El último lanzamiento del cohete Starship, de la empresa estadounidense SpaceX, no solo terminó en fracaso: ha dejado una estela de destrucción ambiental que ahora golpea directamente a las costas mexicanas del noreste.
Según múltiples denuncias de habitantes, pescadores y activistas, toneladas de basura aeroespacial (plásticos, restos metálicos, tanques de combustible y fragmentos de aluminio) han comenzado a llegar a las playas de Bagdad, en Tamaulipas, tras la explosión del artefacto sobre el Golfo de México.
Las imágenes que circulan en redes sociales son alarmantes: desechos industriales de gran tamaño dispersos por la orilla, afectando zonas de anidación de especies marinas, áreas de pesca y corredores ecológicos vitales.
“Esto es un crimen ambiental, y viene desde el extranjero. SpaceX está convirtiendo nuestro mar en su basurero”, expresó un usuario de Facebook en uno de los tantos reportes publicados sobre este tema.
La contaminación provocada por el fallido lanzamiento no solo amenaza al ecosistema marino; también pone en riesgo la economía y seguridad de las comunidades pesqueras.
Las embarcaciones deben esquivar restos flotantes que podrían causar accidentes o dañar motores, mientras que el arribo masivo de basura compromete la calidad de los productos del mar.
Pero lo más grave es el impacto en la tortuga Lora, especie en peligro de extinción que había comenzado a recuperarse gracias a esfuerzos de conservación que tomaron más de ocho años. Hoy, esos avances están en riesgo de perderse. “Los desechos están contaminando las zonas donde anidan”.
Por su parte y hasta el momento, ninguna dependencia federal ha emitido un pronunciamiento, y mientras tanto, la basura sigue llegando.
La situación exige no solo limpieza inmediata, sino una revisión urgente de los acuerdos que permiten a SpaceX operar desde una zona tan cercana a México sin asumir consecuencias por el daño colateral.
Expertos advierten que los impactos de cada lanzamiento son acumulativos y podrían llevar a un punto de no retorno para el delicado equilibrio ecológico del Golfo.
Por Antonio H. Mandujano
