2 junio, 2025

2 junio, 2025

Economía ¿podría ser peor?

FALJORITMO/JORGE FALJO

Tenemos una avalancha de malas noticias y la perspectiva del conjunto de la economía nacional es que la situación apunta a agravarse. Pareciera que estamos en un callejón sin salida. Predomina el falso optimismo; se hace poco, se consigue poco, pero hay que celebrarlo porque podría ser peor.

Las exportaciones a Estados Unidos de autos armados en México pagarán un arancel de 15 por ciento, menos del 25 por ciento propuesto anteriormente. Es menos de lo que se cobrará a otros países y de esa manera “Trump le da a México una ventaja competitiva”. Eso dice, tal cual, la nota informativa. O sea que podría ser peor. Pero más vale no cantar victoria porque Trump, es de lo más inestable y ocurrente.

El gobierno norteamericano amenazó con un gravamen de 5 por ciento a las remesas que envían los trabajadores mexicanos; pero “afortunadamente” se aprobó que solo sea de un 3.5 por ciento. Además no lo pagarán los que sean ciudadanos norteamericanos y, además lo más probable es que los que envían el dinero paguen este impuesto y sigan enviando lo mismo a sus familias. Es decir que pudo ser peor, y no lo fue.

En el primer trimestre de 2025 la economía creció 0.6 por ciento respecto al año anterior; pero en el último trimestre de 2024 tuvo una contracción de 0.6 por ciento. Lo que indica una tendencia negativa que puede ser generalizada. Hacienda dice que para declarar una recesión se necesita que 32 sectores estén en contracción. Lo más preocupante es que el jefe de la Unidad de Planeación Económica de Hacienda aseguró que México no está en recesión pero que, en caso de haberla, los ahorros de los hogares serían suficientes para afrontarla. O sea que podría ser peor pero las familias saldrán adelante con sus ahorros. Algo muy dudoso.

Los principales resultados económicos del año pasado son un buen indicador de lo que ocurre cada año. En 2024 hubo un déficit comercial de 16 mil 629 millones de dólares; aparte hubo que pagar al exterior 54 mil millones en intereses y dividendos de las empresas extranjeras; lo que suma casi 70 mil millones de dólares. En sentido contrario entraron al país 63 mil 438 millones de remesas enviadas por los mexicanos en Estados Unidos. Haciendo a un lado rubros menores hicieron falta (déficit de la cuenta corriente) 5 mil 986 millones de dólares que hubo que cubrir con endeudamiento.

Es decir que el sector globalizado de la economía no se sostiene financieramente por si mismo. Si no fuera por las remesas está economía entraría en una crisis muy sería; empezando con devaluación.

Ahora, para levantar el ánimo, se celebra con bombo y platillo que en el primer trimestre de 2025 la inversión extrajera directa fue de 21 mil 400 millones de pesos. Un nuevo récord histórico.

Sin embargo Alfredo Coutiño, de Moody´s Analytics dijo que la nueva inversión fue de solo 1 mil 450 millones de dólares y el resto, unos 20 mil millones, fue reinversión de utilidades y cuentas entre compañías. Reconoció, eso sí, que la inversión externa no se desplomó en el primer semestre, pero hay que recordar que la imposición de aranceles se dio a partir de abril, por lo que hay que esperar los datos del segundo trimestre.

Llevamos más de un año en la espera patética de que la inversión extranjera directa impulse la inversión y la producción. En cuanto al empleo no cabe esperar mucho de ella. Pero si revisamos la historia económica veremos que buena parte de esta inversión externa se ha ido a la compra de empresas ya existentes (bancos, siderurgia, cerveceras, tequila y demás).

La inversión extranjera directa presenta varios riesgos importantes. Uno es que en un mercado débil, de consumo estancado, su producción más eficiente no se suma a la ya existente, sino que la substituye. Es decir que las empresas con menor nivel tecnológico, y mayor generación de empleo, son expulsadas del mercado. Esta inversión se concentra en cinco estados norteños del país, mientras el sur queda cada vez más rezagado. Finalmente la inversión externa apuntala un peso caro, que abarata las importaciones y contribuye a substituir la producción interna, la más cercana al bienestar de la mayoría.

Datos del INEGI nos indican que de diciembre de 2018 a febrero de 2025 la demanda total de bienes de consumo subió un triste 10.2 por ciento, algo así como el 1.41 por ciento anual. La demanda de bienes de consumo nacionales creció en 6.7 por ciento; al 0.94 por ciento anual, prácticamente al mismo ritmo que el crecimiento de la población, es decir estancada. En contraste la demanda de bienes importados creció un 47.2 por ciento; al 5.38 por ciento anual.

Es el resultado de una estrategia de impulso al consumo popular que, del lado positivo, incrementó substancialmente los salarios y las transferencias sociales y del negativo abarató las importaciones y redujo aranceles y barreras. Ahora estamos ante un grave problema; buena parte del consumo mayoritario proviene del exterior.

Abundan los datos de deterioro de la producción interna; se encuentran en crisis la producción de calzado, los textiles y la fabricación de prendas de vestir. En 2024 se importaron 46.7 millones de toneladas de maíz y por vez primera no se produjo suficiente maíz blanco. Ese año se importaron 213 mil toneladas de carne de pollo de Brasil.

Desde hace décadas todo el empeño se ha puesto en favorecer la globalización. Exportar automóviles, manufacturas y demás desde el norte del país y descuidar la producción para los mexicanos, sobre todo la producción generada en el sur. Ahora que Trump amenaza tanto a las exportaciones, como a las remesas, la estrategia ortodoxa se derrumba.

Ya no basta generar ingreso popular para consumir importado. Hay que reorientar el esfuerzo a impulsar y proteger la producción convencional para nosotros mismos y levantar al sur del país. El rumbo es la substitución de importaciones; no las sofisticadas sino las más sencillas: calzado, vestimenta, alimentos, electrodomésticos. Lo que ya se producía y es más sencillo reactivar.

La globalización nos dio muy poco y ya agoniza. El cambio no será fácil por el nivel de autodestrucción de los últimos años, pero no hay otro camino para una salida sana, minimizando el impacto para la mayoría y dentro de una sana convivencia democrática.
Porque si no, esto podría ser peor

Facebook
Twitter
WhatsApp