2 junio, 2025

2 junio, 2025

Una realidad ‘alterna’

Las redes sociales pueden ser una herramienta valiosa o una trampa muy nociva

Lizbeth siempre fue una niña muy ordenada e inteligente, además de cariñosa con sus padres y muy respetuosa con sus semejantes. Cuando ingresó a la secundaria, cada entrega de calificaciones solía venir acompañada con algún diploma o reconocimiento por sus buenos resultados en aquella modesta pero honorable escuela.

Sus padres siempre orgullosos de ella, no escatimaban en gastos para solventar su educación. Los primeros dos años fueron de grandes satisfacciones, incluso logró obtener un lugar de honor en un concurso de oratoria realizado en su área escolar, allá en Matamoros.

Sin embargo, por el cambio de gobierno estatal, los padres de Lizbeth se vieron en la necesidad de mudarse a la capital desde la frontera Así, la adolescente tuvo que cursar el tercer año de secundaria en un muy conocido plantel al norte de la ciudad. Lizbeth se adaptó muy rápido a su nuevo entorno, pero hubo algo que la diferenciaba de sus compañeros.

La jovencita había sido dotada por sus padres por un teléfono celular muy básico, de esos tipo “cacahuatito” que sólo sirven para hacer llamadas y mandar mensajes SMS, sin embargo, casi el total de sus compañeros usaban celulares de alta gama con redes sociales incluidas.

A sus amigos les llamaba la atención que Lizbeth “no tuviera feis” a sus casi 14 años y prácticamente no existía en el mundo digital. Para su siguiente cumpleaños, Lizbeth ya tenía muy en claro lo que pediría de regalo.

Llegó su fecha de nacimiento y sus padres, convencidos de que la muchachita había hecho suficientes méritos, le regalaron el celular que tanto deseaba. A partir de ese momento, Lizbeth y su teléfono se volvieron inseparables.

Al relacionarse con sus compañeros mediante las redes sociales, Lizbeth no perdía oportunidad para publicar foto y vídeo de todo aquello que le rodeaba, desde el plato de cereal por las mañanas y “selfies” con sus amigas, hasta grabaciones improvisadas en el patio de la secundaria. Todo parecía estar dentro de los límites de lo normal, hasta que Lizbeth empezó a subir videos mediante la aplicación Tik Tok.

De ese momento en adelante, su “público” ya no eran solamente sus amigos, conocidos, familiares y compañeros de grupo, sino el mundo entero. Fue entonces que conoció la rudeza de las redes sociales. Hubo un vídeo en especial, en el que Lizbeth aparecía disfrutando de las aguas de un río cercano. Más de cien insultos desagradables y hasta hirientes hicieron blanco en la autoestima de la jovencita.

Fue entonces que Lizbeth conoció el “hate” es decir, los comentarios de odio. Las críticas iban especialmente dirigidas a sus facciones del rostro y su supuesto sobrepeso. Desde ese incidente, Lizbeth no volvió a ser la misma.

Empezó a usar los famosos “filtros” para mejorar su imágen, tanto en foto como en videos. Al principio eran arreglos sencillos que corregían pequeñas imperfecciones de su piel o cabello, Pero con el paso de tiempo estos ya no eran suficientes para lograr la apariencia que ella deseaba. Un día los padres de Lizbeth recibieron un mensaje de la escuela, solicitando su presencia inmediata.

Preocupados y ansiosos los papás de la adolescente acudieron a la brevedad y les informaron que su hija había golpeado a una compañera y el motivo parecía rayar en lo irracional: Lizbeth había estallado furiosa contra otra joven por haber publicado una foto donde aparecía ella “sin filtros” y obviamente la toma no le favorecía.

Esa debió ser la primera “llamada de atención” para sus padres, de que algo andaba mal, pero sus progenitores lo tomaron simplemente como un pleito entre adolescentes y no le dieron mayor importancia. Se acercaba el siguiente festejo escolar, en el dia del estudiante, y contrario a años anteriores Lizbeth no mostraba interés en acudir a esa “pachanga”. Lo mismo sucedió con invitaciones a cumpleaños y “quinceañeras” de sus compañeras.

Lizbeth se volvió solitaria y callada y solo se le podía ver relativamente sonriente cuando grababa videos. El peor momento fue cuando se rehusó a salir de casa; el motivo fue, que no deseaba que sus contactos o seguidores la vieran “sin filtros”.

Esto fue la gota que derramó el vaso. Hoy Lizbeth se encuentra en tratamiento psicológico y según su padre, un viejo amigo del Caminante, ya hay avances y mejoras. “Nunca creímos que el problema llegaría tan lejos, las redes sociales deben manejarse con cuidado” comenta el papá de la menor al Caminante. Ojalá que Lizbeth logre salir bien librada de este difícil momento. Demasiada pata de perro por esta semana.

POR JORGE ZAMORA

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