Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que sabemos exactamente por qué las naciones fracasan, y sin embargo seguimos fracasando. James A. Robinson, Nobel y coautor junto a Daron Acemoglu de ¿Por qué fracasan los países?, no vino a descubrirnos el hilo negro, sino a recordarnos que estamos sentados sobre él mientras lloramos por una cuerda que nos saque del pozo.
Su visita reciente a la convención bancaria en México fue más que una conferencia: fue una radiografía moral. Expuso con cifras y teoría, con crudeza y lucidez, algo que llevamos siglos evadiendo: México no está condenado por su gente, sino por sus instituciones.
No fracasamos porque somos incapaces. Fracasamos porque la estructura misma de nuestro país bloquea sistemáticamente el talento, la creatividad y el esfuerzo Robinson compartió un dato demoledor: si los mexicanos que viven en Estados Unidos formaran una economía independiente, estarían entre las diez más grandes del planeta. Hablamos de menos de 40 millones de personas, lejos de los 130 millones que habitan en territorio mexicano.
¿Qué explica que, con la misma sangre y herencia, unos prosperen y otros sobrevivan? La respuesta no está en la genética ni en la geografía. Está en las reglas del juego. Las instituciones incluyentes son aquellas que reparten poder, que incentivan la innovación, que hacen del mérito una escalera y del esfuerzo un camino.
Las extractivas, en cambio, concentran el poder, extraen rentas, destruyen la competencia y premian la lealtad ciega. No es un problema nuevo. Pero sí es uno que se ha maquillado con discursos triunfalistas, con nacionalismos de utilería y con una ciudadanía cada vez más domesticada.
Porque esa es la otra parte incómoda de la lección: la conformidad satisfecha. Robinson citó una encuesta de la OCDE donde los mexicanos expresan mayor satisfacción con su gobierno que ciudadanos de democracias consolidadas.
¿Por qué el pueblo que vive en un país con instituciones frágiles, corrupción estructural, violencia endémica y desigualdad crónica se siente tan complacido? Porque se ha confundido la dádiva con el derecho. El aplauso con la dignidad. Es aquí donde el Nobel nos lanza la advertencia más feroz: cuando una sociedad deja de exigir, deja de avanzar. Y cuando un gobierno se acostumbra a ser aplaudido por lo que debería ser criticado, se perpetúan los vicios que impiden el desarrollo.
Es un círculo vicioso donde la pobreza se vuelve paisaje y el poder, costumbre. Pero hay otra cara en esta moneda. El mismo Robinson que desnuda nuestras fallas, también nos ofrece una esperanza. Porque si el fracaso institucional no es inevitable, tampoco lo es el estancamiento. La historia, la de Corea del Sur, la de Botsuana, la de tantas otras naciones, muestra que es posible dar un giro. Pero ese giro no nace de una elección.
Nace de una decisión colectiva: cambiar las reglas, abrir las puertas, distribuir el poder, fortalecer la rendición de cuentas. Esa transformación no vendrá desde arriba, por decreto. Vendrá desde una ciudadanía que despierte del letargo y entienda que el verdadero progreso no se mide por el subsidio recibido, sino por la libertad conquistada. Una ciudadanía que pase del “gracias” al “exijo”. Del clientelismo a la corresponsabilidad. De la obediencia a la participación.
Tal vez esa sea la lección más profunda de un Nobel: que ningún país está condenado, pero todos están advertidos. La historia no premia a los que esperan, sino a los que construyen. La pregunta es si México quiere seguir admirando el talento de sus hijos a distancia, o si está dispuesto a crear un país donde florezca en casa. Porque la herencia más valiosa de una nación no está en su pasado, sino en su capacidad de futuro. Y ese futuro con todas sus posibilidades, depende de una elección que va más allá de las urnas: elegir dejar de fracasar. ¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA lo permite.
PLACERES CULPOSOS: En el cine Misión Imposible y Lilo & Stitch. En la música Gary Moore live from Baloise session; Bruce Springsteen, Land of Hope & Dreams; Taj Majal & Keb Mo, Room on the Porch; Myles Smith, a minute, a moment; y, El Cuarteto de Nos, Puertas.. En la televisión la vuelta de la final del futbol mexicano. Voy Toluca. Libros: Han Kang, Guardé el anochecer en el cajón; y Samantha Harvey, Orbital. Mi esfuerzo y exigencias para el México que quiero para Alo y Greis.