Cortazar, un algo, un bicho raro si lo ves a velocidad considerable, considerando que viajo en sentido contrario. Apágame luz, secame lluvia las ganas de quedarme. Vida, déjame aquí donde no dije, en el ocio de esta larga ciudad, bajame en Ia esquina de cualquier calle con los ojos abiertos. Buscándote. 

En mis dedos afilados perfilo la silueta en movimiento, torneo la soledad de los lugares, mi existencia pende de un suceso, de un prodigioso miligramo. Por eso a veces presiento que existo, porque pego recio, porque vuelo y toco el suelo, por el sueño que tuve y ahí sigo. 

Ventajas tiene no existir y aparecer invisible, lograr sin que nos vean colarnos en determinadas reuniones, ser agentes secretos de la CIA, escuchar lo que no debería. Y no existimos pues nadie nos vio y nadie tampoco existió. Nadie nos habló que fuéramos. Hubiéramos ido a ver que onda, pero no fuimos, ni salimos en la foto que se hizo viral en el Instagram. 

Y sin embargo existo, me encontraron un día jugando a las escondidas, me persiguió un perro de la colonia, me descubrieron leyendo esto, por tanto conservo el fuego amigo, el atroz recuerdo, mi sitio de pasajero. 

 Debería estar contento de que duermo, luego despierto y repito la escena del guión de un actor secundario en la escuela primaria: al llegar la noche cierro los ojos y al amanecer despierto, busco la pelota, los tenis, los goles en el terreno de juego, en el único partido que juego. 

Por si una contradicción, sin viento, sin raíces, es paradójico el pelo largo como hojas delgadas, cables agudos en la tierra de nadie. El día en mi nace antes de tiempo y estoy dormido todavía. La blanca novela de la luz pesa en los párpados, en el mundo repleto de entusiastas. 

He interactuado con otras personas y ellas me responden, me pincho un dedo y la espina se quiebra, tengo que curarme para que no se infecte. Dicen que hay un libro escrito con dos fechas:  el principio y el final de un cuento. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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