7 junio, 2025

7 junio, 2025

Carta de un sobreviviente descalzo 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Te amo de aquí a donde estás, en el liquen de mi mano izquierda, en el plano de mis pestañas, en el oído indiscreto de mis costillas lejos y cerca de un abrazo. 

Amo tus labios sustantivos, racimos de razones, guijarros de barro. Cada verso es tuyo. Mi vida es una bebida en el fondo de tus palabras. Tren siempre fiel a la vía, viento que entra por la ventana de una gran casa.

Conozco el aire que te lleva, llevo tiempo abrevándolo transparente correr por la orilla de la sierra. Los accesos del cielo tienen la luz de tus ojos si los miro. Conozco el brillo de la piel cuando se extraña, la soledad andando en sus pies callados, injertos en el cuerpo.

Y conozco el aire en el archipiélago del país de tus sueños más amados, el clima perfecto, la calma, la paz, el viento adecuado de una noche en tus brazos.

Soy un poco de aire, apenas para respirar tu recuerdo. Para soplar al tiempo y al fuego. Soy el pasajero arrojando humo por la calle, el vapor del barco, la humareda de la chimenea. 

Cuéntame con tus ojos sonrientes. Desde un astro. Desde una ventana. Puedo recorrer toda el agua y encontrar el sitio donde dejé una lágrima. Puedo viajar dos pasos y encontrarnos como dos manos que buscaban algo. 

Porque te amo es que existo. En el sitio donde estoy mi mundo es tuyo. Mi cuerpo es tu espacio y un lugar para tus labios. Te amo muchas veces como si fueses muchas, en los cristales de música, en la dicha absoluta de una metáfora. 

Quiéreme aunque sea siempre, quiéreme al rato, de repente, cuando no me quieras quiéreme. En una obligación poco sabida mi corazón se suscribe a ti todos los días. Tomas mi calcio, mis risas, me haces de nuevo, reconstruyes mis paredes vacías. Las luces tenues se vislumbran de lejos, se reparten el breve instante de las ciudades. 

La niebla es perfecta. Te amo en la ciudad del tiempo, en la pared de tus labios, en el plantío del sonriente asfalto. Besa estas hojas, toma mi luz y apágala, enciende mi corazón debajo del agua, improvisa en la brisa, escribe con mis palabras. 

Amar es decirlo desde un escondrijo, entre la multitud decir a gritos. Desbaratado en partes, amar es decirlo en el último instante del principio. Decir por ejemplo: te quiero mucho. 

Cancélame las manos, déjalas pegadas a tu cuerpo, que nuestros cuerpos digan lo mismo cuando ven un árbol, cuando comen su fruto, cuando sudan, cuando beben agua del agua juntos. 

Te escucho como el mar se escucha, como el tren se detiene y calla, como se escucha cuando nadie habla y la palabra es un anhelo pronunciado en las miradas. 

Estoy contigo abrazado con fuerza a mi casa. En el aroma de café que sueña un beso, que tiembla, que se derrama en la boca de una rosa. 

Estás en mi, atrás de este instante. Puedo escucharte antes de que me hables. Recuérdame en la superficie de tus mejillas, en el caminar a tus labios, en todas las palabras que digas. 

Te quiero como sílaba intacta sobre una ola como si mi palabra caminara. En tus ojos ocurren cenzontles sobre el agua, corren a una fiesta de mis impacientes balcones. En un abrir y cerrar de ojos mis pupilas te respiran.

Mírame como ves el agua, toca mi corazón raspado por el sol, clavado en la sombra. Te doy la hoja triste, el espacio puro y eterno de nuestras pisadas juntas. 

Te escribo con toda el alma, es con el alma entera que escribo, como si nunca hubiera escrito te quiero. Cuando nadie nos ve nos intercambiamos los pies, y uno es lo que el otro es. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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