10 junio, 2025

10 junio, 2025

Mientras conduzco un camión de volteo 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Nadie me vio cerrar la puerta. En muchos lugares no existo y muchas personas no existen, y si están no significan nada para mi ni yo para ellos en estos momentos, cada quien sus asuntos particulares.

No puedo partirme en dos, ni estar, ni atinar al momento exacto en el cual uno entre la multitud grite mi nombre y yo logre responder en alta voz «¡aquí estoy: para qué soy bueno! «, no sé si para nada. Para comer una manzana a esta hora de la mañana en la que me he puesto a pensar. Pensar a veces no sirve de nada. Pero es como un refugio.

Quienes me conocen me han preguntado cada cosa que discurro nada saben de mi. Por eso creo que no es bueno discurrir. Tampoco discernir, qué va andar uno adivinando, cuando concluye uno el razonamiento el asunto es todo lo contrario.

Cada cual intenta construir su realidad, su ilusa fantasía. Nada es verdad a los ojos de otro que ve por si mismo con los ojos torcidos. La manzana que devoré no existió para nadie, para mi dejará de existir si no la pienso. Y sin embargo el pensamiento miente. 

Dicen que uno no es lo que parece, tampoco lo que uno quiere. Con la mirada de miope se observa el espejo que desbarata, antes de llegar a los ojos, la verdadera imagen. De esa forma no se es guapo ni feo, ni horrible. Nadie es lo que se dice, ni el retrato de hace unos instantes. Un cabello menos, cambia la apariencia del observador meticuloso. 

 Según su sabiduría cada cual construye su realidad que por más que se esfuerce resultará incompleta, no alcanza el día, ni el mes, ni la vida. La realidad es una cruel ilusión óptica. 

Para muchos no he cerrado la puerta, en esa casa no habita nadie ¿Cuál casa? Olvídalo, hace rato pasamos por ahí, donde había un perro. Yo no vi ningún perro. El mundo son los intereses creados y con eso vivimos la existencia de nuestro cerebro, la apariencia de nuestros cuerpos, la experiencia de nuestra existencia. 

Tal vez aún estoy adentro de mi casa soñando que pruebo una manzana que todavía no he comprado. Quizás soy el de afuera que ve la casa sola pero recuerda haber visto a una persona en bóxer por la ventana. Otro dirá que sali corriendo por cierta causa para él desconocida y que no he vuelto y que por lo que se deduce nadie me espera tampoco. Y nadie que es nadie, salió a comprar un sombrero. 

Detrás de un todo existe un todo hasta el infinito , por lo cuál nadie pertenece a si mismo, otro tendrá que validarlo, siempre al oído se escucha la música de otro, la oración pidiendo lo que todo mundo pide, moviendo las manos sin ir muy lejos, simulamos hacer lo que no hacemos y todo el mundo hace. 

El pensamiento nos abstrae de la posible realidad, si esta existe. Por lo general nada es, el pasado es una mención en labios de la nostalgia, se dan datos biográficos buscando complacer a los radioescuchas. El presente fantasioso y vulgar se dirige al pasado inmediato de quien lo escuchó y pronto se vuelve olvido. 

Nadie me vio llegar ni sabrán nunca si estoy vivo, si aquí viví, si dije algo. «El señor no hablaba con nadie» , ahora no estoy seguro si todavía estoy afuera. La especulación es una forma de inexistencia ante la falta de realidades alternas.

 Hay que decir algunas palabras sueltas cuando nadie las espere, sonreir sin que lo pidan, deambular con un foco de 60 watts encendido pero apagado para algunos, salir por las noches a ladrar a la luna los lunes, ser silueta en la pared, sin comezón, sin hambre, sin sueño, sin dueño, ser el loco que todos vieron la última vez, cuando sangraba de una pedrada propuesta y certera de los chiquillos de un barrio desconocido. Es todo… a lo lejos alguien canta mientras conduzco un camión de volteo. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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