2 junio, 2025

2 junio, 2025

La barbería de la vía láctea 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Esta es la vida de uno y la de todos. Por más que usted desee diferenciar, los elementos existentes para todos son parejos: la luz, y la oscuridad, la tierra y el agua, el sol y la luna, el frío y el calor, las sensaciones suelen ser análogas. Incluso los inventos del hombre. 

No tiene usted que cerrar una puerta y ya estar en otro mundo, el mundo siempre está abierto. Permanentemente hay quien atienda y también quien omita, de la misma forma cuenta. 

Abre los ojos y ve lo que desea ver, de paso nota lo indeseable, encuentra novedades producto de los mismos elementos que se alteran para evitar el aburrimiento, el propio y el ajeno. Un ajedrez, un balón de cuero, un juego de bingo gritado en el viejo vecindario del mundo. 

Dicen los pensadores más agudos ignorar a qué venimos. Los esotéricos hablan de evolucionar el espíritu, el cuerpo físico. Haga lo que haga usted participa de manera cordial de una sana convivencia con sus vecinos, con sus familiares, con los ciudadanos de la patria y con el mundo, hasta que ocurre un suceso que lo hace pensar en su propia sobrevivencia.

Dicen los filósofos de las galaxias que somos un videojuego que un gigante desde otra galaxia juega. Quien sabe. Pero aquí hay super héroes a quienes da por rescatarnos de nada y otros que no saben nadar o que no se bañan pues no les gusta el agua. Somos tan simples, en todo caso si fuésemos personajes de un juego anduviéramos más al tiro, mejor equipados, aunque todo depende de la pericia del operador. 

De manera natural eso de tirar piedras se nos proporciona desde el génesis. La lucha persiste a lo largo de la vida o escondida en el follaje de los acontecimientos hasta que escampa el peligro y concluye la sospecha de un soldado enemigo infiltrado en cada hijo te dio.

La tierra sin darse cuenta gira y gira cruzando por millonesima vez la intimidad de la vía láctea. Con o sin nosotros en esas dimensiones el planeta ha tenido un cambio imperceptible y nadie lo nota. Acá abajo uno se corta el cabello y todos lo critican. Qué gacho.

Ni un toque de queda universal podría cerrar el mundo, sería peor. Imagine usted siba la siete de la tarde el mundo cerrara los ojos, no habrá quien le mire a usted en la calle y admita su desparpajo, si lo ven sería usted inmediatamente eliminado por el sistema con un arma secreta, le restarían dos vidas para seguir jugando.

Por mientras, si usted sigue las reglas puede lanzar verdaderos dardos  contra sus mejores amigos y ellos lo descubrirán a tiempo para que la batalla desquite los cinco pesos que invirtió en el videojuego. Nada que un niño de quinto de primaria no sepa.

En sus ratos libres obtenga usted la recompensa en monedas de oro que aumentarán su fuerza para ejecutar el salto triple con dos grados de dificultad en una alberca sin agua. Y no no es una trampa. Es el momento de apagar el videojuego y comprobar que el mundo gira como es la costumbre y que ya son las tres de la madrugada.

De pronto alguien podría desconectar el Internet y dejarnos en la edad de piedra y el Instituto de la vida, como dije antes cambia, pero el planeta gira, alguien dijo desde la oscuridad que eso sucedería. Un malvado podría dejarnos sin energía y volveríamos a tocar nuestros cuerpos largamente olvidados, largamente ignorados. 

No obstante la vida continuaría siendo igualitaria, a pesar de nosotros, los tiempo que cambian, y si afectan, afectan a todos. Es cuanto, a lo lejos alguien canta, canta en un lenguaje nuevo, alguien escribe, siempre escribe, acerca de la esperanza.

Aquí nos tocó nacer y ya qué. Lo bueno es lo malo y al revés, nunca se sabe hasta que se sabe. La filosofía todavía no justifica su endeble teorema. Venimos a este sitio del planeta a cortarnos el pelo a la mejor barbería y ni barba tengo, a echarnos un pollo asado de la promo, y quien sabe. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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