CIUDAD DE MÉXICO.-¿Te ha pasado que empiezas a sentir hambre y si no comes algo pronto, te enojas? Para muchas personas esto puede parecer una actitud impertinente o hasta grosera, sin embargo, esta respuesta está más ligada a las emociones de lo que pensamos. Cuando nos enfrentamos a situaciones que generan frustración aparece el enojo; estas situaciones pueden estar impulsadas por estrés o ansiedad, y también por sensaciones como la sed, el sueño o el hambre.
De acuerdo con Hugo Sánchez Castillo, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), si sentimos hambre pero nos falta el alimento, y no lo encontramos, es posible que surja una sensación ligada al estrés fisiológico por falta de energía; se trata de una sensación que no es posible controlar; la falta de dinero para satisfacer esa necesidad podría llevar a una reacción de ira.
Dependiendo del entorno, apunta el especialista, algunas personas sufren desmayos por hipoglucemia, es decir, cuando los niveles de glucosa en la sangre son bajos; otros pierden energía y algunos más entran en pánico, y afirma que el apetito puede desatar irascibilidad, obstruyendo nuestro pensamiento. «Literalmente, el hambre ocupa gran parte de nuestra capacidad cognitiva», sostiene en una publicación de la revista UNAM Global.
Comemos por recompensa
Sánchez Castillo explica que el hambre también está relacionada con deficiencias nutricionales ya que, por ejemplo, una carencia de hierro nos impulsa a buscar alimentos ricos en este mineral, pero también está relacionada con algo llamado círculo de la recompensa, el cual nos motiva a repetir comportamientos.
Este mecanismo, afirma, intensifica el sabor de los alimentos, y cuando degustamos nuestras comidas favoritas tendemos a generar más dopamina.
El sentido del gusto nos protege
Hugo Sánchez refiere que nuestras preferencias alimenticias evolucionan según las necesidades nutricionales de nuestros cuerpos en el momento de la vida en el que nos encontremos, pero la aversión a ciertos sabores obedece a un mecanismo diferente, el de protegernos contra intoxicaciones; así, los sabores amargos suelen asociarse con veneno o alimentos en mal estado.
Con información de HERALDO DE MÉXICO