23 junio, 2025

23 junio, 2025

Primero los Pobres, y a mejorar la estrategia

Faljoritmo/Jorge Faljo

La estrategia de bienestar social “Primero los pobres” elevó de manera substancial el ingreso y el consumo de los grupos más vulnerables de la población y es el pilar del apoyo mayoritario a la anterior y a la actual administración. Sin embargo su diseño sesgado, centrado en el fortalecimiento unilateral del consumo socava la producción y el empleo. Ya no es sustentable.

Primero los pobres es una estrategia basada en cuatro instrumentos de política pública y en un, desde su perspectiva quinto elemento adicional. Los primeros cuatro son: incremento del salario mínimo; expansión de las transferencias sociales; apertura mercantil; y fortalecimiento del peso. El quinto elemento son las remesas enviadas por los trabajadores mexicanos en Estados Unidos a sus familiares.

Hoy en día el salario mínimo tiene más del doble del poder de compra que tenía en 2018. Un incremento substancial que revirtió, parcialmente, décadas de despiadado empobrecimiento salarial. Mientras en 2018 el salario mínimo equivalía al 31 por ciento del salario mínimo real de 1976, en 2024 llegó al 65.5 por ciento; es decir que se superó hasta alcanzar las dos terceras partes del poder de compra que tenía 48 años antes. Lo que no implica que sea suficiente plantearnos recuperar el ingreso real de 1976; tras cinco décadas de avances tecnológicos el salario mínimo debiera ser muy superior al de 1976.

Sin embargo el incremento salarial fue contrarrestado en buena medida por la pérdida entre enero de 2022 y enero de 2025 de 13 millones 297 mil puestos de trabajo en los estratos de ingresos superiores al salario mínimo.

El incremento salarial incidió en que la pobreza laboral se redujera al 33.9 por ciento de la población; lo que implica que todavía poco más de 44 millones de mexicanos no pueden adquirir la canasta alimentaria para todos los integrantes del hogar con un ingreso laboral. Pese al incremento al salario mínimo este sigue por abajo de la norma constitucional.

Datos oficiales indican que 30 millones de hogares, el 85 por ciento del total, son beneficiarios de al menos uno de los Programas para el Bienestar. En los estados más pobres ese porcentaje se acerca al 100 por ciento. Tan solo las pensiones para adultos mayores, el más importante, tuvieron un presupuesto de 465 miles de millones de pesos en 2024; 8.7 veces más que en términos reales que en 2018.

Hasta aquí dos elementos muy positivos; en adelante dos muy discutibles.
Un decreto presidencial estableció el 4 de mayo de 2022 el Paquete contra la Inflación y la Carestía que eliminó aranceles a la importación de alimentos e insumos con el “firme propósito de apoyar la economía de las familias mexicanas” durante seis meses. El 19 de octubre se prorrogaron las exenciones arancelarias y el 6 de enero de 2023 se amplió la lista de importaciones sin arancel y otras facilidades administrativas, como dejar los controles sanitarios bajo la responsabilidad de los importadores.

La lista de productos de libre importación es extensa: aceite de maíz, arroz palay, atún, carne de cerdo, carne de pollo, carne de res, cebolla, chile jalapeño, frijol, huevo, jabón de tocador, jitomate, leche, limón, manzana, naranja, pan de caja, papa, pasta para sopa, sardina, zanahoria; animales vivos (bovinos, porcinos, ovinos, caprinos, aves), alimentos para perros y gatos, cepillos de dientes, toallas sanitarias y pañales, abonos, y un adicional etcétera. Puede decirse que fue la mayor apertura comercial relacionada con el consumo mayoritario de la historia.

Un cuarto elemento fueron los esfuerzos por apreciar la moneda. Con frecuencia AMLO presumió la fortaleza de la divisa mexicana equiparándola a una buena situación económica. El 30 de diciembre de 2023 dijo “aunque lo mejor es ver mucha gente contenta y comprando en las calles y en las plazas, no está por demás decir que en décadas no se tenía un peso tan fuerte”. El costo del dólar bajo de más de 24 en algunos momentos del primer semestre de 2020 a 16.50 en abril de 2024. No era casualidad que AMLO asociara las compras de la población con el abaratamiento de las importaciones.

Además, el incremento de las remesas fortaleció el ingreso y el consumo de los hogares. En 2018 las remesas sumaron 28 mil 329 millones de dólares y llegaron a 64 mil 745 millones de dólares en 2024; crecieron a un impresionante ritmo promedio de 21 por ciento anual.

Creció el consumo, ¿y la producción?

Según INEGI el crecimiento de la actividad industrial de 2018 a diciembre de 2024 fue de 1.6 por ciento. Difícil de creer por lo deplorable de la situación. La actividad industrial incluye minería, construcción y energía.

Si nos concentramos en la industria manufacturera en el último informe de Banxico encontramos que creció un 1.3 por ciento en 2023 y otro 0.3 por ciento en 2024. Claro que esos bajos crecimientos no son parejos. La fabricación de prendas de vestir disminuyó en 6.5 por ciento en 2023 y en otro 9.3 por ciento en 2024. La fabricación de productos de cuero, piel y materiales sucedáneos, es decir sobre todo zapatos, cayó un 2 por ciento en 2023 y otro 13.5 por ciento en 2024.

Es evidente que las mayores reducciones se dan en la producción orientada al consumo mayoritario, lo que a primera vista es incompatible con el incremento de ingresos de la población. La respuesta a esta paradoja la encontramos en el mismo Banxico que nos dice que de 2019 a 2024 el consumo total creció un 8.6 por ciento; el consumo de bienes nacionales creció tan solo 1.9 por ciento en esos cinco años pero el consumo de bienes importados se disparó en un 44.4 por ciento.
En estos últimos años nos convertimos en importadores del grueso de la alimentación que consumimos. Le hemos apostado al Nearshoring, la llegada de inversión externa para continuar la orientación modernizadora que privilegia la exportación. Es la consecuencia de tener un mercado interno empobrecido.

Banxico nos acaba de anunciar que proyecta que en 2025 México crecerá en 0.1 por ciento, si bien nos va, porque si se materializan las amenazas externas entraríamos en recesión. Solo que la paralización o retroceso de la economía no será parejo; lo más probable, de seguir como vamos es que el peor golpe sea para los sectores que producen para el consumo popular de acuerdo a la idea de que se puede mejorar el bienestar con importaciones baratas.

El reciente fortalecimiento del peso y las ganancias en la bolsa de valores, un 18 por ciento en lo que va del año, pueden atraer aun más capitales especulativos que en cualquier momento podrán revertirse y dejarnos colgados de la brocha. Este camino es una trampa. La ganancia financiera es enemiga de la producción interna.

Mejorar el bienestar de la población de manera sostenida requiere incrementar la producción básica; una política industrial centrada en recuperar lo que hemos perdido recientemente: alimentación, vestido, calzado y consumo mayoritario en general. Es el camino que menos demanda endeudamiento externo y nueva inversión. Reactivar es más fácil que copiar la modernidad externa.
Solo que este giro requiere reorientar el consumo mayoritario de manera gradual pero muy decidida en favor de la producción interna. La alternativa es un sexenio empobrecedor con muy altos riesgos de gobernabilidad.

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