No cabe la menor duda, existen en el mundo escepcionales vendedores. Y ya si no, el ser humano a dedicado gran parte de la historia- y lo seguirá haciendo- a vender mientras haya quien compre como una forma de sobrevivencia.
También hay quien vende ilusiones para ser mejor, la última Pepsi cola del refri o ser la última cheve del desierto, no en valde Og Mandino, sí, el más grande vendedor que hubo en el mundo, nada más sepa usted la cantidad de libros que ha vendido. Y otros, chingos, que se hacen ricos enseñando al mundo cómo hacerse ricos.
Todo lo material se vende y todo se compra, por lo cual formamos parte de ese mundo llamado comercio. Compramos lo necesario, no obstante los vendedores que dada su habilidad hacen ventas de lo que nadie ocupa. Compramos lo que está de moda que luego desechamos cuando el vecino compra la misma playera rayada. Compramos equipo para bajar la máquina del coche, para talar, para cortar cesped, equipo por si un día acampamos y nunca vamos.
Hace rato un vendedor me ofreció pitayas, y lo hizo de tal manera que parecía ser un asunto de sí o sí, las ofrecía como quien vende una ganga, oferta de última hora, compre ahora o calle para siempre, en la calle. Aunque traía la cubeta llena aseguró eran las últimas que le quedaban.
Vendedores extraordinarios que entrenan desde cómo llamar a la puerta, como encantar con una sonrisa siniestra y habrá damitas que con una de esas venda hasta una piedra y toda la cubeta. Un camión de volteo si es guapa. El buen vendedor vende porque vende, en los ojos del cliente lee la compra. El cliente acorralado y sonriente abre la billetera y sin pena compra lo que después presumirá a la vecina envidiosa
No es por nada que algunas empresas busquen un perfil distinguido para la venta, aún cuando rollo mata carita. Otros venden por la voz, generosa y articulada, hay merolicos que si pones atención te pones a escucharlo y lo grabas. Es famosa en el mundo la voz del camión que pasa por las calles de nuestras ciudades, incluso en la nuestra, comprando fierro viejo.
En los comercios hay precios etiquetados a 9.95 y ayer estaban a diez. Vaya ofertón, ¡llame ya! «Venga o mande a su mujer, con una canasta, estamos ofreciendo naranja de jugo, naranja de santa engracia. Venga antes de que se acabe y si no viene van a pasar los días, los meses y los años y quien sabe.
En las ciudades los más experimentados vendedores venden las casas de un fraccionamiento en una sola tarde y no dicen cómo. Deseas con toda el alma un coche, entras a una agencia y sales con otro. De la noche a la mañana un terreno adquiere plusvalía por una buena noticia que salió en todos los periódicos y otro bajo de precio por cuestiones de la bolsa de valores.
Sin trucos y a ojos vistos sobreviven los que ofrecen una cosa y te venden otra. El vendedor sabe cuándo pagaron, cuándo dan las utilidades y el aguinaldo, y también cuándo el ambiente está agüitado.
Sin embargo un vendedor es tu mejor amigo, tu asesor financiero, tu sopla nucas, todo lo que se ocupe para vender las maguacatas que le sobraron. Sin desmayar, casa por casa ofrecen chile piquín de temporada, nopales, va un señor con el triciclo vendiendo mangos, otro vende yerbas como romero y albacar para curar de espanto, plantas de ornato, rosales, lirios y azucenas.
Esperan al que vende semillas de Chia, un tiempo fue buena para todo, ahora para todo es la cúrcuma y mañana quien sabe. Para todo era el ungüento 666, después vapor ub. Luego el alcohol que después lo prohibieron porque si untado era bueno, tomado mejor. Ya ve usted cómo es la banda. Dicen que hubo un tiempo en que la Coca cola fue medicina y era buena para todo y ahora no hay mesa que se resista a contar con una de tres litros para arriba.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA